Sorprendente anuncio de dos investigadores de la University of British Columbia
Un hijo menos: la primera medida para detener el cada vez más evidente cambio climático. Esta es la opinión de dos investigadores de la University of British Columbia, Seth Wynes y Kimberly Nicholas, en un artículo publicado en la revista internacional Environmental Research Letters y que ha llamado la atención de numerosos medios de comunicación en todo el mundo.
Si atendemos a los datos que facilita el estudio, el impacto de esta reducción de habitantes sería muy notable: la emisión de dióxido de carbono a la atmósfera (el gas al que se acusa de ser el principal causante del temido “efecto invernadero”) disminuiría en una cantidad que oscila entre los 23.700 y los 117.700 kilogramos anuales.
El dato es sorprendente, pero no sólo por su dimensión, sino también por su enorme variabilidad. ¿Por qué hay una horquilla tan grande (94.000 kgs por año)? El motivo es sencillo y nos permite comprender cuál es el verdadero problema al que nos enfrentamos: la enorme diferencia entre las emisiones medias por persona y año de los países en desarrollo frente a las que tiene, por ejemplo, Estados Unidos.
De hecho, que las mujeres de la República Democrática del Congo tengan un hijo menos no supone un gran cambio, porque su escasa industria apenas emite CO2, mientras que mantener el tren de vida de los estadounidenses, según datos de Global Footprint Network -que desde los años 70 se dedica a medir la diferencia entre los recursos del planeta y nuestro consumo-, exigiría que la Tierra multiplicara por 5 su capacidad de producción de energía y alimentos. Aunque las familias de la República Democrática del Congo tienen de media 4 hijos más que las norteamericanas, cada hogar produce alrededor de 250 veces menos residuos. No es un problema de número de hijos, sino de estilo de vida.
Esto significa que reducir el número de hijos no es la clave para la sostenibilidad del planeta: no es una cuestión de natalidad, sino de egoísmo… y justamente es el egoísmo una de las causas más importantes en la disminución del número de hijos. ¡Queremos vivir muy bien, y consumir y viajar a nuestro antojo! Y esto tiene dos consecuencias: el descenso de la natalidad y el cambio climático. Son variables que caminan unidas, que no son contrarias: precisamente los países que están acabando con el planeta son los que tienen una menor fertilidad.
Quienes piensan que la solución es reducir el número de hijos esconden sus verdaderas intenciones: mantener una manera de vivir en el que las generaciones actuales consumen los recursos que les corresponden… ¡y los de entre 4 y 5 generaciones más!
La respuesta al cambio climático no está en dilapidar ahora los bienes de la Tierra a costa de reducir la población futura, sino en asumir la responsabilidad que nos corresponde a cada uno, adaptándonos a un desgaste menor de los recursos naturales… y la mejor escuela para aprender a vivir así es, como demuestra la experiencia, la familia numerosa.