La Diócesis brindó más de 70.000 almuerzos desde que abrió el paso “Divina Providencia” en la frontera Colombia-Venezuela
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Es una olla gigante y humeante. Mientras una mujer la revuelve con un enorme cucharón, otras que la rodena siguen de cerca el proceso de cocción. No lo hacen para controlar, sino más bien para ayudar.
Este ejemplo es tan solo una simple postal del espíritu servicial que se vive por estos días en Cúcuta, una ciudad colombiana fronteriza con Venezuela, que desde hace más de un año representa un verdadero punto de hermandad entre dos pueblos, más allá de las idas y vueltas a nivel de los gobiernos con respecto a los controles.
En los últimos meses esta zona también se ha transformado en un cruce de sueños y esperanzas de miles de personas que pasan desde Venezuela a Colombia en búsqueda de nuevos horizontes y mejores condiciones de vida.
Se trata de una población migrante integrada principalmente por venezolanos y también colombianos, de los cuales muchos atraviesan una situación de verdadera vulnerabilidad.
Es por ello que desde el mes de junio, la Diócesis de Cúcuta, por iniciativa de monseñor Víctor Manuel Ochoa Cadavid, puso en marcha en la Parroquia San Pedro Apóstol, del municipio local Villa del Rosario, la casa de paso “Divina Providencia”.
El principal objetivo es “brindar una ayuda espiritual, pastoral y material a las miles de personas que diariamente llegan a Colombia”, detalla la propia diócesis.
“La Diócesis de Cúcuta quiere vivir la caridad. Quiero lanzar una palabra de aliento a todos los que ayudan con cariño a los hermanos de Venezuela”, expresó Ochoa Cadavid.
Este espacio fue inaugurado el pasado 5 de junio y a dos meses de funcionamiento se han entregado más de 70.000 almuerzos y eso ha sido posible gracias a una auténtica sinergia entre sacerdotes, religiosos, movimientos y otros benefactores que han estado entregando sus tiempos y bienes materiales al servicio del que más lo necesita.
“Salimos de aquí agradecidísimos. Estamos sufriendo porque allá (en Venezuela) no hay manera de cómo sostenernos de trabajo. Cuando encontramos una parte como esta que nos ayudan, de corazón, en el nombre mío y de muchísimos compañeros agradecemos eso”, dice uno de los migrantes que han recibido muestras de caridad y amor en este lugar de paso colombiano.
Las “Ollas Comunitarias”, esas que son revueltas con tanto amor y caridad, forman parte de otras de las iniciativas dentro de esta Diócesis colombiana. Esta instancia también cuenta con el apoyo de la comunidad y el Banco Diocesano de Alimentos, entre otros.
En otras de las partes de la zona, a través del Centro de Migraciones Diocesano, además de los alimentos, también se está brindando alojamiento y comida a más de 800 desplazados, “deportados, retirados y migrantes”, detalla la Diócesis.
Una zona de intenso movimiento
“Por el Puesto de Control Migratorio ubicado en el Puente Internacional Simón Bolívar, en Villa del Rosario – Norte de Santander, se mueve cerca del 90% de las personas que transitan por zona de frontera. El promedio diario de personas que entran y salen del país por este puente es cercano a los 50 mil registros, un flujo alto que sólo puede ser interpretado si se tienen en cuenta tanto las cifras de entrada como de salida, toda vez, que lo que se evidencia en esta zona es el ingreso de personas que vienen a abastecerse de alimentos, a citas médicas, a comprar productos de aseo, a estudiar e incluso a trabajar, y en las noches regresan a su país”, el director general de Migración Colombia, Christian Krüger Sarmiento, prosigue la Diócesis.
Según los últimos reportes, más de 22.000 ciudadanos venezolanos que hasta el mes de agosto se encontraban en forma irregular en Colombia hoy tienen un nuevo estatus migratorio. Esto fue posible debido a la expedición de su Permiso Especial de Permanencia (PEP) que otorga Colombia.
Así pues, gracias a la labor desarrollado por la Iglesia de Cúcuta, el migrante experimenta una instancia de verdadera acogida en un contexto de incertidumbres y expectativas. Sin dudas un abrazo y una caricia que jamás se olvidará.
Con información de la Diócesis de Cúcuta
Foto Archivo