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Cada vez me deja más perpleja como ciertas revistas de moda abogan por un empoderamiento de la mujer a través de una perspectiva sensual en el vestir. Comparto totalmente la opinión de que una mujer segura se viste como ella quiere, faltaría más.
Pero no todo acaba ahí: una mujer segura se conoce y se quiere y, justamente por eso, sabe que no es necesario alzar la bandera de ¡puedo ir vestida como quiero! Y con ello acabar cayendo en un falso feminismo que le lleve a sexualizarse.
Una mujer segura y amante de la moda está al día de las últimas tendencias de la temporada: vestidos cut off, tops en equis, vestidos slip, colores flúor, prendas fishnet… pero es totalmente libre a la hora de vestir. Y si las tendencias no van con ella, no vive condicionada por la moda que tiene a su alrededor.
Muchas de las jóvenes de hoy en día viven rendidas ante estándares de belleza que los llevan a ser esclavas de una hipersexualización. A lo largo de muchas generaciones, las mujeres hemos tenido ciertos referentes en la moda, los cuales han marcado una época específica con su estilo, elegancia y saber vestir. Y, lo más llamativo, han sido capaces de superar el paso de los años manteniéndose como íconos de la moda para abuelas, hijas y nietas.
Pero, tristemente, en este mundo que avanza cada vez a ritmo más vertiginoso, la moda ha dejado de lado el pasado, la herencia y, de esta forma, el arte, para dejar paso a una sociología sectorial con una carga ideológica que se refleja sobre todo en el street style.
¿Libertad o presión social?
Cada vez más, las cuentas de Instagram de muchas jóvenes y adolescentes siguen las tendencias de sexualización a través del vestir; dejando su personalidad soterrada trás tops de rejilla, shorts mínimos, escotes imposibles o filtros de apps que muestran cuerpos voluptuosos e irreales.
Pero ¿dónde está la libertad cuando todas buscan las mujeres lo mismo tras una sigilosa presión social? Históricamente, tenemos experiencias más que suficientes para dejar de pensar que la hipersexualización aporta beneficios a la esencia de la mujer y efectivamente no la hace más imperturbable.
Es fácil observar como la forma natural y clásica del vestir siempre ha estado ligada o fundamentada de alguna manera en la naturaleza sexuada. Es decir, las prendas históricamente han sido confeccionadas según la naturaleza masculina y femenina.
El discurso no es “que la mujer se tenga que ocultar para sentirse libre”. Sino dentro de mi feminidad, de mis atributos, de lo que soy: ¿qué busco transmitir con mi cuerpo? ¿Está es la carta más bella de presentación de lo que soy?
La moda es para vestir y realzar nuestro valor como mujeres y no para desvestirnos ante la presión de las solicitaciones de la moda. Es preciso formar un pensamiento crítico a las jóvenes para que busquen una moda que ordene la delicadeza que su cuerpo proclama, una moda donde reine la discreción antes que perseguir miradas de una curiosidad insana.
En definitiva, una moda que permita una congruencia con una manera de vivir que invite a preservar la dignidad de la persona.