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El diseño de moda es una carrera artística que se da en muchas universidades de prestigio. Entre las mejores del mundo se encuentran la St. Martins de Londres y la Parsons de Nueva York.
La profesión del diseñador de moda es una ocupación difícil. Requiere talento, trabajo duro, perseverancia y suerte para alcanzar el éxito internacional. El diseño de moda en algunos aspectos es similar a los demás campos relacionados con la creatividad.
Alguien diseña nuestras casas, interiores de automóviles, objetos de uso cotidiano, jardines. De alguna manera, los beneficios de la utilización de dichos diseños, atractivos visualmente, no molesta a nadie. ¿Por qué el uso de ropa que va en tendencia o utilizar un mejor labial es considerado como algo frívolo?
Existen algunas mujeres que se han tomado como prioridad lucir un bonito peinado y vestir con gusto un domingo por la mañana. Da alegría ver por medio de un bolso de moda, unas pestañas pintadas y zapatos de tacón, que echen por tierra el conocido mito de que dicha atención hacia sí mismas sea únicamente para llamar la atención.
¿Por qué a las personas con estilo, que siguen las tendencias de la moda y (en especial) a los católicos, los consideramos vanidosos?
Probablemente ningún campo de las artes aplicadas haya estado tan desacreditado como el diseño de moda. Lo asociamos, por lo general, con el vacío moral, la superficialidad, el lujo y el despilfarro de dinero.
Cuantos más elementos comerciales, absurdos e inmorales, se cuelan en el negocio de la moda, tanto más, a nosotros los católicos, todo el brillo asociado a las tendencias, la ropa y las modelos nos parece más hostil. Sin embargo, ¡no es así!
Enseñar a las mujeres a resaltar sus puntos fuertes
Soy estilista y periodista de moda desde hace 13 años. He impartido cursos de formación sobre el estilismo en las grandes empresas. He vestido a las celebridades y modelos para sus sesiones de fotografía para periódicos y anuncios. Ya desde mi infancia me he interesado por el estilismo, no por el diseño de ropa, sino por su combinación, por la creación de la imagen, por expresar algo a través de la ropa. Inventaba siempre nuevos looks para mis muñecas (como, probablemente, todas las chicas), y también para mis amigas.
Luego vino la etapa de la creación de los vestuarios para obras de teatro escolares, para mis propios «desfiles de moda» y fiestas temáticas para los padres. A la edad de 13 años, junto con mi prima, escribí incluso un libro sobre las tendencias y estilos en la moda.
Mis padres —ambos católicos y conservadores— nunca hicieron que sintiera que hacía algo malo, vacío o innecesario. Incluso cuando recortaba siluetas de las modelos de las cubiertas de las revistas y las pegaba en la pared.
El arte del estilismo me lo enseñaron mi madre y su hermana. Mi tía vivía en los EE.UU. y ella siempre nos informaba de «lo que se llevaba». Recuerdo a mi madre con el peinado de moda y los zapatos de tacón ancho (elegantes éxitos de la moda de los años 90).
Pasión por la belleza
Después de unos años llegué a trabajar en la editorial de la revista Marie Claire como ayudante, y fue ahí donde me enteré de la existencia de la profesión del estilista. Mi padre me dijo entonces: «Se me hace difícil creer que tus juegos infantiles se han podido convertir en un verdadero trabajo».
Al principio, aquel trabajo fue duro para mí: corría con bolsas llenas de ropa y calzado por la ciudad, planchaba montones de cosas y las colocaba en cajas de cartón. También tenía que llamar a París y organizar las apariciones de mi jefa en los desfiles de moda de los diseñadores más famosos del mundo.
Entonces me di cuenta de que no trabajábamos solo con «trapos». Creábamos una especie de visión artística, inspiración, modelo de belleza, cuyo objetivo era divertir y enseñar a las mujeres cómo acentuar sus puntos fuertes.
Llegaba el fotógrafo, discutía la idea con el jefe del departamento de moda y así se desarrollaba la sesión. La historia visual contada por la ropa. Luego, en los días previos a Internet e Instagram, la moda era realmente algo especial, y para mí también importante. Las personas con las que trabajé fueron arquitectos de profesión, licenciados en artes gráficas, pintura y periodismo. Todos ellos se dedicaron a la moda por su pasión por la belleza.
La moda: una forma de expresar los sentimientos
Cualquier campo puede convertirse en una herramienta para promover el mal. Ciertamente, el impulso para el consumo, la eterna juventud, la visión idealista de la feminidad, que mueve el actual negocio de la moda, es una herramienta así.
Vivir la moda es una forma de expresar los sentimientos, haciendo hincapié en el estado de ánimo y nuestro carácter. Es un código cultural que utilizamos en el trato con los demás.
La historia de la moda está llena de referencias que solo saben leer entrenados eruditos. La antigua Grecia, vuelos al espacio, el cómic, la pintura abstracta, mosaicos bizantinos, folclore africano, elementos militares, la literatura, los deportes... Encontramos todas estas temáticas en las pasarelas de París, Nueva York, Milán y Londres. En la moda tenemos tanto el humanismo como el anhelo de belleza eterna, que es, después de todo, un regalo de Dios.
La moda no tiene que estar centrada en la sexualidad
Hace 40-50 años, una mujer bien vestida en la calle era algo natural. La generación de nuestras abuelas coleccionaba guantes, modificaba cuellos para que parecieran más actuales y se ponían rulos en la cabeza para que coincidieran con las tendencias actuales en la peluquería. Las señoritas se arreglaban también para ir la iglesia. La preocupación por ir vestida a la moda no le sorprendía a nadie. ¿Por qué es diferente hoy en día?
Solo depende de nosotras mismas lo que haremos con la moda y cómo nos posicionaremos frente a ella. Una cosa es cierta: el uso del bien y de la belleza, que se asocia con la moda, no es un pecado. Podemos realizar el slow fashion. Podemos ser unas minimalistas. Podemos jugar en el fair trade (comercio justo), en la moda ecológica, la moda local y el reciclaje de ropa.
Miremos con admiración a las católicas estilosas. Observemos la satisfacción en los ojos de sus maridos y sus hijos. No olvidemos el código cultural que crea la moda y que es parte del patrimonio de nuestra civilización.
Y, finalmente, recuerda que todo lo que usamos, incluyendo un par de zapatillas de deporte del supermercado más barato, fueron diseñadas por alguien.