Hay gente que arriesga mucho, hay gente que arriesga menos. Pero todo el mundo arriesga. ¿Y quién dijo que en el amor sería diferente? La gente sabe. Sentir amor es un trabajo de alto riesgo. Siempre lo fue. Hecho lluvia de viento, moja quien estuviera debajo. Tú te cubres, usas botas, tejido aislante, cubres tus pies con bolsas de plástico, te pones capas y gorros intentando evitar la menor gota, escoges un paraguas enorme, de cable reforzado, pero no hay manera: siempre sales con alguna parte del cuerpo mojada. Es un juego. Quien no quiere mojarse que se esconda en un lugar cerrado y espere a que el tiempo cambie.
Yo pienso en el amor de esa manera, ¿sabes? Como la lluvia y los incidentes de todo tipo. Un riesgo. En el fondo, todo tiene un riesgo. Todo trabajo es arriesgado, todo deporte es temeroso, toda aventura es peligrosa. Y ese negocio de huir de toda amenaza se convierte en una fea enfermedad, acorta nuestro tiempo, elimina posibilidades. Mete a la gente en un pavoroso estado de muerte en vida. Dios nos libre de ese mal.
Quien salta de un avión en un paracaídas sabe bien lo que está haciendo. En el momento adecuado, jala la cuerda y listo. Espera llegar al suelo, disfruta del paisaje, piensa en la vida, en el mundo de abajo, en el próximo salto. Menos en la posibilidad de que no se abra el paracaídas, cosa que, aquí entre nos, sucede de vez en cuando.
Pero la gente salta de todas formas. Toma precauciones, sigue las reglas de seguridad y va. Incluso sin garantía absoluta de que todo saldrá bien, la gente lo hace. Porque la vida es un riesgo y sólo vive quien está dispuesto a arriesgar.
Hay gente que arriesga mucho, hay gente que arriesga menos. Pero todo el mundo arriesga. ¿Y quién dijo que en el amor sería diferente?
Si no te preocupa, lo descuidarás
Sentir amor es arriesgado. Siempre lo fue. Quien abre el corazón no tiene garantía de nada. Incluso haciendo todo correctamente. Tú obedeces los procedimientos, sigues las reglas de seguridad y sigues en lo mismo: nunca sabes lo que va a suceder. Si “va a salir bien” o si te vas a estrellar allá abajo, es un misterio. Luego, cualquier preocupación en este caso es falta de ocupación. Y quien no se ocupa está desocupado, no trabaja por el amor, se acomoda, se recuesta, descansa, vacila, contribuye para lo peor siempre.
Aceptar la incertidumbre
El amor es un riesgo. No da garantía de nada. Quien quiere garantía hace un seguro. Los amantes son seres dotados de valor para aceptar lo incierto, viven su sentimiento honestamente, quieren y hacen lo mejor por el otro y por sí mismos. Enfrentan y vencen sus miedos, incluso el miedo a herirse nuevamente.
Sí, porque con el tiempo la gente aprende que el amor no es lo contrario del miedo, como quieren los loros repetidores de clichés. El amor y el miedo son hermanos inseparables. Quien tiene amor tiene miedo, sí. Tiene la humildad de asumir que siente miedo como toda la gente sensible. Pero también tiene el valor inmenso de enfrentarlo y de seguir adelante a pesar de sus temores.
Sin garantías
A continuación aparece un ser perfecto diciendo: “quien tiene amor no tiene miedo, usted está confundiendo amor con apego”. ¿Será realmente? Yo creo que no. “Apego” es justamente aquello que exige garantías de todo, los amantes no tienen garantía de nada. Y nosotros seguimos sin estar de acuerdo.
Qué se yo. Yo sólo estoy pensando. Pero pensar en el amor no lleva a la gente a ningún lugar ¿no? Quien piensa demasiado también corre un riesgo enorme, peor que ese otro. Riesgo de no amar ni ser amado. Yo prefiero arriesgar de otra manera. Voy amando como puedo, como quiero. Y después la gente ve lo que hace.
Por Andre J. Gomes, a través de Pazes