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3 grandes ideas para reducir los residuos en el hogar

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Louise Gauthier - publicado el 10/05/17
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¿Cómo limitar y gestionar mejor los residuos de la alimentación para proteger el medio ambiente y limitar la contaminación y el derroche?

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De media, un francés produce cada año 390 kilos de residuos domésticos. Del total de 30 millones de toneladas de residuos domésticos, solamente un tercio se recicla y el resto se incinera o se desecha. El desperdicio de estos recursos contamina enormemente nuestro medio ambiente a través de la liberación de sustancias tóxicas al aire, al agua y al suelo, peligrando así a todos los seres vivos.

Si bien las operaciones de clasificación y reciclado continúan progresando, el exceso de consumo de embalajes y, sobre todo, de plástico, continúa siendo una catástrofe medioambiental. Sin la intervención humana para limitar el uso de plásticos, es probable que en 2050 el peso de los desechos sea mayor que el de todos los peces en los océanos.

Es el deber de cada uno de nosotros el tomar conciencia de la urgencia de disminuir esta creciente contaminación y actuar en consecuencia. Cambiar los hábitos es el primer gran paso hacia una disminución de nuestros residuos, hasta acercarnos lo máximo posible a los cero residuos.

Existen numerosas soluciones y alternativas que podríamos adoptar en nuestra vida cotidiana para contribuir también a un sistema más sostenible.

Comprar a granel

Observa los productos alimentarios que tienes que ordenar en tu cocina después de las compras: embalajes de cartón, tetrabriks de plástico, bolsas individuales, etc. La mayor parte de estos materiales no tienen utilidad alguna en tu casa y terminarán directamente en la basura. El medio más eficaz para no generar este tipo de residuos es ¡no comprarlos!

Imagina que fuera posible comprar productos sin ningún embalaje impuesto por defecto. Pues hay pequeños productores locales en tiendas 100% cero residuos o en los pasillos con productos a granel en las tiendas ecológicas donde encontrarás la forma de abastecerte de alimentos sin embalajes. Los productos vienen dispuestos en grandes contenedores (como distribuidores de cristal o en dispensadores con cuchara), a menudo de autoservicio, en los que puedes tomar las cantidades que se ajusten a tus necesidades.

Para llevarte el producto a casa, hay varias opciones: un sistema de contenedores retornables (que devuelves al comerciante encargado de los procesos de limpieza y reutilización) o traer tu propio recipiente (que luego habrá de pesarse). Para encontrar fácilmente comercios ‘cero residuos’ cerca de tu hogar, puedes utilizar la aplicación web BULK de Béa Johnson, especialista en el tema.

Un pequeño inventario de recipientes preferibles para tus compras: bolsas de tela (que puedes comprar o fabricar tú mismo), tarros o botellas de cristal, mallas para legumbres y, por supuesto, el clásico capazo para transportar todas las compras.

Termina con las bolsas de plástico de un solo uso; mejor cuidar de llevar siempre una bolsa de tela encima o recurrir excepcionalmente a bolsas biodegradables. Para el transporte y la conservación, aunque las botellas de plástico son prácticas y más ligeras, sus equivalentes de cristal son más duraderas y más reciclables.

Otras ventajas de comprar a granel es que podemos ahorrar hasta un 15% del precio de venta, generalmente destinado al embalaje, además de librarnos del marketing y la publicidad, a veces engañosos, y ver el producto directamente tal y como es.

Prescinde de los embalajes innecesarios

El embalaje exterior es una primera capa de residuos que quizás viene completada por una multitud de pequeños embalajes que dividen las cantidades. Las galletas, por ejemplo: el embalaje de cartón está concebido para presentar el producto y hacerlo atractivo al consumidor; en el interior, a veces encontramos otras bolsas individuales para cada porción.

La industria presenta estas bolsas como una ventaja práctica de uso, sobre todo para que los niños puedan llevar su merienda todos los días en la mochila. Sin embargo, todos esos embalajes utilizan unos recursos que terminan sin más en la basura, y el despilfarro es inmenso.

En realidad, el empaquetado de productos de gran distribución no es tanto una ventaja práctica como un coste inútil para el consumidor y, en especial, para el planeta. Si sumamos la utilización de materiales para la producción de los embalajes, el consumo energético para su diseño y transporte, la imposibilidad de reciclarlos o la incapacidad de su reutilización, los defectos en la cadena industrial son sin duda muchos.

Aunque algunos productos que consumimos no pueden comprarse sin embalaje, intenta igualmente dar preferencia a los recipientes menos contaminantes. Los tarros de cristal pueden ser reutilizados, las cajas de cartón recicladas y los productos grandes podrías repartirlos en recipientes más pequeños para fines de conservación (congelación) y de transporte (porciones individuales).

Piensa también en usar una cantimplora para tu agua diaria y deja de comprar botellas de plástico. En casa, una jarra con filtro te ayudará a mejorar la calidad del agua corriente.

Es hora de reaprender a comprar y consumir bien para preservar nuestra salud y nuestro medio ambiente. Comprar fresco y local mejor que procesados y producidos en el otro extremo del mundo permite limitar la polución fruto del transporte y del embalaje, al tiempo que favorecemos una alimentación sana.

No dudes en pedir a los comerciantes de tu barrio que depositen sus productos en tus envases, en vez de en sus embalajes clásicos. Lleva contigo tu bolsa de tela a la panadería, tu frasco de vidrio cuando compres queso o tu recipiente de conserva cuando compres carne o pescado.

Aunque el hábito pueda sorprender a algunos, otros estarán encantados de contribuir a una disminución de los residuos. Cada vez hay más comerciantes que anuncian en sus tiendas que aceptan y animan al uso de envases particulares. Hay quien propone incluso negociar una reducción del precio de compra como contrapartida al ahorro sobre el embalaje. ¡Anímense al cambio!

Trata tus residuos

Después de todos estos esfuerzos, seguramente seguirás teniendo residuos, así que la misión no está terminada. Su tratamiento es primordial, así que conviene seguir rigurosamente el proceso de clasificación.

Dedica algo de tiempo para ponerte al día sobre las normas de clasificación de residuos domésticos para comprobar que separas correctamente los diferentes tipos de materiales.

Aprende también a reconocer los contenedores de reciclaje en función de su color (que a veces difiere según las ciudades o los países). En caso de duda con un producto, comprueba la presencia de indicativos en el embalaje del producto (símbolo Punto Verde) o en Internet.

Para los desechos orgánicos, existe una solución útil y ecológica: el compostaje. Este proceso biológico permite transformar la materia orgánica en mantillo. Puedes instalar tu propio compostador en el balcón o compartir un colector colectivo en tu comunidad o en tu barrio. El abono obtenido servirá luego para el mantenimiento de jardines y huertos. Antes incluso del compostaje, evalúa los detritus y tu capacidad para no desperdiciarlos. Las cáscaras, pieles, pepitas… todos son recursos consumibles para componer todo tipo de recetas antidesperdicio.

¿Crees que es casi imposible llegar al nivel de cero residuos? Adquiere el libro Famille presque Zéro Déchet [Familia casi cero residuos], de Jérémie Pichon y Bénédicte Moret, y descubre cómo esta familia de cuatro miembros ha logrado conseguir el increíble balance ecológico de un cubo de basura de 15 litros para un mes completo.

Ya tienes todas las claves para empezar a reducir tu impacto contaminante sobre el planeta, consumir mejor y, además, ahorrar. Todos salimos ganando si tendemos a los cero residuos.

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