En realidad tu “verdadera alma gemela” es con quien estás casado
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Una vez trabajé con una mujer de Pakistán, una musulmana felizmente casada y con dos hijos. Al margen de su acento, era como cualquier mujer típica occidental, así que me sorprendió saber que su matrimonio había sido concertado. Cuando me preguntó por mi marido, dudé antes de responder. Estábamos pasando por un periodo difícil y la logística de nuestra vida diaria me estaba volviendo loca. En aquel momento, todo lo que se me pasaba por la cabeza era la forma en que mi marido contribuía a nuestros problemas.
“Bueno”, dije, “no es muy organizado”. Ella rió. “Eso no es decir nada”, repuso. “¿Es un buen hombre? ¿Es cariñoso?”.
“¡Claro que sí!”, respondí, dándome cuenta de repente que era algo que había dado por supuesto y suponía que ella también. Pensaba que me preguntaba por su idiosincrasia: qué características me gustaban o qué me costaba más aceptar. Pero ella parecía insinuar que mientras estuviera casada con una buena persona, las demás cosas no eran esenciales, se terminarían resolviendo con el paso de los años.
Cuando me casé con mi marido, sabía que era un buen hombre, pero también sabía mucho más de él. Estaba convencida de que era el hombre perfecto para mí y que yo era perfecta para él. Pero en muchos aspectos ambos somos diferentes personas de las que solíamos ser. La forma en que hemos cambiado ha causado estragos en nuestro matrimonio, pero no lo han roto, puesto que, a fin de cuentas, nuestro matrimonio no se construyó en base a nuestra compatibilidad original. Se construyó, al igual que en el caso de mi amiga pakistaní, en base a nuestra bondad esencial y nuestro amor mutuo, y en nuestro compromiso al matrimonio de por vida.
Nuestro matrimonio, después de todo, no es tan diferente del de ella.
J.R.R. Tolkien dijo a su hijo que ningún hombre podía permanecer fiel a su esposa “sin un ejercicio de voluntad consciente y deliberado”.
Casi todos los matrimonios, incluidos los felices, son errores, en el sentido de que casi con toda probabilidad (en un mundo más perfecto o incluso en un mundo imperfecto con poco más de afecto), ambos compañeros podrían haber encontrado parejas más compatibles. Pero es que tu auténtica ‘alma gemela’ es la persona con quien estás casado o casada.
No importa cómo empezó tu matrimonio, llegará un momento en que tu compromiso no concuerde con las emociones que sientes. En palabras de Tolkien, “el glamour se gasta”. No sentirás ese mismo enamoramiento o atracción; quizás hasta pierdas la admiración o el reconocimiento del que dependías. Vas a tener que tomar la decisión de una fidelidad pura, la decisión de amar. Tendrás que adaptarte a la forma en que tu cónyuge y tú habéis cambiado y tendréis que esforzaros por el bien de vuestro matrimonio. No puedes simplemente ir de puntillas con el apoyo de los buenos sentimientos; tendrás que poner todo tu esfuerzo en alimentar el amor, el afecto y la comunicación.
Independientemente de si tu matrimonio fue planificado, si lo decidisteis siendo jóvenes e ilusos o si lo planificasteis cuidadosamente, llegará un momento en que terminaréis en la misma situación: frente a la decisión de amar y ser fieles, contra viento y marea. *
A mi marido y a mí ahora nos va mucho mejor, pero todavía tenemos una buena porción de decepción mutua. Estoy intentando recordarme que éste es el esposo que mi Padre (el del Cielo) escogió para mí, y todos los días tengo la opción de retomar mi propia decisión. Él es mi alma gemela; ¿gastaré mi tiempo y mi energía en centrarme en sus imperfecciones o pondré mi esfuerzo en conseguir que nuestro matrimonio prospere y crezca?
*Por favor, entiéndase que aquí no me refiero a los matrimonios que son sacramentalmente inválidos o que tienen motivos graves para la separación, como en los casos de abuso.