Un proyecto de riñón artificial podría hacerse realidad para 2020
Se calcula que alrededor de un 10% de la población mundial sufre algún tipo de enfermedad renal crónica. Muchas de ellas con una evolución lenta, pero algunas de ellas con consecuencias muy graves en la vida de las personas. A medida que va avanzando la enfermedad, va disminuyendo la función renal de los riñones hasta que llega el momento en que no cumplen su cometido y es necesario aplicar un tratamiento que sustituya esa función para evitar la acumulación de toxinas en nuestro cuerpo. Los dos tratamientos existentes hasta ahora son muy invasivos y altamente costosos: la diálisis y el trasplante de riñón.
La diálisis ha salvado miles de vidas, pero obliga a las personas a depender de una máquina durante varias horas al día, además de que no tiene la efectividad de un riñón real. El trasplante, no sólo depende de conseguir donaciones, sin que también se trata de una operación no exenta de riesgos, tanto en el momento de la operación quirúrgica, como durante toda la vida por el riesgo de rechazo.
¿Se imaginan una nueva solución que ofrezca a las personas la posibilidad de disponer de su propio riñón biónico, no rechazable por el cuerpo, y que de a las personas la libertad para vivir su vida con normalidad? Esta opción está más cerca de lo que nos podamos imaginar.
Los doctores William H. Fissell IV, de la Universidad de Vanderbilt, y Shuvo Roy de la Universidad de California en San Francisco, dirigen el Proyecto Riñón que ya a desarrollado un pequeño riñón artificial con filtros de silicio y células vivas, y que funciona con el impulso del corazón.
El riñón bioartificial consta de dos módulos, El primer módulo de hemofiltro procesa la sangre entrante produciendo una sustancia, un ultrafiltrado acuoso que contiene toxinas disueltas, así como azúcares y sales. En segundo es un biorreactor de células renales que procesa el ultrafiltrado y envía los azúcares y sales de nuevo a la sangre.
En el proceso, el agua se reabsorbe de nuevo en el cuerpo, concentrando el ultrafiltrado en «orina», que se dirigirá a la vejiga para la excreción. Tiene el volumen de una taza de café, y deberá ser instalado en el cuerpo mediante cirugía, al igual que un trasplante. Debido a su composición bioartificial, los investigadores están seguros que no creará rechazo ni será necesario tratamiento para evitarlo en la gran mayoría de los casos.
El proyecto ha superado ya la Fase II de estudio clínico que se realiza en laboratorio y ha entrado en la llamada Fase III, en la que se implanta ya en enfermos voluntarios. Esto significa que aún quedan algunos años para hacer realidad este sueño, pero que cada vez está más cerca. Se calcula que si los estudios van dando buenos resultados, podría empezar a comercializarse en 2020.