Todos los domingos y días santos, el Papa Francisco tiene la costumbre de saludar a los peregrinos en la Plaza de San Pedro, decir algunas palabras de aliento y rezar el Ángelus (o Regina Caeli, en tiempo de Pascua) con los presentes, desde la ventana de su estudio, que domina la plaza de San Pedro en el Vaticano.
Esta audiencia, que es pública y gratuita, no requiere entradas para asistir y suele ser muy breve. Lo interesante es cómo surgió este saludo y qué Papa lo inició.
Pues bien, este se produjo por primera vez el 11 de febrero de 1959 con el papa Juan XXIII, quien fue elegido en 1958 y se le conoce sobre todo por haber convocado el Concilio Vaticano II.
Durante este primer Ángelus, Juan XXIII recalcó la importancia de esta fecha en particular, que marcaba tanto el comienzo de la Cuaresma, como el centenario de la primera aparición de Lourdes.
La idea de penitencia en el discurso de la Virgen
Explicó el fuerte vínculo que existía entre estos dos acontecimientos de la siguiente forma:
"El comienzo de la Cuaresma coincide con las apariciones en Lourdes porque la idea de penitencia se encuentra en el núcleo del discurso de la Virgen. En su octava aparición, que tuvo lugar el 27 de febrero, repitió en tres ocasiones, con los ojos empañados de lágrimas: 'Penitencia, penitencia, penitencia… Rogad a Dios en la tierra por los pecadores'. Asimismo, de manera muy simbólica, su primera aparición tuvo lugar el último día de carnaval, que anuncia el fin del periodo de fiesta antes de los 40 días de abstinencia".
Además, el papa Juan XXIII aprovechó esta audiencia para recordar a los fieles la fecha del aniversario de los Pactos de Letrán, que supusieron el reconocimiento del Vaticano como Estado independiente.
El Ángelus hoy
No obstante, durante su pontificado solo llegó a recitar algunos Ángelus. Fue el Papa Pablo VI el que realmente convirtió esta bendición papal en una tradición, ampliándola para incluir discursos específicos a varios grupos lingüísticos presentes. A menudo, el Papa llama la atención del mundo sobre una causa particular de preocupación y pide al mundo que aumente las oraciones.
En ocasiones este discurso sufre adaptaciones, en función de la multitud presente o del contexto político y social internacional.
Originalmente, la audiencia se dirigía solamente a los fieles presentes en la plaza, pero hoy en día y gracias a las posibilidades que ofrece Internet, el Papa puede dirigirse a los fieles de todo el mundo.