La descripción completa de cómo se manifiesta el amor en las acciones
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Vamos ahora a explicar qué acciones nacen de la voluntad amorosa. Estos actos propios del amor se dan en cada una de las distintas relaciones: en el amor entre varón y mujer, en el amor familiar, y también en la amistad, tanto si se entiende en sentido estable como ocasional. Son, pues, las formas de comportarse amorosa o amistosamente.
Se trata, como ya se ha dicho, de presentar una descripción de las relaciones interpersonales que resultan más enriquecedoras para el hombre y más beneficiosas para la sociedad, Las podemos resumir en un cuadro estructurado según los cinco usos de la voluntad, que se refuerzan mutuamente. Todo lo que se dice en ese cuadro en este epígrafe se puede resumir en una sola idea: el amor consiste en hacer feliz a la persona amada”. Cuando alguien quiere hacer feliz a alguien lleva a cabo los actos propios del amor, que se enumeran a continuación:
EL AMOR Y SUS ACTOS
– Deseo
– Afirmación
– Elección
– Creación
– Don
– Amor
– Desear
– Alegrarse
– Preferir
– Crear
– Corresponder
– Poseer
– Perdonar
– Lugar del otro
– Decir
– Agradecer
– Gozar
– Ayudar
– Comprender
– Reproducir
– Dar
– Conocer
– Cuidar
– Obedecer
– Regalar
– Darse
– Dialogar
– Curar
– Prometer
– Beneficiar
– Sacrificarse
– Compartir
– Recordar
– Ser leal
– Honrar
– Dar el ser
– Acompañar
– Sufrir
– Confiar
– Dar honor
– Enseñar
– Compadecer
– Esperar
– Corregir
– Aceptar
– Contemplar
– Respetar
Las relaciones humanas se basan en la confianza, que da por supuesta la benevolencia de los demás hacia mí. La forma más clara de confiar es creer lo que dicen los otros, por ejemplo, el aviso de que se han roto las cañerías de mí casa, o de que el horno microondas que voy a comprar es de buena calidad.
La confianza se basa en el respeto y aceptación de la verdad, y hace presente a ésta en las relaciones interpersonales. Sin confianza es imposible convivir, la sociedad se destruiría. Confiar es estar seguro de que el otro, el amigo, no me engaña.
A ello se opone el recelo, que atribuye al otro un encubrimiento de la verdad, y un daño o una amenaza consiguientes para mí: el desconfiado se aleja de aquel de quien desconfía, y pone murallas en medio. El recelo destruye el amor y la amistad, porque ahoga la confianza e impide la presencia de la verdad en las relaciones interpersonales. Amar es confiar, lo cual exige decir la verdad. El amor no miente.
Lo más creador que existe es el amor: «todo amor es creador, y no se crea más que por amor». Amar es crear. Por ejemplo, el amor aguza la capacidad de superar las dificultades para unirse y conocer al amado, busca siempre nuevas formas de afirmación del otro.
El amor se manifiesta con palabras que lo declaren de modo explícito. Hay que decirlo y expresarlo, y recrearlo muchas veces, para que siga vivo y con el paso del tiempo se intensifique y no decrezca. Se manifiesta con palabras, que expresan y reproducen la belleza del ser amado y al mismo tiempo le manifiestan a él y a los demás la intensidad de nuestro amor. Se dijo que el sentido más alto de toda creación artística es expresar la verdad, encontrada y amada, por medio de una obra de arte.
El amor, como todos los sentimientos, se expresa también en mil gestos y modos de la conducta, a través de los cuales el hombre canaliza su voluntad creadora para expresar el amor. Cuando no se hace así, se puede empezar a dudar de su sinceridad. Por eso, el amor hay que cuidarlo, alimentarlo y hacerlo crecer a base de estas manifestaciones prácticas. En caso contrario la rutina lo apaga, o quizá ni siquiera existe.
Uno de los actos creadores que manifiestan y alimentan el amor es el regalo. Regalar es una de las formas más puras de dar”, porque implica desprenderse totalmente de algo: su sentido es que sea para la persona amada, aquel a quien se regala.
Hacer un regalo, en el fondo, es dar una parte de nosotros mismos. En caso contrario tiene muy poco valor. Mientras en el mundo se siga regalando, mientras existan los Reyes Magos, existirá el don puro, desprovisto de cualquier interés egoísta. Se regala no sólo porque es una costumbre social, sino porque se quiere manifestar así un amor verdadero.
El regalo implica cierta sorpresa: es algo inesperado o desconocido. Por eso conlleva cierta «magia» o ilusión. Un regalo verdadero tiene además que ser algo valioso, exige desprenderse de algo que cueste, hacer un gasto, de dinero o de tiempo y trabajo: es algo bello, precioso. Los regalos más sentidos son aquellos que hemos construido nosotros mismos, con nuestras manos, porque son fruto de un esfuerzo, o un objeto precioso que ha costado «una fortuna». El valor del regalo (una piedra preciosa, por ejemplo) simboliza y expresa el valor de la persona amada y el amor de quien regala: no tiene sentido regalar un saco de cemento. Amar es regalar.
Otro modo de manifestar el amor es honrar a la persona amada. Honrar es estimar, mostrar un reconocimiento que hace más digno al otro: «ser amado es ser honrado». Hay tantos modos de honrar que no podemos enumerarlos todos: agradecer, mostrar públicamente el mérito, devolver lo recibido, sentirse deudor, premiar, dar testimonio de la excelencia de alguien, decir que la persona amada es valiosa, etc.
Si amar es querer el bien para el otro, ese querer se refuerza cuando el otro desea el bien para mí y el amor se hace mutuo: entonces querer el bien para el otro es querer también mi propio bien, porque es lo que el otro quiere. Así como respetarse mutuamente es la única manera de no instrumentalizar a los demás, el amor culmina cuando se hace recíproco, porque entonces sus actos se refuerzan: si me siento amado, amaré más, porque el otro quiere mi bien. Amar es, entonces, corresponder al amor, devolverlo.
Hay muchos modos de corresponder al don recibido del amor. Suelen brotar de uno de los sentimientos más puros y desinteresados que existen: la gratitud. Mediante ella el hombre se convierte a sí mismo en deudor de aquel de quien se recibe el don: es una intensificación de la justicia, porque busca afirmar al otro pagándole amorosamente lo a él debido.
Es evidente que amar es dar, y que muchos actos del amor hasta aquí descritos son modos de dar: dar tiempo presente y futuro, cuidado, apertura de nuestra interioridad, regalo y honor, etc. Dijimos que el hombre es libre porque se posee a sí mismo, es dueño de sí. Por eso, cuando ama es dueño de dar de lo suyo. Y el modo más radical de dar es darse uno mismo: poseerse para darse a quien nos ama. Entonces le damos lo que él mas quiere: nosotros mismos. Este es el modo más intenso de amar. Amar es darse, don de sí.
Otro acto del amor como don es dar la verdad que se tiene, es decir, enseñar lo que se sabe. La tarea de enseñar la verdad tiene que ver con el amor, no sólo respecto de la verdad teórica, sino sobre todo respecto de la verdad práctica: se incluye aquí la transmisión de la propia experiencia, de los valores centrales que rigen la vida, de las convicciones y los ideales, del camino para llegar a la verdad, etc. Amar es enseñar la verdad, mostrarla, encaminar al ser amado hacia ella.
Por eso también amar es corregir cuando vemos que la persona amada se equivoca: no queremos dejarla en el error. Si se trata de una verdad pequeña, le prestamos así una ayuda (advertirle de un defecto en su ropa o en su aspecto). Si se trata de una verdad grande entra en juego el diálogo y la libertad.
Adaptado de un artículo originalmente publicado por encuentra.com. Fuente: Fundamentos de Antropología, Pamplona 1996