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¿Qué es un maleficio? ¿Si lo padecemos nos debemos asustar?

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Gelsomino del Guercio - publicado el 22/06/17
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Mira cómo las influencias demoníacas se producen en los objetos. Pero te explicamos por qué no debes temerlas¿Qué es un maleficio? ¿Debemos realmente temerlo? ¿Nos debe asustar? La Iglesia, por su parte, condena firmemente la magia.

Contra las prácticas mágicas

Según el Catecismo de la Iglesia católica, (2117) “todas las prácticas de magia o de hechicería mediante las que se pretende domesticar potencias ocultas para ponerlas a su servicio y obtener un poder sobrenatural sobre el prójimo —aunque sea para procurar la salud—, son gravemente contrarias a la virtud de la religión. Estas prácticas son más condenables aún cuando van acompañadas de una intención de dañar a otro, recurran o no a la intervención de los demonios. Llevar amuletos es también reprensible”. (http://www.credereoggi.it).

El documento de los obispos

Los obispos de la Toscana han emitido uno de los documentos más exhaustivos y completos en este campo: la nota pastoral a propósito de magia y demonología (junio 1994). A pesar de ser explícitamente una intervención de naturaleza teológico-pastoral, no se ocupa sólo de proponer con claridad el juicio doctrinal de la Iglesia sobre las desviaciones de la magia, del satanismo y del “maleficio”, sino que expone y analiza el hecho de la magia y sus diversas formas (esorcismo.altervista.org).

El hechizo y el sortario

En la “Nota Pastoral de la Conferencia Episcopal Toscana – Maleficio, Posesión diabólica e intervención de la Iglesia” se lee:

Una forma particular de magia, con el fin de perjudicar al prójimo, está representada por el así llamado maleficium. Tomás de Aquino lo cuenta entre los pecados mortales.

Vulgarmente se le conoce como “mal de ojo” (“un mal hecho con la mirada”) o “hechicería” (“hacer algo simbólico con la intención de desear mal o dañar”). Se trata de formas rudas y populares de magia, a veces realizadas por ignorancia o per ingenuidad, otras veces con una verdadera y propia intención maligna.

El sortario debe su nombre a una práctica muy difundida en la Edad Media, consistente con el objetivo de prever y dirigir los destinos con sus hechizos. A su vez, el sortario no es otra cosa que el heredero occidental de los magos de la Persia antigua y Asiria que empezaron el estudio oficial de los astros y terminaron recurriendo a los métodos ocultos orientados a asegurar venganzas particulares; y siguieron esta práctica algunos grupos de finales de la Edad Media hasta los modernos “hechiceros” de sello popular o de más alto perfil “profesional”.

Hechizo como maldición

El “hechizo” se hace para dañar a alguien. Generalmente es entendido como un acto de maldición, un gesto de condena o un fenómeno de sugestión capaz de producir mal a quienes está dirigido, sin que se piense -al menos de manera directa o explícita- en un acto de naturaleza demoniaca.

A pesar de su carácter de ingenuidad, tal acto es inaceptable desde el punto de vista cristiano en la medida en que se coloca como un actuar contrario a la virtud de la religión, la justicia y la caridad. No se puede aceptar que alguien desee y obre a favor del mal de alguien.

Hechizo como objeto demoniaco

Es mucho más grave el “maleficio” que tiene la presunción de entregar el propio objeto (elementos inanimados, animales y sobre todo personas) al poder o la influencia del demonio. En casos similares, cuando entra en acción esta específica presunción, asume la forma de magia “negra” y constituye un actuar gravemente pecaminoso.

El vínculo con la posesión

Gabriele Amorth escribió sobre el maleficio: “Puede ser llevado a cabo de muchas maneras distintas: atadura, mal de ojo, maldición… Pero el modo más usado es el hechizo: y digamos también que el hechizo es la causa más frecuente que encontramos en quienes son afectados por la posesión u otros trastornos maléficos(G. Amorth, Un esorcista racconta – Un exorcista cuenta).

Y continúa: “El nombre viene del hacer o confeccionar un objeto, hecho con el material más extraño y variado, que tiene un valor casi simbólico: es un signo sensible de la voluntad de perjudicar y es un medio ofrecido a Satanás para que imprima su fuerza maléfica”.

Varias denominaciones

De acuerdo con el exorcista, “según el objetivo que se proponga, el maleficio puede adquirir varias denominaciones. Puede ser de división si es dirigido a hacer que dos esposos, dos novios, dos amigos se separen (…). Puede ser de enamoramiento, si es orientado a hacer que dos se casen (…). Otros maleficios son de enfermedad, es decir que la persona designada esté siempre enferma; otros son de destrucción (los así llamados maleficios de muerte)”.

Cuando no son eficaces

El padre Amorth precisa: “A menudo los maleficios no alcanzan su objetivo por varios motivos: porque Dios no lo permite; porque la persona afectada está bien protegida por una vida de oración y de unión con Dios; porque muchos hechiceros son incompetentes, o son auténticos estafadores; porque el demonio mismo es un mentiroso desde el principio (como lo dice el Evangelio), engaña a sus mismos seguidores”.

¿Por qué los permite Dios?

El exorcista aclara la duda de por qué Dios permite que alguien pueda perjudicar a otro. “Hay quien se sorprende sobre el porqué de que Dios permita estas cosas. Dios nos ha creado libres y no reniega nunca de sus criaturas, ni siquiera de las más perversas; luego al final hace las cuentas y le da a cada uno lo que merece, porque cada uno será juzgado según sus obras. Mientras tanto podemos hacer buen uso de nuestra libertad y tendremos mérito; podemos usarla mal y tendremos culpa. Podemos ayudar a los demás y podemos dañarlos con muchas formas de atropello. Por citar una de las más graves: pagar a un asesino para que mate a una persona; Dios no está obligado a impedirlo. También pagarle a un mago, a un brujo, para que haga un maleficio contra una persona; incluso en este caso Dios no está obligado a impedirlo aunque, de hecho, muchas veces lo impide”.

El rechazo de la Iglesia

Algunos fieles se preguntan, ¿es real el “hechizo? ¿Tiene efectos reales?  ¿El demonio se puede servir de personas malas y, por lo tanto, de gestos como el “hechizo” o el “mal de ojo” para hacer mal a alguien?

La respuesta es ciertamente difícil para los casos individuales, pero no se puede excluir, en las prácticas de este género, alguna participación del gesto maléfico en el mundo demoniaco, y viceversa. Por esa razón, la Iglesia siempre ha rechazado firmemente y rechaza el “maleficium” y cualquier acción afín al mismo (http://www.amicidomenicani.it).

Aquí te ofrecemos algunos ejemplos de oraciones para cuando creas que eres víctima de un maleficio.

 

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