Científicos y pescadores redoblan esfuerzos para promover el turismo sustentable
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Chañaral de Aceituno es un lugar ubicado en la zona norte de Chile, cerca del famoso desierto de Atacama, y que se destaca por la tranquilidad con la que desarrollan sus actividades diarias los pescadores locales.
Al mismo tiempo, este majestuoso lugar está situado frente a la isla que lleva su nombre en la Reserva Nacional Pingüinos de Humboldt, lugar que también se caracteriza por la presencia de delfines, cachalotes, ballenas fin, jorobadas y la azul –el animal más grande del planeta-, que se dejan ver con una asidua frecuencia por estos meses, indica El Mercurio.
Sin dudas, esta situación hace que los pescadores experimentados ofrezcan a los curiosos la posibilidad de experimentar un avistamiento cercano y rezar para poder apreciar la tan anhelada “gigante azul”, algo posible en solo cuestión de segundos.
Sin embargo, prosigue El Mercurio, “la sobreexplotación de productos comerciales del mar (pescados, mariscos y algas) pone en riesgo uno de los ecosistemas de mayor biodiversidad de Chile”, algo que en definitiva termina representando un fuerte llamado de atención.
“El turismo responsable de observación de fauna marina podría ofrecer aquí una alternativa de reconversión económica para frenar la sobreexplotación y conservar estas costas”, asegura en tono desafiante a ese medio César Villarroel, capitán de la estación de buceo, documentalista y miembro de la mesa consultiva de la Reserva Marina Isla de Chañaral.
En ese sentido, lo que se intenta promover es el comportamiento respetuoso durante el acercamiento de los botes de pescadores para que el avistamiento no termine siendo dañino.
Por ejemplo, desde la Universidad de Valparaíso se han estado realizando estudios para demostrar que los cambios en estos comportamientos terminan incidiendo en la transformación de esta caleta de pescadores en “un destino sustentable para la observación de animales marinos”.
Y esta situación genera esperanza en los habitantes locales, además de promover el compromiso con la conservación de la biodiversidad del lugar. Para ello, si se pretende promover el turismo responsable que ayude a estos fines y colabore con el sustento diario de los locales, también es necesaria la planificación para el reacondicionamiento de la zona.
De momento, se estima que hay 35 cabañas de alojamiento, rodeadas de tres restaurantes, algunos puestos de comida y dos tiendas de alimentos, prosigue El Mercurio.
Mientras tanto, todo forma parte de un sueño, de que algún día esta caleta de pescadores logre transformarse en un verdadero centro de referencia para el avistamiento recreativo responsable de ballenas. Un gran objetivo con raíces en la preservación de la biodiversidad y el futuro de sus habitantes.