El mensaje más incisivo de este filme: que el enfermo, el diferente, el especial o el artista, no son una carga para la sociedad
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La promoción de esta película dice que es un drama romántico. Vas a la sala buscándolo y la verdad es que te dan lo prometido, pero no solo eso. Te dan mucho más. Por el mismo precio de la entrada, en las dos horas escasas que dura el metraje, se condensan varios extras. Por un lado, tenemos los papelazos de la pareja de actores, que protagonizan un atípico vals interpretativo cargado de inexplicable química.
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La actriz británica Sally Hawkins, nominada al Oscar en 2014 por su papel secundario en Blue Jasmine (2013), una de las últimas entregas de Woody Allen, consigue aquí crear un personaje telúrico, entrañable y luminoso, pese a su envoltorio de barro, dolor y sufrimiento.
Gracias a su magistral trabajo, el espectador capta intuitivamente el mensaje más incisivo de este filme: que el enfermo, el diferente, el especial o el artista, no son una carga para la sociedad, sino una mirada nueva sobre las cosas, desveladas como don. Las pinturas que surgen de su pincel son como los sueños de Lucy in the sky with diamonds pero sin LSD; el tabaco es su única droga.
Sus dibujos prácticamente infantiles poseen una belleza sencilla que irradia sobre quienes los contemplan. Maudie pinta lo que ve todo el mundo pero con un color que lo desentraña y lo trasmuta, convirtiéndolo en una ofrenda de gratitud. Ella misma lo resume cuando le dice a su marido, mucho más cenizo y cenutrio que ella, que “toda la vida ya está enmarcada y la tienes ahí”.
En el otro lado del cuadrilátero, haciendo de esposo ceporro, tenemos a Ethan Hawke, que de nuevo se desancla de su papel de guapetón, cultivado en los largometrajes de culto de Linklater, Antes del amanecer (1995) y Antes del atardecer (2004), y vuelve a aquella primera vocación que encontró en El club de los poetas muertos (1989), siendo un chaval, donde mostraba unas extrañas aptitudes para manejarse en papeles excluidos de la percepción común.
Pero, además de estas excelsas actuaciones y de una comedia romántica, tenemos también, en el mismo paquete, un biopic. Se nos presenta la peripecia vital de la pintora folk Maud Davis, que llegó a venderle cuadros al vicepresidente Nixon. Su historia tiene las inconfundibles pinceladas del sueño americano. Ella es una enferma de artritis severa desde muy jovencita. El reuma le va deformando las articulaciones año tras año, encorvándola, impidiéndole andar y coger sus pinceles.
En aquella época, las pacientes como ella no tenían tratamiento y estaban condenadas a convertirse en el decorado de la vida de sus cuidadores. Vemos cómo su propio hermano le pasa dinero a la tía Ida para que la tenga poco menos que cautiva en su casa. Sin embargo, Maudie no se conforma con una vida color marengo. Quiere vivir en cinemascope. Así que se salta todas las convenciones de su pequeña comunidad y se ofrece para trabajar como sirvienta para un hombre extremadamente tosco al que todos temen y consideran un degenerado.
Curiosamente, en esas precarias condiciones, Maudie va a mostrar la verdad de las bienaventuranzas. La pobreza, la enfermedad, el sufrimiento, la exclusión, las habladurías, etc. Todo cae sobre ella, pero no la consigue destruir. Es más, su tía le acaba reconociendo que ella es la más feliz de toda la familia.
El matrimonio se convierte en el secreto de su dicha. Everett y Maud se tienen el uno al otro, de un modo irónicamente imperfecto pero incondicional. El intercambio de miradas, la compañía prácticamente animal que se propician, su acogida mutua y torpe, sus sacrificios diarios el uno por el otro, todas esas minucias los convierten en testimonios de una levedad deseada, como si esta fuese la mayor virtud de una nueva santidad, la que se entrega intuitivamente al otro más allá de lo debido, más allá de todas las normas y cálculos, y lo hace sin heroísmos, en un rincón de una cabaña minúscula, donde no puede ser visto más que por la delicadeza de la cámara.
Una película que por el mero hecho de verla te hace mejor. Eso sí, no se olviden el paquete de clínex entre el refresco y las palomitas.
Ficha Técnica
Título: Maudie
Duración: 115 minutos
Dirección: Aisling Walsh
Reparto: Sally Hawkins, Ethan Hawke, Kari Matchett, Gabrielle Rose
País: Canadá; Irlanda
Calificación: No recomendada para menores de 7 años