La santa mística tenía gran devoción al esposo de la VirgenÁvila es ciudad de encanto. Quien llega a ella respira en cada uno de sus rincones la presencia de Santa Teresa de Jesús, sobre todo en su casa natal, hoy Iglesia de Santa Teresa, y en el Monasterio de la Encarnación, uno de los lugares esenciales en la vida de la mística y reformadora de la Orden del Carmelo, ya que allí permaneció por más de 30 años.
Son varios los tesoros espirituales y curiosidades que guarda en su interior este monasterio, pero entre ellos -por la peculiaridad de la historia- llama la atención la imagen conocida como “San José el Parlero”, efigie del padre adoptivo de Jesús que la religiosa llevó al convento en 1571 cuando fue nombrada su priora.
Se dice que cuando tomó posesión como superiora -conociendo la terrible negativa que había por parte de la mayoría de las monjas, quienes no querían recibirla-, Teresa decidió llevar consigo una imagen de San José con el título “Del Patrocinio”, que ubicó el día de su posesión en la silla subprioral, junto a una imagen de la Virgen que situó en la silla prioral.
Cuentan que la mística, ya como priora, oró y pidió a San José que le contara todo lo que ocurría en el monasterio; solicitud que el santo patriarca muy presto le concedió: las monjas de la Encarnación estaban convencidas que le padre adoptivo de Jesús le contaba a la Madre Teresa cada falta que cometían. De allí el nombre de “San José el Parlero”. Dicen que de tanto hablar y hablar, la imagen quedó milagrosamente con la boca abierta.
Lo cierto es que Teresa de Ávila, así como fue una gran difusora de la devoción a la infancia de Jesús -prueba de ello es que llevaba una imagen del pequeño hijo de Dios a cada una de sus fundaciones-, también lo fue de San José, confiando a su patrocinio y protección cada fundación que realizó.
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Como expone en un documento el padre Pedro Tomás Navajas, carmelita teresiano, Santa Teresa “fue dejando por todos los caminos huellas de su amor a San José”. Once de los diecisiete conventos por ella fundados, están bajo el título del custodio del Niño Jesús, comenzando con su primera fundación en Ávila, y siguiendo con los conventos en Medina del Campo, Malagón, Toledo, Salamanca, Segovia, Beas de Segura, Sevilla, Caravaca, Palencia y Burgos.
Su devoción al patrono de la Iglesia Universal era tal que la santa confiaba plenamente en su intervención, recomendando que se le rezase con frecuencia, llamándole “Padre y Señor” y “mi padre San José”.
Teresa de Jesús, en una ocasión manifestó: “No me acuerdo hasta ahora haberle suplicado cosa que la haya dejado de hacer. Es cosa que espanta las grandes mercedes que me ha hecho Dios por medio de este bienaventurado santo, de los peligros que me ha librado, así del cuerpo como del alma; que a otros santos parece les dio el Señor la gracia para correr en una necesidad; a este glorioso santo, tengo experiencia que socorre en todas, y que quiere el Señor darnos a entender, que así como le fue sujeto en la tierra (…), así en el Cielo hace cuánto le pide”.
Artículo originalmente publicado por Gaudium Press