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¿Es viable y realista hacer empresas sociales?

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César Nebot - publicado el 27/01/17
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Lo que Bucay nos enseña de las empresas sociales

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Escribe Jorge Bucay que de pequeño se preguntaba por qué en los circos un animal tan fuerte como el elefante podía estar encadenado a una débil estaca. ¿Cómo el mundo de un animal tan grande podía quedar limitado a la longitud de una débil pero efectiva cadena?

La inmediata respuesta de que el elefante estaba amaestrado era claramente insuficiente puesto que en ese caso no sería necesaria la cadena. Más tarde descubriría la triste realidad, el elefante no escapaba porque había estado atado a una estaca parecida desde que era muy, muy pequeño. 

La conformidad aprendida desde pequeño por la impotencia de zafarse de tal trampa configuraba un mundo del que el elefante adulto no escapaba simplemente porque no lo creía posible.

Lo primero que se estudia en las escuelas de economía es que el hombre, como actor principal en un mundo con recursos escasos, se comporta racionalmente de forma que  hace inevitable la vinculación entre la supervivencia, el bienestar y el egoísmo.

El paradigma del homo economicus predica una especie de maximizador de sus propias preferencias sobre los recursos escasos al margen de las preferencias sociales, al margen de las preferencias de los que le rodean, al margen de las necesidades de los demás y teniendo en cuenta simplemente la expresión resumen y completa del comportamiento agregado del mercado, el sistema de precios.

Lo preocupante es que, siendo en realidad un refinamiento matemático simplificador para solucionar un sistema de ecuaciones, de forma equívoca se constituye en un dogma conductual para el hombre actual; se erige en la estaca del elefante de Bucay. Lo que es una descripción matemática se convierte en una imposición de cómo debe ser el individuo actual.

Reducimos todos los matices y la profundidad del ser humano a un conjunto de necesidades y a las decisiones de cómo individualmente pueden ser satisfechas. Este reduccionismo limita al ser humano y al mundo que lo rodea e impide que otras fórmulas empresariales que las previstas se puedan ver como normales.

La descripción inicial se impone y al final solo se puede ver lo que se espera ver. De igual manera que el mundo del elefante quedaba limitado a la débil cadena, el débil axioma simplificador de la realidad constituye para muchos una forma limitadora de entender el mundo económico.

Tal vez por esto, iniciativas como las empresas de negocio social llamadas Social Bites que comenzaron hace unos años en la ciudad escocesa de Edinburgh, en el Reino Unido nos sorprenden hoy en día. 

Resulta extraño que, en un mundo de libre mercado en el que el objetivo de una empresa debe ser maximizar los beneficios a toda costa, una cadena de cafeterías tenga como objetivo ayudar a los demás, destinar los beneficios a causas sociales y a emplear a personas sin hogar.

Los elefantes resabiados ante tales excesos tienden a pensar que estas experiencias tienen las patas muy cortas; pero la realidad es algo diferente. El negocio social inspirado en las propuestas del premio Nobel de la Paz del 2006, Muhammad Yunus, y cuyo objetivo no es hacer dinero sino resolver problemas sociales sigue activo y creciente.

Tras los largos años de crisis se ha puesto en evidencia que el área de confort del paradigma del homo economicus es claramente insuficiente y se precisan de experiencias como la de Social Bites que muestren que más allá de este paradigma existe mundo y que lo que tiene las patas muy cortas es seguir dando vueltas alrededor de la estaca encadenados al paradigma del homo economicus.

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