Más allá del género, se trata de tener conciencia de la existencia y derechos del otro
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¿Te ha pasado que vas súper incómoda en el bus porque el hombre de al lado –aunque el asiento está perfectamente delimitado- abre sus piernas al punto de invadir tu espacio? ¿O te has quedado sin sentarte en un sofá (aunque podrías) porque las personas tienen las piernas tan separadas que ocupan más espacio del que deberían?
Bienvenida entonces a la lucha del “manspreading” (algo así como “desparrame masculino” o “despatarre”), un término que fue añadido al diccionario Oxford en agosto de 2015 luego de que un blog de Nueva York le acuñara esta palabra “a la manera de sentarse de algunos hombres, en especial en el transporte público, con las piernas abiertas, invadiendo el espacio de los asientos adyacentes”.
Recientemente Madrid fue noticia porque oficialmente se unió a esta lucha. ¿Cómo? La Empresa Municipal de Transportes de Madrid (EMT) colocará en sus unidades adhesivos con una infografía muy clara donde se aprecia un muñequito masculino con las piernas súper abiertas y una X roja en señal de prohibición. Esto también se hizo hace un par de años en varias ciudades de Estados Unidos y en los años 70s en Japón (definitivamente, los japonenes no sólo nos llevan la delantera en temas tecnología).
Sin embargo, en España fue un tema muy controversial porque la petición vino de un grupo feminista llamado “Mujeres en Lucha” y muchas personas se quejaron (porque no sólo fueron los hombres sino también otras mujeres) de que no era una cuestión de género o machismo sino de conciencia ciudadana, ya que también había que reconocer que algunas mujeres se sientan con las piernas abiertas (incluida la actual alcaldesa de Madrid, Manuela Carmena, que fue pillada con foto y todo en un manspreading) y otras ocupan asientos con sus bolsos cuando deberían colocarlo sobre sus piernas (aunque debo decir que no es lo mismo pedirle a alguien que levante su bolso de la silla a que cierre sus piernas).
Opss… Carmena despatarrá pic.twitter.com/eLTlYTMUNS
— JuanNumberOne (@1Juannumberone) June 7, 2017
Ahora bien, ¿por qué los hombres lo hacen? Vamos a tratar de hacer aquello de “ponerlos en los zapatos (en este caso, pantalones) del otro”. La gran mayoría asegura que es un tema de comodidad con sus partes íntimas (yo no puedo verificar si esto es realmente cierto); sin embargo, estudios revelan que sí tiene que ver más con un tema de virilidad y una conducta socio-cultural aprehendida por aquello de que sentarse con las piernas cerradas o cruzadas “es de señoritas”.
Yo debo decir que, aunque ciertamente he visto más casos de hombres que de mujeres, la verdad es que creo que la campaña se debería enfocar más en tener conciencia del otro sin importar su género y así ser más incluyentes. Ojalá se tratara de reforzar más la educación y los buenos modales para que todo lo demás venga prácticamente por su propia cuenta, tanto para hombres como mujeres, sin excepciones.
Estamos viviendo en un mundo cada vez más individualista donde sólo nos importa nuestra comodidad sin detenernos a pensar en el daño a terceros.
Y esto no sólo aplica a tener las piernas súper abiertas en el asiento de cualquier transporte público, sino a respetar los asientos de la tercera edad y las embarazadas (sí, esto va sobre todo con aquellos que se hacen los dormidos), a usar auriculares si vamos a escuchar música (y a un volumen decente), a tener cuidado de no golpear a nadie con nuestra mochila o bolso, a pedir disculpas si tropezamos a alguien sin querer y una cantidad de detalles que parecen pequeños pero en verdad influyen en nuestra calidad de vida y la de los demás.
Como reza el famoso dicho: “Tus derechos empiezan donde terminan los míos”.