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5 trucos geniales para vivir bien la misa con niños

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Claire de Campeau - publicado el 20/08/17
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¿Cómo ir a misa el domingo sin chocar ni fracasar con nuestros pequeños? Varias mamás ofrecen claves para vivir este encuentro semanal con serenidad, paciencia y amor

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El papa Francisco ha dicho: “No me gusta que se eche de la iglesia a los niños pequeños que lloran durante la misa. Su llanto es la mejor prédica. No molesta. Puede ser la voz de Dios”. Formidable ánimo a no renunciar a este encuentro semanal con Jesús por el hecho de que nuestros hijos no tienen lugar en él antes de los cinco años. Sin embargo para que una misa con niños sea beneficiosa para todos y cada uno hay que prepararla. Y estas mamás tienen las mejores experiencias para compartir…

Anticipar para gestionar mejor

Una misa con niños se prepara: libritos, pañales y toallitas, a veces algún dulce para los más pequeños. María Manuela prevé “pequeños libros de misa, algunos pequeños juegos no ruidosos y relacionados con la fe, como por ejemplo animales del arca de Noé”.

¿Por qué no leer la lectura del día de camino a la iglesia? Este podría ser un buen medio parar prepararles a abrir sus orejas para escuchar la Palabra de Dios.

Ana anticipa ya sus futuras misas con hijos: “Más tarde creo que leeremos juntos las lecturas antes de la misa para que estén más atentos. Sofía, madre de dos pequeños, “les hace correr y cansarse antes; hay que salir por tanto temprano“. Salir con suficiente antelación permite también escoger un buen lugar, el mejor estratégicamente.

Un lugar estratégico

Algunos padres prefieren colocarse discretamente al fondo de la iglesia, cerca de la puerta de salida. En caso de gritos, “¡se evacúa rápidamente!”, explica Celia.

Pero para María, madre de 7 hijos de 7 meses a 10 años, no resulta mejor encerrarse al final de la iglesia. “Buscamos la primera fila para que vean bien. Explicamos regularmente el sentido de la misa y su desarrollo. Hasta los 2 años, les dejamos un juguete o un muñeco; para los demás, a veces un libro de misa durante la homilía. ¡Es importante sensibilizarlos! Intentamos hacerles comprender al máximo el misterio. Y no digo que no haya “fracaso”…”.

Para Ana, el lugar es muy simple: “Me pongo al lado de personas amables. Mi hijo se encuentra en brazos de abuelas que están encantadas y yo rezo durante ese tiempo”.

Guarderías, “peceras”,…

Las soluciones para las familias existen. Dependen mucho de las iglesias, los sacerdotes y las comunidades. Las guarderías realizan un gran servicio a muchos padres que pueden -finalmente- encontrar un tiempo de recogimiento y de oración en medio de una semana bien agitada.

María Emilia, madres de tres niños de 3 años, 2 años y 2 meses, no tiene guardería en su parroquia, pero ¡es su sueño! Para ella “es preferible dejarlos en la guardería y pasar una buena misa a regañarlos e impedir a sus vecinos rezar. Es una misa, no otra cosa… hay que tener respeto por Dios, por los sacerdotes y por las demás personas. Un cura decía que valía más dejarlos en la guardería que pasar la misa intentando mantenerlos porque verían la misa como algo desagradable. Creo que tiene razón”.

Catalina no está de acuerdo. Ella cree que los niños tienen su lugar en la misa: “No todos los sacerdotes reaccionan igual. Al de la parroquia de mis padres le gusta mucho ver a niños pequeños en misa porque, como él dice, cada vez es más raro y son pequeños y hay que acostumbrarlos. Si un niño grita, es normal, ¡no le vas a abofetear!”.

Ingrid, madre de tres niños, aprovecha regularmente la guardería durante la misa, “pero empiezo a culpabilizarme porque nuestros hijos vienen como turistas”.

En otras iglesias, una sala acristalada, a veces equipada con una pantalla para seguir la misa sin molestar a los demás, se reserva a las familias.

Esta solución sin embargo no gusta a todos. Clara explica: “Me duele mucho dejarlos a un lado, aun por una buena causa, en una sala con un micrófono malo, una pecera a un lado de la iglesia donde todo el mundo grita, con el pretexto de que no se nos oiga. En nuestra parroquia hay una sala llena de libros y juegos de todo tipo y mis hijas de 5 y 3 años y medio lloran para ir ahí, cuando necesitan tiempo para aprender a seguir la misa”.

Ana profundiza en ello: “Probé una vez… y les dije que en ese caso me quedo en casa y miro la televisión”. Ludivina matiza: “Me gusta como madre que se pueda tener un lugar donde ir con los niños para aislarse. Pero todo está en la medida y el estado de ánimo. A veces he tenido la impresión de que la invitación a ir a este tipo de salas es de hecho una invocación imperativa y urgente. ¡Bastante desagradable y poco fraterno como mensaje!”.

La solución del despertar a la fe a partir de los 3 años es muy apreciada. Este tiempo pasado “durante la misa” toma todo su sentido con una explicación de la liturgia hecha específicamente para niños. “Incluso los más movidos se quedan más tranquilos por el hecho de tener un momento adaptado a su edad antes”, explica Ana.

Habituar a los niños al silencio y a la calma

¿Cómo orar con niños revolviéndose, riéndose y moviéndose entre las piernas? ¿Cómo recogerse sabiendo que nuestros hijos molestarán a los que están al lado? La gran mayoría de los padres hacen lo posible para tener a sus querubines en su lugar pero a veces los mayores esfuerzos no son nada frente a la obstinación… de un niño enfadado.

“No es fácil rezar con un niño nervioso, entonces ayudémonos unos a otros -pide Catalina-. Expliquemos al niño por qué hay que hablar bajito, hagámosle visitar la iglesia durante la misa, mostrémosle las imágenes, el Via Crucis, la Virgen María,… Así le despertaremos a la fe”.

“Es importante permanecer en calma y evitar reñir a tu hijo durante la misa -añade-. Cuanto más se enoje, más molestará y más ruido hará. Personalmente prefiero oír a un niño jugar en su rincón durante la misa que a un niño constantemente quejándose a unos padres nerviosos”, añade.

Celina está de acuerdo: “Tengo tres hijos y me parece que lo mejor es estar delante para que estén más atentos y sobre todo dejarles hacer… bueno, si gritan por supuesto que no, pero me he dado cuenta de que cuando les pido que no hagan ruido es peor”. Ana concluye: “Y a veces los padres son más ruidosos que sus hijos…”.

A Ofelia le encantaría no enfadarse. Esta joven madre de una familia muy numerosa nos confía su pena: “Temo la misa con todos los niños… y esto desde el sábado. Se mueven tanto… ¡en cuanto uno se pone de pie, otro se levanta! Con 7 hijos, de los cuales 5 niños, la misa se ha convertido en un calvario para mí”.

¡Suelta la cuerda y ora!

Sofía se fija un objetivo cada domingo: “Hacerles comprender que el lugar y el momento son sagrados y que este es el sitio para recibir la fuerza para amar. Pasamos como por una montaña rusa, se acerca, se aleja… cuando se excitan o se enfadan, sin embargo trato tanto como me es posible de confiarlos al amor de Dios”.

No hay que desesperarse ante el comportamiento de nuestros hijos en misa, pedir ayuda al Señor y, por qué no, a la gente, cuando el pequeño grita y los mayores quieren ir a comulgar. Jesús era el primero en “dejar ir a Él a los niños”, no los excluyamos de la iglesia pero tampoco los convirtamos en los reyes. Todo con equilibrio y sentido común.

Fanny, madre de tres hijos, ha encontrado la solución expatriándose a África: la misa al aire libre, sus hijos van y vienen más fácilmente.

Ella nos explica una anécdota para dejar de culpabilizarse: “El domingo pasado, las gallinas caminaban en medio de la iglesia al aire libre, los niños corrían cerca, y se oía un gran “¡Coc-cooooooc!”. Y de repente mi hijo me dijo: “¡Mamá! Las gallinas no se portan demasiado bien en misa, ¿ehhh?”.

 

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