El sol, por su fuerza en forma de luz y de calor, fue y es entendido por el ser humano, desde tiempos inmemoriales, como muy importante para la vida.
Por tanto es de fácil intuición que el sol haya sido objeto de “culto” en las culturas antiguas. Adentrarnos en el simbolismo del sol en estas culturas es descubrir una forma “sagrada” de ver la naturaleza y su influencia en la vida.
No es casualidad que muchas costumbres y tradiciones a lo largo de los tiempos sean vestigios de aquella expresión cultual que tuvieron muchos pueblos, entre ellos el imperio romano, hacia la estrella que está en el centro de nuestra galaxia.
Tanta es la importancia del sol que se le ha relacionado con Jesucristo.
Así como el sol es de vital importancia para la tierra y para la vida natural, Jesús también es una especie de Sol para la humanidad, para el mundo y para la vida de quien cree en Él. Él ilumina el mundo disipando tinieblas, entre ellas las del error.
A lo largo de los siglos, desde el cristianismo primitivo, se ha consolidado una simbología para recordar y/o representar a Jesucristo y entender algunos aspectos de su Ser y misión.
Esta simbología, que nos habla de Jesús, es tan rica en imágenes y conceptos que no se conoce lo suficiente. Y dentro de estos símbolos quizás el menos conocido es el sol.
La relación del sol con Jesucristo comienza con el establecimiento de la fecha de celebración de su nacimiento.
Como se ignora totalmente la fecha exacta del nacimiento de Jesús, fue establecido el día 25de diciembre (solsticio de invierno) como la fecha de su nacimiento. Él, que es presentado como el nuevo sol invicto, el verdadero Sol que desvanece las tinieblas y da calor de vida.
Los primeros cristianos adoptaron este día para celebrar el nacimiento de Jesucristo a partir de la segunda mitad del siglo III porque el 25 de diciembre se celebraba en el imperio romano el dies natalis Solis invicti (el día del nacimiento del Sol invicto), la victoria de la luz sobre la noche más larga del año.
Por esto, después del edicto de Milán del 313, se adoptó a mediados del siglo IV, de manera más oficial, el 25 de diciembre como el día del nacimiento de Jesucristo.
Esta decisión confirmaba la fecha que desde hacía dos siglos habían señalado los cristianos romanos como la fecha del nacimiento de Cristo, una de sus celebraciones más solemnes.
Si se utiliza el sol como símbolo de Cristo y/o de Dios; esto no es ni ningún error ni, menos aún, algo malo o pagano.
Es más, esta decisión se apoya en que los Padres de la Iglesia de la época establecieron una relación entre Jesús y el sol gracias a ciertas expresiones bíblicas que hablan de Jesucristo como sol.
Hablar del sol como algo parecido a Dios es un recurso que la Sagrada Escritura usa para hablarnos de lo que es Dios para la vida y para el hombre.
Por esto la Iglesia, y sin ánimos de promover algún culto idolátrico al astro rey relacionándolo con Dios, se basa en el precedente bíblico que ve al sol como símbolo de Jesús, quien es luz que da vida y brilla en las tinieblas (Jn 1, 4-5): Dios es Luz (1 Jn 1, 5).
En la Biblia
Veamos además ahora, más concretamente, algunas citas que nos confirman la relación entre el sol y Jesucristo:
“Pero, en cambio, para ustedes que respetan mi Nombre, brillará el sol de justicia, que traerá en sus rayos la salud" (Malaquías 3, 20).
"La ciudad no necesita ni de sol ni de luna que la alumbren, porque la ilumina la gloria de Dios, y su lámpara es el Cordero" (Ap 21, 23).
De manera especial se habla de Jesús como sol cuando Zacarías habla de Él en el benedictus: “Por la entrañable misericordia de nuestro Dios, nos visitará el sol que nace de lo alto, para iluminar a los que viven en tinieblas y en sombra de muerte, para guiar nuestros pasos por el camino de la paz" (Lc 1, 77b-79).
Además Jesús resplandeció “brillante como el sol” en el episodio de la transfiguración (Mt 17, 2). Y cuando muere el Señor en Cruz, dice la Sagrada Escritura, el sol se eclipsó (Lc 23, 45).
Y si Cristo es el sol, por extensión también lo tienen que ser sus discípulos, “los justos brillarán como el sol” (Mt 13, 43).
Y tenemos además la visión escatológica de Juan al ver el rostro de Jesús “como el sol cuando brilla con toda su fuerza” (Ap1, 16).
Además Jesús dijo de sí mismo ser la luz del mundo (Jn 8, 12); y esto lleva a pensar en el sol más que por ejemplo en una lamparita de aceite o en una vela.
Jesús como resucitado es cuando más resplandece como el sol. Como el sol "muere" ocultándose por la tarde en occidente y vuelve a ‘nacer’ por la mañana en oriente, así Cristo se levanta de entre los muertos.
Se cuenta una anécdota de Albert Einstein en la que él afirmaba que lo que realmente existe es la luz (Dios), y la oscuridad sólo es su ocultación o negación.
La oscuridad, que es ausencia de luz, ontológicamente hablando no existe. Y en el mismo sentido que se habla de la luz, se habla igualmente del calor, de la verdad, etc.
Domingo, día del sol
El domingo, en casi todas las culturas antiguas, era llamado como el día del sol (incluso hoy también en algunos idiomas se conserva esa etimología como es el caso del alemán Sonntag y del inglés Sunday). Y el cristianismo cambió el sentido y lo empezó a llamar el Día del Señor (domingo), del latín “dies domini”.
Los primeros cristianos empezaron a observar el domingo como el primer día de la semana, incluso en los tiempos del Nuevo Testamento (Hch 20, 7) porque era el día de la resurrección de Cristo.
El sábado era una conmemoración de la primera creación, y los cristianos eran muy conscientes de que vivían en una nueva creación, completada por Cristo cuando resucitó de entre los muertos.
Por esto algunos pensadores cristianos se han referido al domingo como el "octavo día u octava dies" para evidenciar el hecho de que la nueva creación generada con la resurrección del Señor de alguna manera sobrepasa a la creación original (terminada en el séptimo día).
Y es que la Iglesia siempre ha celebrado el domingo, no en honor al sol, sino en honor a Cristo que resucitó un Domingo (el gran día del Señor).
La custodia
Otra relación de Jesucristo con el sol la encontramos en las custodias. Sus formas son distintas, pero una de las más frecuentes, desde el siglo XVI, es la de sol radiante en forma y color para la exposición del Santísimo. Cuando Nuestro Señor está expuesto en una custodia como éstas es como verlo radiante y luminoso.
Hermano sol
San Francisco de Asís en su cántico de las creaturas nos habla del sol como una creatura de Dios que nos ayuda a entender cuán es importante Dios para el ser humano.
San Francisco dice: “Alabado seas, mi Señor, en todas tus criaturas, especialmente en el señor hermano sol, por quien nos das el día y nos iluminas. Y es bello y radiante con gran esplendor, de ti, Altísimo, lleva significación”.
San Francisco hace pues una distinción entre Dios y el sol. San Francisco se dirige a Dios, alabándole por crear al "hermano Sol"; él no ora al sol como si fuera Dios.
Y san Francisco termina diciendo que el sol "habla" de Dios, lo que significa que el brillo del sol es algo parecido a la Gloria de Dios. El sol puede parecerse a Dios en su resplandor, pero no es Dios.