Este mes de agosto se han cumplido treinta años del estreno de la película de Arnold Schwarzenegger, una cinta de acción y efectos especiales pero también, de lealtad
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Recuerdo que cuando tenía doce o trece años le pregunté a mi padre si podía ver Depredador. Por aquella época tenía fama de ser una película especialmente sangrienta y a mí me daba miedo tener que enfrentarme a algo con lo que no estaba preparado. En aquel momento Arnold Schwarzenegger era el colmo de los héroes de acción y Depredador solo podía ser el colmo de las películas de acción.
En efecto aquella película fue en su día el no va más. Es curioso, no obstante, que la hayan prolongado con secuelas –Depredador 2 (1987) -, spin-offs –Alien vs. Predator (2004) – y demás zarandajas Predators (2010) por no hablar del reboot previsto para el año que viene The Predators sin haber conseguido reproducir su éxito.
Lo cierto es que detrás de aquella película repleta de testosterona, músculos y hombres muy machos, había un cineasta de primera, solo había que saber dónde mirar y en qué fijarse.
Por ejemplo, nunca una jungla había resultado tan amenazante y eso es porque su director, John McTiernan supo cómo extraer toda su inquietud a algo que en principio no tenía por qué resultar inquietante, un follaje de hojas y matas.
Lo interesante vino después cuando McTiernan (y el simplista guión de Jim y John Thomas) convirtieron a la propia jungla en el mismísimo monstruo. Las cosas cambiaron entonces. No era una película con bicho más.
En su momento, Depredador se interpretó como una ruidosa copia de Alien y en cierto modo, eso es lo que era. Sin embargo había una diferencia sustancial. Mientras que el film de Ridley Scott no era ni más ni menos que una película de casas encantadas en el espacio, la película de McTiernan prefirió quedarse en una cinta bélica como las de antes. O dicho de otro modo, Depredador, al contrario que Alien, estaba más cerca de Doce del patíbulo que de La casa encantada.
Una cosa interesante que siempre ha estado presente en las películas de McTiernan ha sido la lealtad entre hombres, entre guerreros. Puede que no fueran grandes seres humanos pero su único y exiguo código moral se basaba al menos en una cosa, la lealtad. De esto trata en el fondo Jungla de cristal, La caza del octubre rojo o Los últimos días del edén. En confiar en el que tenías al lado.
De este modo, más allá de sus efectos especiales y de sus escenas de acción, más allá incluso de la portentosa banda sonora de Alan Silvestri, Depredador nos hablaba de una historia de un grupo de hombres que no tenían que en qué apoyarse porque cuando se iban a dar cuenta el compañero había desaparecido en las fauces de un monstruo interestelar.
Esa es la verdadera pesadilla que plantea el film, un salto al vacío en donde no hay a dónde agarrarse y menos aun cuando no hay tiempo para pensar o rezar porque al minuto es probable que estés muerto sin saber cómo ni por qué.
Es significativo, en cualquier caso, como otras tantas franquicias de los ochenta, que treinta años después de su estreno Hollywood siga empeñado en resucitar una cinta de cuyo éxito no cabe duda aunque no haya sabido aún como reproducirlo. Quizá un buen principio fuera no meter a su director original, John McTiernan, en la cárcel. Pero bueno, esta es otra historia.
Ficha Técnica
Título original: Spider-Man. Homecoming (2017)
País: Estados Unidos
Director: John Watts
Guión: John Francis Daley, Jonathan Goldstein, Christopher Ford, Chris McKenna, Jon Watts y Erik Sommers
Música: Michael Giacchino
Género: Acción, Fantasia
Reparto: Tom Holland, Robert Downey Jr., Michael Keaton, Marisa Tomei, Jacob Batalon,Zendaya, Jon Favreau, Tony Revolori, Laura Harrier, Angourie Rice, Kenneth Choi,Michael Barbieri, Logan Marshall-Green, Donald Glover, Tyne Daly, Martin Starr,Hannibal Buress, Abraham Attah, Michael Mando, Bokeem Woodbine, Jona Xiao,Chris Evans, Gwyneth Paltrow, Tiffany Espensen, Garcelle Beauvais, Stan Lee