No todo lo que está aprobado es un verdadero carisma, atención a estos elementos dudosos
Hace unos días leí en Aleteia un artículo originalmente publicado en Catholic-Link, en el que se reflexionaba sobre la posible sectarización de parroquias o comunidades dentro de la Iglesia católica. Me llegó a través de un amigo, con el comentario: “pone el dedo en la llaga”.
El fenómeno, como sacerdote, me preocupa y afecta, pues en alguna ocasión he visto irse al traste actividades apostólicas que podían haber dado mucho fruto si hubiera habido un discernimiento adecuado.
Por ello, me permito añadir a dicho artículo algunos temas sobre los que creo que los pastores y fieles deben discernir de modo cuidadoso a la hora de colaborar con estos nuevos fenómenos.
Si usamos una comparación con las luces de un semáforo, entiendo como luz verde un carisma aprobado por la jerarquía de la Iglesia, del que tenemos certeza que viene del Espíritu Santo.
Recordemos que el primer carisma de la Iglesia es la jerarquía, que es sacramental y que tiene como una de sus misiones el reconocimiento de los carismas que el Espíritu Santo suscita en los fieles.
Ojo, que no basta la aprobación eclesial, pues hay casos de institutos aprobados que tienen graves deficiencias. Esto demuestra que no todo lo que está aprobado es un verdadero carisma, pues la Iglesia no lo aprueba de modo infalible. Solo hace una afirmación infalible en la canonización del fundador.
Por luz roja entiendo los falsos carismas que ya han sido discernidos por la Iglesia y purificados por ella. Este es el triste caso del Padre Maciel, y las correcciones que se han hecho a sus obras y la purificación que la Santa Sede ha pedido que se haga del carisma reconociendo los elementos positivos que de hecho hay.
Algo parecido ha pasado con la comunidad francesa de las Bienaventuranzas, que ha hecho un proceso de purificación de la memoria de su fundadores, al ser estos procesados por justicia civil y la Santa Sede.
Afirmo sin ningún tipo de dudas que reconozco la santidad y buenísima voluntad de los miembros que quedan en estas asociaciones al mantenerlas vivas, purificándolas para que sigan haciendo el bien a la Iglesia y deseo y estoy seguro de que hacen mucho bien. Son hermanos y amigos que han sufrido muchísimo.
Pero, como dice el artículo al que me refiero, empieza a haber un problema en la Iglesia cuando en nuestros días, 12 fundadores están siendo investigados.
Esto requiere un discernimiento muy cuidadoso de lo que se tiene como carisma, pues no todo lo que parece carisma lo es, por muy atractivo que se presente o por mucho que parezca responder a las necesidades actuales.
Y por luz naranja entiendo la coexistencia de elementos dudosos que pueden ser de Dios, pueden ser meramente naturales, o pueden venir del maligno. Quiero comentar aquí algunos de estos elementos dudosos.
1ª luz naranja: ¿Es el fundador narcisista?
Me refiero al narcisismo como trastorno de la personalidad como se describe, por ejemplo en el DSM. La personalidad narcisista necesita tener aduladores a su alrededor y usa la manipulación para conseguirlo.
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A este respecto recuerdo cuando me presentaron a un fundador en Roma, y me llevaron a su residencia. Allí, empezó a adularme y vi que había tes personas a su alrededor venerándolo como santo. Esto fue a finales de los 80, y tuve la impresión de estar ante un gran manipulador.
Pude discernirlo gracias a que en el seminario había estudiado a fondo el fenómeno de las sectas en la asignatura de ecumenismo.
Por eso, creo que cuando se reviste de una aureola de santidad en vida a un fundador, es muy posible que se vaya por mal camino.
Esto no quiere decir que en la actualidad no haya fundadores santos, sino que hay que ser conscientes de que a un narcisista es muy probable que le guste mucho fundar una asociación para satisfacer, de modo oculto, su ego.
Y la asociación puede caer en una dañina vanidad espiritual, al considerarse una élite que sigue, sin darse cuenta y de modo acrítico, a quien considera santo.
Tenemos aquí elementos peligrosos y que pueden llevar a un empobrecimiento a largo plazo. Y para comprobar que este peligro es real, copio un comentario aparecido en Internet a la carta de dimisión que escribió un fundador. La fecha es el 18/6/2017:
Me parece un hombre santo, intuyo que lo será, pero por santo que sea una persona, no faltan comentarios, yo diría endemoniados de los internautas. qué efecto nos hace el pecado original. y eso que estamos leyendo una de las páginas más católicas de internet, es que el Demonio no para. Monseñor XXXX, es un santo.
Aprovecho para que lean, así se entenderán las confusiones de hoy en día, los libros de revelaciones a Marga Illana (El Triunfo de la Inmaculada). yo me los creo casi como la misma Biblia.
2ª luz naranja: la confusión natural – sobrenatural
Es un principio base de la fe y del pensamiento católico la separación de lo natural y lo sobrenatural, recogida por ejemplo, en la Suma de Santo Tomás, o en el principio de la autonomía de las realidades temporales formulado por el Concilio Vaticano II.
He conocido gente que ha necesitado tratamiento psiquiátrico por haberles hecho discernimientos con posteriores oraciones de sanación de supuestos demonios.
Tras esta confusión de fenómenos naturales con sobrenaturales, se les produjo una ansiedad brutal que terminó en tratamiento. Si el fundador tiene un aura de santidad, ¿cómo se va a equivocar en el discernimiento y en el remedio?
Sin embargo, los males físicos como las enfermedades necesitan un remedio físico, esto es, la medicina; los males morales, esto es, el pecado, necesitan un remedio moral, espiritual, esto es, la gracia.
Y en todo momento confiamos en la libertad de Dios para hacer un milagro, el cual pedimos, cuando hay un mal físico, pero no se debe aplicar a un mal físico un remedio moral. Sí -también- rezar a Dios misericordioso.
A este respecto, se deben discernir los dones místicos colectivos. En una ocasión me comentaron de un don místico que tuvieron 70 personas a la vez en un retiro espiritual.
Yo me pregunto: ¿no se parece demasiado a un caso de hipnosis colectiva? Sé de hipnotizadores capaces de hipnotizar a una audiencia. Este fenómeno místico colectivo, ¿es natural o sobrenatural?
Concluyo: creo que hay que ser muy cauto en afirmar que el Espíritu Santo está actuando aquí o allá, porque a veces pueden ser cosas, buenas sin duda, pero meramente naturales.
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3ª luz naranja: el desprecio de la razón y la primacía de la emotividad
En línea con lo anterior, la razón es un principio de la vida católica, y más ahora, en que el demonio la ha puesto en crisis. Me parece un signo positivo si en la comunidad hay pensadores profundos, estudios, por ejemplo, sobre la relación ciencia fe, prestigio intelectual de sus miembros.
Amigos míos ateos, que tienen profundo aprecio a la Iglesia, se preocupan por el bajo nivel intelectual que perciben en ella en la actualidad, y me comentan que el pensamiento ha sido sustituido, bajo su punto de vista, que comparto, por la emotividad.
Por ello, una luz naranja sería la ausencia de una formación profunda seria, que implique esfuerzo racional para asentar bien la fe católica, pues si la fe se asienta sobre el sentimiento o la experiencia, cuando desaparecen, corre el riesgo de desaparecer la fe.
A este respecto a veces me he encontrado grupos con un marcado acento en la ortodoxia, pero creo que no es por la razón adecuada. La razón nos pone en diálogo con la realidad, por ello debe afrontar los problemas actuales sin miedo.
A veces grupos ciertamente ortodoxos usan la razón como un refugio, o como un modo de confrontación con la modernidad, no teniendo la valentía de asumir elementos válidos de ésta, lo cual considero como una actitud no racional, sino como prejuicio.
Este uso de la razón creo que es “no ortodoxo”, aunque se presente como defensa de la ortodoxia. Modelo de uso de la razón son para mí los grandes teólogos de los años 60, como de Lubac o Congar que no se anclaron a una ortodoxia inmovilista, sino que renovaron profundamente la teología en su tiempo.
4ª luz naranja: la ausencia de la tradición espiritual de la Iglesia
Me sorprende comprobar cómo doctores de la Iglesia de la altura de un san Juan de la Cruz o una santa Teresa de Jesús son grandes desconocidos en nuestros días.
Podría citar más, pero me basta con estos, pues tampoco suelo encontrar muy citados a los demás. Me da qué pensar cuando veo que hay mucha cita de mucha aparición y ausencia de los grandes instrumentos por los que Dios ha hablado a su Iglesia.
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5ª luz naranja: el proselitismo
Como la Iglesia es católica, esto es, universal, si hay un grupo que no tenga carisma porque su fundador no sea santo, es muy fácil que caiga en el proselitismo, que consiste en trabajar para el aumento del grupo (lo particular), pero no de la Iglesia. Esto, por ejemplo, se traduce en actuar al margen del obispo o de la Iglesia diocesana, y actitudes similares.
El mecanismo es fácil: consiste en identificar el bien del grupo con el bien de la Iglesia, por eso, cuanto más vocaciones tengamos mejor para la Iglesia, ¿o para nosotros?
Pongo un ejemplo que he vivido: en una peregrinación organizada por mi antiguo grupo de jóvenes, me pidieron unirse a la peregrinación miembros consagrados de un movimiento apostólico.
Mi sorpresa fue enorme cuando estos miembros pidieron los teléfonos de los chicos de nuestro grupo y se dedicaron a llamarles para participar en las actividades de su movimiento.
Desde entonces, cuando me encuentro con grupos que hacen proselitismo de este tipo, pongo una luz naranja en su carisma, y creo que la raíz de este tipo de comportamientos está en el origen de su fundación y en no tener claro algunos conceptos eclesiológicos.
Una raíz del proselitismo puede ser la vanidad espiritual ya citada que puede llevar a un grupo a considerarse un grupo de elegidos más perfectos que los de fuera de la comunidad.
Con este planeamiento, ¿quién quiere salirse? Y, ¿cómo no vamos a invitar a nuestros amigos a que sean parte de nuestro movimiento?
Sin embargo, esto está lejos del planteamiento evangelizador de la Iglesia. El Señor resucitado envía a la Iglesia a bautizar, y esto implica que los destinatarios de nuestra acción evangelizadora no deben estar bautizados.
No niego que sea positivo invitar a gente a grupos que promueven positivamente un camino de santidad, pero sí creo que se debe hacer con la correcta eclesiología y buscando la voluntad de Dios, desde la generosidad y respeto a los distintos caminos de santidad que existen en la Iglesia.
6ª luz naranja: escasa sensibilidad por el momento actual de la Iglesia
La ausencia de buenos principios eclesiológicos puede llevar a una cierta independencia en el modo de actuar y en la acción de los miembros.
Por ejemplo, no siempre veo que la insistencia en la misericordia que el papa Francisco está predicando desde el principio de su pontificado haya calado suficientemente en las asociaciones eclesiales en toda su profundidad.
Esta predicación del Papa debe mover a toda la Iglesia a una renovación de la vida de la caridad y de la misericordia en todos los ámbitos de la vida de la misma.
7ª luz naranja: imprecisión en el carisma
A grandes rasgos y sin entrar en mayores precisiones, un carisma de un grupo u orden religiosa es un modo de vivir el Evangelio que el Espíritu Santo suscita en la Iglesia a través de un fundador las más de las veces santo.
Este don se vive en los discípulos que le siguen. Ejemplos claros de ello son san Francisco de Asís, santa Teresa de Jesús, el beato Carlos de Foucauld, por citar algunos.
Ojo, no quiero decir que si no se llega a esta “categoría” de santidad no hay carisma; lo que quiero decir es que me he encontrado a veces con afirmaciones de que determinado fundador o comunidad ya fundada, está buscando su carisma.
Sinceramente no lo entiendo: hoy su carisma es uno, dentro de unos años es otro … A mi humilde entender, el carisma es lo que el fundador comunica a su obra que sigue la acción de Dios en él, como modo válido de seguimiento de Cristo.
Un ejemplo de esto son los ejercicios de san Ignacio que constituyen el carisma de la Compañía de Jesús. A este respecto, es útil distinguir entre carisma y espiritualidad.
Una cosa es el carisma ignaciano y otra la espiritualidad ignaciana. Uno puede tener y vivir esta espiritualidad, sin tener el carisma, esto es, sin pertenecer a la Compañía de Jesús.
Conclusión
La Congregación para la doctrina de la fe escribió un gran documento, llamado Iuvenescit Ecclesia sobre la inserción de las nuevas realidades y carismas en la vida de la Iglesia así como su necesario discernimiento. Allí se pueden leer más en profundidad las reflexiones eclesiológicas subyacentes en estas sencillas notas.
Simplemente he querido poner algunos ejemplos vividos por mí a lo largo del ministerio sacerdotal, que la lectura del artículo que me he referido me ha hecho recordar.
Espero que estas reflexiones ayuden en el discernimiento de estas nuevas realidades, pues en mi vida he visto sufrir personas y empobrecerse movimientos por fenómenos mal discernidos en nuestra querida Iglesia católica.