Los pescadores del Orinoco, los caballos que hablan, la Llorona, el Chivato o el SilbónEl mundo digital, avanzado y avasallante, no pueden con las leyendas, tradiciones y mitos asociados a la Semana Santa, al menos en esta parte del mundo: nuestra América.
El Domingo de Ramos, que señala el comienzo de la Semana Santa, es día en que los templos católicos se llenan de fieles para la ceremonia de bendición de las palmas. Con estas hojas se elaboran toda clase de figuras, pequeñas cruces que se colocan en las puertas, ventanas, coches y hasta monederos, como una protección que defienda de los entes malignos. Allí permanecen el resto del año hasta la próxima Semana Santa.
Otra de las costumbres populares en relación a las palmas benditas consiste en dividirlas en tiras angostas y hace en ellas treinta y tres nudos, rezando un credo por cada uno de ellos. De acuerdo con dicha práctica, por cada credo se alcanza un favor divino durante el año.
Las flores de manzanilla y las flores de pesgua y romero se adquieren en las cercanías de los templos, al igual que las plantas de sávila (aloe vera), las estampas religiosas y las hojas de oraciones. Todo esto se cuelga en las casas, detrás de las puertas o en alguna pared, como augurio de buena suerte, o para quemarlas juntos con las cruces de palma bendita en función de alejar los rayos.
El folklore criollo guarda relatos y leyendas que aluden a las transgresiones de ciertas costumbres. Es popular, en la Guayana venezolana, la leyenda de los pescadores del Orinoco quienes, descreídos, se fueron a trabajar en Viernes Santo. Embarcados en sus canoas vieron acercarse a un gran cardumen. El espejo de las escamas alimentó su codicia hasta que el diablo volcó sus barcas y en sus propias redes se sofocaron. El día los descubrió, sin vida, sobre la orilla, para escarmiento general. Es tradición que, durante la noche del Viernes Santo, se oyen por la región los gritos de aquellos pescadores, acompañados de profundos gemidos que se prolongan hasta la madrugada, llenando de espanto a quienes los escuchan.
En varios países, los niños y jóvenes de pueblos y caseríos, escuchan historias fabulosas de increíbles experiencias, muchas de ellas aterradoras procedentes de distintas regiones. Por ejemplo, no se puede montar a caballo porque el caballo te habla y puedes morir.
Los Viernes Santos no se habla; a mediodía, sin haber hablado con nadie, muchas personas cortan el tallo de un árbol llamado Coquillo el cual gotea una savia parecida a la sangre. Se recoge y guarda en un frasco tapado. Cuando alguien tiene dolor de muela o dolor de oído entonces le untan con algodón y quedan sanos.
Cortarse el cabello un Viernes Santo promete un cabello sano y bello el resto del año. En muchos lugares piensan que no se debe salir a la puerta ni a la calle el Viernes Santo a las 3 de la tarde (hora de la muerte de Cristo), porque llueve….y quién sabe qué otro inconveniente puedes enfrentar.
Hay zonas de Centroamérica, especialmente Panamá, donde a pocos se les ocurre tener relaciones sexuales en Viernes Santo, porque pueden “quedar pegados”. Nadie quiere casarse en Viernes Santo y no se conoce sacerdote que oficie matrimonios en Semana Santa.
En la mañana del Viernes Santo, muchas personas tradicionalmente depositan el contenido de un huevo de gallina en un vaso con agua para luego a mediodía ver el resultado: una imagen que se refleja producto de la clara del huevo que toma la forma de una telaraña. Si la imagen es un avión o barco quiere decir que van a viajar; una iglesia, casamiento; ataúd, muerte; frutas, buena cosecha y producción.
Hay espantos que los campesinos aseguran ver durante los días santos, como La Llorona (que lamenta por las noches cerca de las quebradas y ríos llorando a su hijo perdido, con un lamento escalofriante); el Chivato (el mismo demonio, con cuerpo de hombre pero patas de chivo, con enormes cuernos en su cabeza.
Se aparece en cualquier camino a altas horas de la noche, despidiendo un fuerte olor a azufre); el Silbón o Silampa (un bulto blanco sin forma que sale de los montes y va creciendo cada vez más hasta alcanzar varios metros de altura, asustando a los que se atrevan a deambular a altas horas de la noche, especialmente a los mujeriegos). Otras figuras aterradoras también pueden salir al paso. Se dice que a aquel que va por el campo y se topa con ellos, solo un milagro puede salvarlo.
Todos los que refieren experiencias con estas criaturas aseguran que se les hiela la sangre y quedan sin habla. Para poder librarse deben recitar el Padrenuestro y otras oraciones. ¿La moraleja? La Semana Santa es para rezar, no para rumbear.