Arabia Saudí y los Emiratos pensaban que Doha cedería rápidamente a las presiones. Se equivocan. La crisis será larga
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¿Resistirá Qatar al aislamiento, al embargo económico y político que le han impuesto Arabia Saudí y los Emiratos árabes? Los poderosos vecinos acusan al pequeño emirato de apoyar a grupos terroristas e islamistas, de hacer propaganda a través de su canal vía satélite al-Jazeera, y soportan mal su punto de vista distinto sobre la política exterior de la región, sobre todo sus relaciones con el Irán chií.
Los análisis de la prensa internacional y de los expertos sobre la cuestión parecen ir en direcciones distintas: “El asedio de Qatar no está funcionando”, titula The Economist, haciendo notar que “las privaciones” en el pequeño emirato son “insignificantes”. Aparte de un breve periodo de falta de carne de ave y leche, las estanterías de los supermercados vuelven a llenarse, gran parte de la exportación de petróleo y gas continúa sin problemas hacia Asia y hacia muchos países que no han impuesto sanciones, y los mercados, tras una primera caída inicial, se han recuperado.
Por supuesto, hará falta tiempo antes de acostumbrarse a las nuevas redes comerciales marítimas, más largas y por tanto más costosas. La compañía aérea nacional sufre por la clausura del espacio aéreo de sus alborotadores vecinos, pero Qatar sigue siendo el país con mayor renta per cápita del mundo, dos veces mayor que la de su rival Arabia Saudí.
Y sobre esto, no falta el sentido del humor: @dohaundersiege, un perfil Twitter nacido inmediatamente después de que empezara la crisis, se burla de los hombres de negocios extranjeros que acuden a los grandes hoteles de la capital: “Emergencia, falta desde hace días el cebollino para las tortillas del mostrador del desayuno del Four Season”, “Se está acabando el caviar”, “Evacuación en curso” se lee junto a una fotografía de Porches y Ferraris en fila. Por otra parte, Bloomberg explica que el enfrentamiento del Golfo muestra la fragilidad de Qatar.
El joven emir del país (37 años), Tamim bin Hamad al-Thani, aún no ha hecho declaraciones desde el comienzo de la crisis, según algunos por recomendación del líder del cercano Kuwait, Sabah Al-Ahmed Al-Sabah, que intenta la mediación. Queda por ver si la negociación llevará a un posible compromiso, a un cambio de dirección en la política exterior de Qatar.
Según Kristian Coates Ulrichsen, investigador del Baker Institute for Public Policy della Rice University, no habrá una transformación en la postura del emirato, “cuyo liderazgo ha respondido de forma madura a la crisis actual, reforzando sus relaciones con Turquía y Rusia, y trabajando para asegurarse fuentes alternativas de aprovisionamiento por parte de otros países, entre ellos Irán. Qatar ha demostrado que tiene posibilidades de elegir para resistirse al embate”.
Si la situación es esta, es difícil pensar que Doha quiera bajar a compromisos, por ejemplo sobre al-Jazeera, controvertida emisora contra la que se lanzan sus rivales, y cuyas oficinas, desde 2011 hasta hoy, han sido cerradas en varios países de la región.
En Egipto, por ejemplo, la TV ha sido acusada de tomar partido por los Hermanos Musulmanes, cuando el gobierno de El Cairo los había ilegalizado. Y gracias a la presión de sus colegas del Consejo para la Cooperación en el Golfo, Doha había pedido ya en 2014 a varias figuras de la Hermandad que vivían en el país, fugados de las naciones donde estaban en busca y captura, que abandonaran el emirato. Un ejemplo es el de Amr Darrag, líder del ala política de la Hermandad egipcia, el partido Justicia y Libertad, quien desde Doha se ha transferido a Estambul.
Si los saudíes y los emiratenses esperaban que Qatar sucumbiera rápidamente a las presiones, esto no ha sucedido, y de como se están moviendo sus líderes, el país parece estar preparándose para una confrontación a largo plazo, dice Ulrichsen, quien explica el papel de peso jugado en esta crisis por un actor que a menudo en Occidente está considerado de segundo plano respecto de Arabia Saudí: los Emiratos Árabes Unidos, en este caso Abu Dhabi con su principe hereditario, Moahmmed Bin Zayed.
“Los Emiratos tienen una visión diametralmente opuesta en las confrontaciones de los movimientos islamistas respecto de Qatar. Si los líderes de Doha se sienten cómodos con la dirección de las transiciones políticas después de las primaveras árabes, Abu Dhabi ha visto en el ascenso de los islamistas un desafío al status quo que podría traer inestabilidad al Golfo. Por esto, Qatar y los Emiratos han apoyado a partes contrarias en Egipto y Libia, y desde 2011 hasta hoy, el tono entre ellos se está endureciendo. El activismo de Qatar en los primeros momentos de las revueltas ha empujado a los Emiratos a ser más asertivos desde el punto de vista de la política regional”.
Artículo publicado originalmente en la web de la Fundación Oasis, y traducido al español por Aleteia