Tenía 6 años cuando murió a causa de un cáncer
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Antonieta Meo, llamada con cariño Nennolina, podría ser la santa no mártir más pequeña de la Iglesia con tan sólo 6 años. Nació en el 1930 en una familia romana de bien. Era una niña muy despierta, pícara, inquieta y de carácter bastante fuerte. Se sabía imponer cuando jugaba con sus amigas, todas la obedecían y la amaban.
A los 5 años cae se golpeó una rodilla produciéndose una hinchazón considerable. Pasaban los días y la niña no mejoraba. Los médicos, que al principio no entendían muy bien la naturaleza de su mal, al final le diagnosticaron “osteosarcoma”, un cáncer a los huesos, y lamentablemente tuvieron que amputar su piernita.
Tuvo que llevar una pesada prótesis ortopédica, pero ella nunca se desanimó y continuaba corriendo y jugando con los otros niños aunque sentía bastante dolor.
Antes de aprender a leer y escribir ensayó sus primeras palabras ayudada por su madre: los nombres de Jesús y de María. Luego comenzó a escribirles cartitas que llegaron a ser más de un centenar, que revelan una vida de unión mística extraordinaria, de una belleza tan sorprendente que actualmente son estudiadas por grandes eruditos.
Todas las noches escribía una carta y la ponía a los pies de Jesús crucificado. Se dirigía a su querida Virgencita con mucho afecto y emoción: “Querida Virgencita, tú eres tan buena, toma mi corazón y llévalo a Jesús”.
A su corta edad, Nennolina comprendió el dolor que María sufrió por su hijo, y escribió: “Querido Jesús… Tú que has sufrido tanto en la cruz, yo quiero ofrecerte tantas florecillas y quiero estar siempre en el Calvario muy cerquita de Ti y tu mamita (28 enero 1937).
A los 6 años comienza a ir a la escuela, con una prótesis que le provoca muchos fastidios y un gran dolor, pero todo lo ofrece a Jesús: “Cada paso que doy que sea una palabrita de amor”, decía; y el día del aniversario de la amputación lo quiere celebrar con un gran almuerzo y con una novena a la Virgen de Pompeya, porque gracias a este evento había podido ofrecer su sufrimiento a Jesús.
A esta misma edad pide poder recibir la primera Comunión y mientras tanto su dolor se hace cada vez más violento, pero ella no se lamenta más.
Una enfermera de la clínica donde se curaba testimonió: “Una mañana, mientras ayudaba a la enfermera que ordenaba el cuarto de la niña, entró su papá, el cual, después de haberla acariciado, le preguntó: ¿Sientes mucho dolor? Y Antonieta respondió: papá, el dolor es como la tela, cuanto más fuerte más valor tiene”. La religiosa añadió: “Si no lo hubiese escuchado con mis propios oídos, no lo hubiera creído”.
Después de un largo y atroz sufrimiento murió sin llegar a cumplir los 7 años el 3 de Julio de 1937, un día sábado, día de su “Madonnina”. Su cuerpecito se encuentra actualmente en la Basílica de la Santa Cruz en Roma, donde está representado justamente el Calvario de Nuestro Señor Jesucristo.
El 17 de diciembre del 2007 el papa Benedicto XVI la declaró venerable y pronunció estas hermosas palabras sobre Nennolina:
“Me ha complacido que hace unos momentos hayáis citado a una niña, Antonia Meo, llamada Nennolina. Precisamente hace tres días decreté el reconocimiento de sus virtudes heroicas y espero que pronto se concluya felizmente su causa de beatificación.
¡Qué ejemplo tan luminoso dejó esta pequeña coetánea vuestra! Nennolina, niña romana, en su brevísima vida —sólo seis años y medio— demostró una fe, una esperanza y una caridad especiales, así como las demás virtudes cristianas.
Aunque era una niña frágil, logró dar un testimonio fuerte y robusto del Evangelio, y dejó una huella profunda en la comunidad diocesana de Roma. Nennolina pertenecía a la Acción católica. Seguramente hoy estaría inscrita en la A.C.R. Por eso podéis considerarla como una amiga vuestra, un modelo en el cual inspiraros.
Su vida, tan sencilla y al mismo tiempo tan importante, demuestra que la santidad es para todas las edades: para los niños y para los jóvenes, para los adultos y para los ancianos. Cada etapa de nuestra vida puede ser propicia para decidirse a amar en serio a Jesús y para seguirlo fielmente.
En pocos años Nennolina alcanzó la cumbre de la perfección cristiana que todos estamos llamados a escalar; recorrió velozmente la “autopista” que lleva a Jesús. Más aún, como habéis recordado vosotros mismos, Jesús es el verdadero “camino” que nos lleva al Padre y a su casa, a nuestra casa definitiva, que es el Paraíso.
Como sabéis, Antonia vive ahora en Dios, y desde el cielo está cerca de vosotros: sentidla presente con vosotros, en vuestros grupos. Aprended a conocerla y a seguir sus ejemplos”.
(Audiencia a los muchachos y muchachas de la Acción Católica, 20 de diciembre de 2007)