El obispo de El Paso (México) y una Carta Pastoral que “anuncia y denuncia” sobre el tema inmigración
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El Paso (Texas) y Ciudad Juárez (Chihuahua) –visitados en febrero de 2016 por el Papa Francisco—son una misma región, un mismo acento, quizá una misma cultura, solamente dividida por el Río Grande y por las fronteras humanas.
El pasado mes de julio, el obispo de El Paso, monseñor Mark J. Seitz, publicó una extensa Carta Pastoral en inglés y en español (“El dolor y el luto huyen”) en la que denuncia y anuncia.
Denuncia la demonización de la inmigración (o, lo que es lo mismo, la satanización de los migrantes); la militarización de la frontera entre México y Estados Unidos, y el “fallido” sistema de leyes migratorias de la nación americana “que divide familias enteras”. El anuncio es que, por parte de la Iglesia católica, siempre habrá un refugio para los migrantes, para los refugiados, para los hijos e hijas de Dios.
Una mera excusa
Haciéndose eco de las múltiples cartas y enseñanzas sobre la migración que ha generado la Conferencia de Obispos Católicos de Estados Unidos (USCCB), el obispo de El Paso refiere en su Carta Pastoral que la seguridad del país no puede ser utilizada como una “excusa para construir muros y cerrar la puerta a los migrantes y refugiados”.
El obispo Seitz, quien organizó una gran recepción de la visita del Papa a Ciudad Juárez, no obstante el Pontífice solamente se asomara al otro lado de la frontera, pide a los católicos que escuchen las enseñanzas de la Iglesia para acoger a los inmigrantes: “Dios ha creado un mundo donde hay espacio para todos en el banquete de la vida”.
“No quiero reemplazar a la política con la enseñanza de la Iglesia, sino que como pastor, mi deber es el del Evangelio de Jesucristo”, y la Biblia es clara: “Tratad al forastero que reside entre vosotros como si se tratara de uno nacido entre vosotros”.
El lucro por encima de la persona
En su Carta Pastoral, el obispo Seitz también critica el sistema que “permite a algunos detener a los seres humanos con fines de lucro”, mientras destruye “el compromiso histórico del país hacia los refugiados y solicitantes de asilo”. Una tradición, dice, que ha construido a Estados Unidos.
Pero no se queda nada más en el anuncio o en la denuncia. Monseñor Seitz es él mismo un testimonio de acogida a los migrantes.
Las misas transfronterizas, la apertura temporal de las vallas que dividen a ambas ciudades, el acuerdo constante con los obispos de Texas y de Tamaulipas, Nuevo León, Coahuila y Chihuahua, hacen que este prelado sea un factor constante de unión en torno a la doctrina de la Iglesia católica a favor de los derechos humanos de quienes se ven, muchas veces, forzados a salir de sus lugares de origen para buscar mejores oportunidades de vida.
El valor de una reforma migratoria integral
Por lo demás, denuncia que desde la visita del Papa, resumida en las palabras que dijo en su vuelo de regreso de Ciudad Juárez a Roma en el sentido que “un cristiano es el que construye puentes y no muros”, las cosas, en la frontera entre El Paso y Ciudad Juárez, “no han cambiado para nada”.
El obispo Seitz afirma que a pesar de que el sistema de inmigración es ineficiente, no se ha resuelto en gran parte debido a que “los líderes elegidos aún no han encontrado el valor moral de poner en marcha una reforma migratoria completa y permanente” y los migrantes no deberían ser los que pagan el precio.
La Carta termina con un llamamiento a la unidad: “Cada año, los fieles de Ciudad Juárez, Las Cruces y El Paso vienen a celebrar la misa en la frontera. Estamos divididos por un muro o un río, por una economía de exclusión y por políticas de inmigración injustas; pero a pesar de todo lo que nos divide, esta celebración es un recordatorio alegre de que la Eucaristía de Cristo construye la nueva humanidad, reuniéndonos juntos en la nueva Jerusalén”.