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Para rezar los viernes o para meditarla cualquier día a las tres de la tarde en recuerdo de la crucifixión de Nuestro Señor en nuestro favor:
Heme aquí, o buen y dulce Jesús.
De rodillas ante tu divina presencia te pido y suplico, con todo el fervor de mi alma
que te dignes grabar en mi corazón
los más vivos sentimientos de fe, de esperanza y de caridad,
de verdadero arrepentimiento de mis pecados
y la voluntad firmísima de enmendarme,
mientras que con sincero afecto e íntimo dolor de corazón
considero y medito en tus cinco llagas,
teniendo muy presentes esas palabras que el profeta David ya decía de ti, o buen Jesús: “Traspasaron mis manos y mis pies, y contaron todos mis huesos”.
El papa Pío IX concedió indulgencia plenaria en las condiciones de costumbre para quien reza esta oración frente a la imagen del Crucificado después de la comunión.