Mientras el venezolano padece por falta de medicinas, el gobierno se lucra a través de una triangulación
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La falta de medicamentos en Venezuela es pavorosa. Cada día es más severa la situación. Por más perverso que un gobierno pueda ser, el tema de la salud figura entre las prioridades a atender, al menos para la galería. Hasta en Cuba se han ufanado siempre de mantener a la población, oprimida y constreñida en sus más elementales derechos, pero con “servicios de salud eficientes”.
Sabemos que esto no se ajusta exactamente a la realidad y que “exportan” médicos que no son tales, pero es la verdad que al gobierno le ha interesado difundir. El asunto es que guardan las apariencias puesto que la urgencia humanitaria es ineludible, aún en estado de guerra.
En Venezuela no existen los antialérgicos. Imposible conseguir un medicamento para el corazón, el sistema nervioso o la hipertensión. Si le duele la cabeza, ruegue por encontrar aspirinas. Ni siquiera curitas para tapar una herida menor puede usted comprar en una farmacia. Ha llegado a escasear el algodón y el alcohol. Si usted debe operarse, tiene que llevar hasta las jeringas para inyectarse.
No hay medicamentos para los diabéticos y aún los enfermos de Parkinson deben hacer de tripas corazones para proveerse. Y así podríamos continuar enumerando la lista interminable las emergencias de salud que no pueden ser atendidas. Solo se salva el que dispone de algún pariente o amigo que les de una mano y se las envíe desde el exterior.
Una denuncia que ha recorrido las redes agrega indignación al ya explosivo cuadro. Procede de Manuel Rodríguez Moreno, un venezolano que se trasladó hasta Colombia a buscar medicamentos de primera necesidad para su familia. Lo que supo lo sublevó. El medicamento que compraba figuraba como “hecho en Venezuela”. Indagó con el dueño de la farmacia (una red inmensa que opera en Colombia) en torno a si la frecuencia del medicamento era regular o se trataba de los últimos lotes que les quedaban en stock. Su sorpresa fue grande ante la respuesta: la distribución es regular. Nunca les ha faltado.
La pregunta es obvia, si un medicamento es fabricado en Venezuela y no se consigue en este país sino fuera, ¿a qué responde la irregularidad?
“La respuesta a esta pregunta -continúa Moreno- me la ofreció una persona ligada a los laboratorios venezolanos, días atrás, pero no quise difundirla hasta no comprobarlo. Resulta que los laboratorios están recibiendo dólares preferenciales a fin de importar materia prima para la fabricación de medicamentos. El detalle está en la condición: deben vender toda su producción al gobierno a los precios regulados que el mismo gobierno impone. Lo que el gobierno hace con los medicamentos -explica- es venderlos a través de una de sus empresas exportadoras. Y lo hace en el exterior a precios 3 o 4 veces por encima de lo que pagó por ellos”.
¿Resultado? Que mientras unos cuantos se benefician del sobreprecio con este negocio, el pueblo la pasa cuesta arriba para sobrellevar sus problemas de salud.
Algún día tendremos la cuenta completa de los venezolanos que han fallecido por falta de medicamentos, por no haber podido continuar los tratamientos, por carecer de atención adecuada en los hospitales porque no hay insumos. Mientras el venezolano padece por falta de medicinas, el gobierno se lucra con esta triangulación. Un caso desfachatado de crimen contra la humanidad. Es lo que los obispos venezolanos denuncian como “moralmente inaceptable”. Esto clama al Cielo.