Un ícono argentino que consiguió un lugar de privilegio entre los dulces del mundo
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Los hay de tapa dura o tapa blanda. Bañados en chocolate, azúcar impalpable, o sin ningún tipo de cobertura. Siempre rellenos, puede ser de dulce de frutas, mouses, o dulce de leche /manjar.
En la Argentina, se venden 6 millones de ellos por día, lo que equivaldría a más de un alfajor por cada 7 habitantes. Se trata del alfajor, de nombre árabe y origen andaluz, pero con una trayectoria en varios países de América que lo han convertido en ícono de numerosos pueblos y ciudades.
Ha de aclararse que el alfajor americano poco tiene que ver con el también delicioso y exquisito conocido como alfajor andaluz, cuya forma de bastón y sabor a almendra y avellana puede probarse sobre todo en tiempos de Navidad. Sí tiene mucho que ver con la elaborado en Valverde del Camino, en Huelva.
La estructura del alfajor americano es muy sencilla, similar al de Valverde del Camino y otras localidades de España, y es lo que se repite en todas sus versiones: dos galletas deben contener un relleno dulce y espeso.
Aunque la popularidad en la Argentina lo ha convertido en un ícono de este país, y quizá haya en él más versiones del alfajor que en cualquier otro y a toda época del año, hay alfajores en varios países de América Latina. Y todos deliciosos.
Los “chilecitos” rellenos de manjar, o los alfajores chilenos cubiertos de chocolate nada tienen que envidiar en sabor a los producidos de manera industrial en la Argentina, y que logran ser exportados a distintos países del mundo.
En España, por ejemplo, hasta hace 15 años apenas podían conseguirse en tiendas orientadas especialmente a los argentinos, junto a la infaltable yerba. Pero hoy se consiguen en varias tiendas de El Corte Inglés.
Bien se podría abrir en Roma una tienda de alfajores, para comercializar la decena de alfajores que le regalan al papa Francisco desde vecinos y conocidos suyos de la Argentina, hasta líderes mundiales como la mandataria Angela Merkel.
Pero además de los que suelen regalársele al papa Francisco, de origen marplatense y similar a los que pueden conseguirse en muchas cafeterías de la Argentina, suele haber alfajores regionales de distintas provincias argentinas, con características distintas en cada caso, como los salteños o cordobeses.
En general varía el relleno, que puede ir de un merengue a dulce de higo, sin obviar nunca, como se ha dicho, la versión de dulce de leche. Y también la galleta, que va desde versiones más crocantes a más otras más suaves. Los hay incluso triples.
Para celebrar al alfajor, desde julio se expone en Buenos Aires una muestra sobre este producto tan típico, que si bien puede encontrarse en distintos países, penetró en la cultura argentina tanto como el mate. Las primeras recetas argentinas del alfajor se remontan a mediados del siglo XIX, según se aprende en la muestra expuesta en el Museo de la Ciudad de Buenos Aires (hasta el 13 de septiembre).
La primera imagen que se tiene de la venta de alfajor es una litografía de 1844, en la que se observa un caso de venta callejera. E incluso, se aprende en la muestra, uno de los escritores de la Constitución Nacional de 1853, corazón del ordenamiento civil argentino, se alojó durante la asamblea en Santa Fe en una alfajorería.
Con un Papa argentino, el alfajor consiguió un lugar de privilegio entre los dulces del mundo. En la Argentina es ya un ícono de su cocina por su explosión y consumo todo el año, pero es un clásico en la cocina del sur de España y en varios países de América Latina. En todas sus variantes, roba sonrisas a niños y adultos.