La Sagrada Familia es una iglesia que se encuentra en construcción en Europa, concretamente en Barcelona.
Su párroco, y vicepostulador de la causa de beatificación de Antoni Gaudí, el padre Lluís Bonet, nos abre las puertas.
Este sacerdote nos hace de cicerone por la tumba de Gaudí, enterrado en la cripta, y nos enseña documentos, periódicos de la época y las carpetas que contienen la documentación que avala el proceso de beatificación, que está en estos momentos ya en Roma a la espera de que se declare a Antoni Gaudí i Cornet (1852-1926) venerable.
Antoni Gaudí, apasionado arquitecto, ha dejado una obra que refleja su conocimiento de la naturaleza, su piedad, su amor por la liturgia y también por el prójimo, su patria, su lengua, su cultura y su familia.
Su obra más conocida internacionalmente es precisamente la Sagrada Familia.
Él ya lo dejó todo dicho en piedra. Juan Pablo II, en otoño de 1982, visitó la Sagrada Familia, y dijo:
El papa Benedicto XVI consagró este templo en noviembre de 2010.
Hoy este edificio es uno de los más emblemáticos de Barcelona y atrae a personas de todos los continentes. “Muchos japoneses”, le comento al cura Bonet, que me corrige: “No son sólo ellos: viene gente de todo el mundo”.
Las estampas e información están traducidas a decenas de idiomas, del esloveno al coreano.
¿Tiene miedo, sabiendo que querían atentar contra la Sagrada Familia?, le espeto al sacerdote mientras, llave en mano, abre la puerta de la cripta de Nuestra Señora del Carmen y me lleva a ver la tumba de Antoni Gaudí.
Se gira, mira a una capilla lateral donde se exhibe un precioso crucificado y me responde mirando a Jesucristo: “¿Miedo? A él le asesinaron. Pues ya está”.
Bonet vive desde hace 24 años en la que fue la casita de Gaudí, justo en el exterior a mano izquierda de la fachada de la Gloria.
Este cura es hijo del arquitecto Bonet, que en época de Gaudí seguía las obras de la Sagrada Familia.
Bonet guarda en su mente muchas anécdotas y recuerdos. Le pregunto si para 2026, centenario de Gaudí, cree que ya será santo. Me vuelve a mirar fijamente y responde que “ya se verá”. No le angustia.
Él ha estudiado y escrito sobre las virtudes de este cristiano arquitecto catalán, y está convencido de que llegará a los altares.
Antes de saludarle, me entrega boletines que recogen correspondencia, testimonios y escritos sobre Gaudí. “La gente nos cuenta favores, pide gracias, se comunica continuamente con nosotros”, cuenta.
Aparte del fervor de los creyentes, Gaudí atrae también a turistas, que ven, como el nuncio Ragonesi en 1915, al “Dante de la Arquitectura” en Gaudí, y a la Sagrada Familia como “el más grande poema cristiano en piedra”.
Entre los testimonios que recogen los boletines de Gaudí, hay uno simpático: “A Gaudí le recuerdo con un largo abrigo viejo y que metía las manos en el bolsillo y sacaba cacahuetes”.
Lo dice Xita Sugranyes, quizá la única persona viva que recuerda el día de la muerte de Gaudí, en una de las entrevistas que recoge el boletín El arquitecto de Dios, que edita la Asociación Pro Beatificación Antoni Gaudí, creada el año 1992. Mandan el boletín a quien lo desee recibir: guadibeeatificatio@mail.com
La oración para la devoción privada a Gaudí es esta:
Dios, Padre nuestro, que infundiste en tu siervo Antoni Gaudí, arquitecto, un gran amor a tu creación y un ardiente afán de imitar los misterios de la infancia y de la pasión de tu Hijo, haz que, por la gracia del Espíritu Santo, yo sepa también entregarme a un trabajo bien hecho y dígnate glorificar a tu siervo Antoni, concediéndome, por su intercesión, el favor que te pido (pídase). Por Cristo Señor nuestro. Amén. Jesús, María y José, ¡alcanzadnos la paz y proteged a la familia! (Tres veces).