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Prueba “el examen anual”: Un ejercicio espiritual para un mejor año

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Sophia Louise CC

Philip Kosloski - publicado el 31/12/16

Es sólo mirando atrás que podemos seguir adelante

Con la llegada del Año Nuevo, muchos de nosotros miramos adelante con esperanza, convencidos de que el “año que viene será mejor”.

Es posible que el año pasado no fuera exactamente como deseábamos y nuestras originales “propósitos de Año Nuevo” duraran solamente hasta mediados de enero.

Sea cual fuere el caso, miramos al futuro con un destello de esperanza en que nuestra situación actual mejore.

Aunque esperar con entusiasmo el futuro puede mantener nuestros espíritus animados por el momento, existe un ejercicio más profundo que aporta más sustento al alma y que consiste en revisar el año anterior por entero y dar gracias por las múltiples bendiciones (y cruces) que Dios nos ha dado.

Este proceso permite a la persona entender dónde está y hacia dónde le puede estar conduciendo la obra de Dios.

En otras palabras, solo mirando atrás podemos conseguir avanzar.

Examen anual

Una manera de reflexionar sobre el año pasado es hacer un “Examen Anual”. Esta práctica es una sencilla extensión del “Examen Diario”, parte central de la espiritualidad ignaciana.

El Examen Diario es una práctica según la cual un individuo se detiene dos veces al día (a medio día y al final del día) para examinar la actividad de Dios y reconocer cualquier falta o pecado que se haya podido cometer.

Para leer más: 3 prácticas católicas para el “espiritual pero no religioso”

San Ignacio dividió el Examen Diario en cinco partes descritas a menudo de esta forma:

  1. Póngase en presencia de Dios. Dé gracias por el inmenso amor que Dios tiene por usted.
  2. Rece por la gracia de entender de qué manera Dios está actuando en su vida.
  3. Revise su día. Recuerde momentos específicos y los sentimientos en esos momentos.
  4. Reflexione acerca de qué hizo, dijo o pensó en esas instancias. ¿Sintió que se acercaba más a Dios? ¿O que se alejaba más de Él?
  5. Piense en mañana – y en cómo podría colaborar más efectivamente con el plan de Dios. Sea específico, y concluya con un “Padre Nuestro.”

Es un hermoso ejercicio que practicar diariamente y que ayuda a entender de qué forma actúa Dios sobre tu vida, al tiempo que te sinceras con tus propios errores y fracasos.

También es una forma positiva de reconocer tus faltas a la vez que tomas consciencia del amor y la misericordia de Dios.

Además de hacer este Examen Diario, se puede apuntar un poco más alto y hacer un Examen Anual en el que revises los mayores acontecimientos del año pasado, con la confianza de cambiar lo que sea necesario en el Nuevo Año.

Así podrías organizar el examen:

  1. Después de ponerse en presencia de Dios, primero dé gracias a Dios por las múltiples bendiciones recibidas durante el pasado año. Repase cada mes y recuerde las bendiciones acontecidas.
  2. Rece por la gracia de entender la divina providencia de Dios.
  3. A continuación, revise de nuevo cada mes y recuerde cualquier sentimiento o movimiento de su corazón durante determinada actividad. Cualquier cosa que sientas (ya fuera un sentimiento bueno o malo), pida a Dios que le ayude a entender por qué sucedió.
  4. Luego pida perdón por los pecados cometidos, con confianza plena en la misericordia de Dios.
  5. Por último, piense con ilusión en las formas en que este Año Nuevo puede colaborar más con el plan de amor de Dios para su vida.

Si queremos progresar en el año nuevo de alguna forma, no debemos olvidar el pasado, sino aprender de él y aceptar todo lo sucedido a la luz de la divina providencia de Dios.

Con ello, podemos avanzar mejor en espíritu de colaboración, percibiendo que Dios es el único en control. Por último, recordemos las palabras que Dios dijo al profeta Jeremías:

“Que bien me sé los pensamientos que pienso sobre vosotros – oráculo de Yahveh – pensamientos de paz, y no de desgracia, de daros un porvenir de esperanza. Me invocaréis y vendréis a rogarme, y yo os escucharé. Me buscaréis y me encontraréis cuando me solicitéis de todo corazón; me dejaré encontrar de vosotros”.

Jeremías 29, 11-14

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