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Somos lo que comemos. ¿Alimentas el cuerpo y el espíritu?

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Daniel Jedzura - Shutterstock

Luz Ivonne Ream - publicado el 26/08/17

Alma, cuerpo, espíritu, mente... Todo debe convivir en estado de armonía. Por eso debemos cuidar de alimentar cada uno de ellos

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Del cuerpo pareciera obvio de qué lo estamos alimentando porque los resultados saltan a la vista: precaria o buena salud, obesos o en línea, debilitados o vigorizados. Pero del alma, ¿dónde se ven los resultados? Se ven de muchas maneras, una de ellas la paz espiritual con la que vivimos. Una persona que alimenta su interior con una vida de oración activa se nota de inmediato. Basta ver el grado de paz espiritual con el que vive. Puede pasar un tsunami encima de ella y nada la tumba porque su fortaleza interior está arraigada en Dios.

Recordemos que del alma salen 2 maravillosos regalos con los que ya venimos, que son la Inteligencia y la Voluntad o también llamadas potencias del alma o capacidades superiores. Justo aquí mismo nacen las emociones (o sensibilidad). Lo ideal es que cada uno de nosotros, con estas capacidades bajo control, tengamos las emociones a nuestro servicio y dirigidas hacia el bien de manera inteligente. Así como elegimos lo que entra por nuestra boca, también lo hacemos con lo que entra para mi espíritu.

Nacemos seres humanos y a lo largo de nuestra vida hay que alimentarnos al completo: mente, cuerpo, espíritu, hasta convertirnos en personas en toda la extensión de la palabra. Para lograrlo se necesita trabajar para superarse y obtener la mejor educación posible en todos sentidos. También luchar hasta lograr ser una persona integral (cuerpo, mente, espíritu, alma).

Si alguien experimenta el éxito siendo un ignorante y/o una analfabeta (en cualquier sentido), este será su propio fracaso pues no sabrá qué hacer con él. Sin cimientos ni bases sólidas, el triunfo se le subirá a la cabeza y correrá el riesgo de despegar los pies de la tierra y perder el equilibrio. Calidad, no cantidad…

A poco no… Nada más delicioso que comer ese rico pastel de chocolate con una súper bola de helado de vainilla en una tarde lluviosa y cuando la tristeza nos hace compañía para ver esa película que nos sacará las lágrimas de un año completo. La manera en que comemos está muy relacionada con nuestras emociones y estado de ánimo. Cuando sentimos perder el control, nos dejamos llevar por la tristeza, etc. generalmente acudimos a la comida como un consolador y esta actúa en el cerebro como un tranquilizante. De hecho, cuando se come de manera compulsiva, la comida actúa en la persona como lo haría el alcohol, etc. en un adicto. Para los que somos adictos al azúcar, así actúa la glucosa en nosotros a nivel químico cerebral.

Somos una unidad perfecta de cuerpo, mente y espíritu por lo que hay que alimentar y cuidar a estas partes de mi ser de manera integral. ¿Qué me gano con tener una mega inteligencia si el alma la tengo mal nutrida por no decir podrida? ¿Qué chiste tiene tener un cuerpo atlético y perfecto si cuando hablamos es solo para criticar o verbalizar puras tonteras? ¿De qué nos sirve tomar tantos cursos -disque espirituales- si entre más sabemos, más nos alejamos de Dios? ¿De qué nos van a servir esos músculos hinchados por el ejercicio y la proteína cuando pasemos por una pena moral, de esas que te hacen voltear al cielo?

Hasta por conveniencia hay que tener una vida espiritual activa y esa misma vida nos dará energía para cuidar las demás áreas.  Un espíritu fuerte nos da la capacidad de enfrentar cualquier desbalance a nivel físico y mental.

¿De qué estamos alimentando nuestro espíritu? ¿Se puede ser religioso y no espiritual o espiritual y no religioso? ¿Nos conviene separar una cosa de la otra?

No lo creo. No nos conviene.

Si el espíritu es el lazo de unión de nuestro Creador contigo y conmigo y este lazo se alimenta de aquello con lo que nutrimos nuestra alma, entonces, meditemos cómo y con qué la estamos nutriendo para que nos demos cuenta del “Ser” con quien estamos en comunicación.

Si alimentamos nuestro espíritu de esoterismo, de filosofías riesgosas como todas las que la Nueva Era (New Age) nos ofrece disque para acercarnos a cierta idea de dios o buscamos esa unión pensando que en el yoga está todo, no esperemos que el Dios que creó el cielo y la tierra nos responda.

No esperemos resultados que provienen de su infinito amor porque no estamos acudiendo a Él y en su lugar hemos puesto a otros dioses. Entre más trabajemos por alimentar a nuestro espíritu de lo que le corresponde tendremos un alma más fina, delicada y libre. Esto hará alcanzable nuestro desarrollo espiritual y por ende nuestra relación con Dios será cada día mejor.

¿Qué pasaría si un día comiéramos eso que de antemano sabemos nos caerá pesado al estómago? O quizá no lo sabíamos, pero nos cae mal de igual forma. Por supuesto que nuestro cuerpo lo rechazaría. A lo mejor no de inmediato, pero sí en pocas horas. Empezaríamos con dolor estomacal, alergias y con todo eso que solemos hacer cuando algo no cae bien a nuestro intestino.

Pues lo mismo pasa con la mente y con el alma. De repente nos sentimos inquietos, vacíos, no encontramos nuestro sitio en ningún lado, estamos sin paz y hasta tristes. ¿Por qué sucede? Porque el alma también se puede enfermar si no se le alimenta de lo que le es propio, de una espiritualidad profunda.

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