Las comunidades nativas aún mantienen heridas abiertas por la guerra interna peruana
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Integrantes de una fuerza selecta de operaciones tácticas en la Amazonía combaten el narcotráfico. Se trata de un grupo de 60 nativos que han sido preparados en Mazamari, en Perú.
Lágrimas surcan su rostro trigueño al recordar cómo fueron exterminados miembros de su familia. Joel sólo tenía nueve años cuando las comunidades nativas asháninkas, ubicadas en la provincia de Satipo, en la región Junín, fueron víctimas de una feroz masacre a manos de las columnas subversivas en la década de los 90. El ahora policía nacional Joel Cherensente Shimate es uno de “Los Sinchis” (unidad especializada de paracaidistas en lucha contra el narcotráfico) dispuesto a defender a los miembros de su comunidad.
Aquella sensación volvió a sentirla cuando en 2016 los nativos integrantes del comité autodefensa tuvieron que reaccionar ante la tentativa senderista de secuestrar a niños. Aquella tarde, recuerda el “Sinchi” de la Policía Nacional Peruana (PNP) Joel, “salimos en apoyo desde la base de Mazamari para librar una batalla contra una columna terrorista”.
“Las ráfagas solo eran comparables con las escenas de las películas sobre Vietnam”, señala el suboficial técnico de tercera de la PNP Joel. Hasta el momento la unidad élite en operaciones tácticas en la selva es conocida como “Los Sinchis” quienes ante el insuficiente resguardo aprendieron a defenderse.
Policía nativo de corazón
A sus 37 años hoy es un policía profesional y responsable, con más de 13 años de servicio en la PNP, integra el grupo de 60 policías asháninkas (uno de los grupos indígenas peruanos más afectados por Sendero Luminoso) preparados en la base policial de Mazamari.
Hasta el momento este escuadrón confiscó más de 7 toneladas de pasta básica de cocaína, 2,5 toneladas de clorhidrato, así como 275 mil kilos de insumos químicos. En el lugar se realizan a diario operaciones contra el narcotráfico.
Un policía “Sinchi” debe estar preparado para realizar incursiones en tierra, ríos y sobrevolar la selva espesa del Vraem en mitad de la noche. Para estar entrenados han tenido que abandonar sus familias, saben que mantener la seguridad es lo primordial.
Sin duda la guerra interna ha dejado secuelas en las comunidades nativas, el síntoma sale a la luz cuando los “Sinchis” se acercan a los niños, estos salen despavoridos. Esta actitud corresponde a una secuela psicológica que indica una herida aún abierta.