Testimonio de la asociación Fratello
El papa Francisco, que desayunó con 8 personas sin hogar en ocasión de la celebración de sus ochenta años el pasado 17 de diciembre 2016 en la residencia Santa Marta del Vaticano, había pedido recientemente perdón por los “cristianos que delante de una persona pobre o de una situación pobre miramos para otro lado. ¡Perdón!”.
Entre los hombres y mujeres testimonios directos de esas palabras estaba Robert Swiderski, quien cuenta su testimonio a la fundación francesa Fratello.
El encuentro con el Papa -asegura Swiderski- le ha cambiado la vida. “Ahora sé que los sueños se hacen realidad con el tiempo por pequeños o grandes que sean”. “Mi vida está ahora con Dios y tengo fe en el corazón”.
A una semana del cierre del Año de la Misericordia, Francisco había invitado a Roma a personas en situación de precariedad del 11 al 13 de noviembre de 2016. En ese contexto se produjo el encuentro: “Cuando el Papa se aproximó a mí y me dio la mano, sentí una fuerza increíble. Fue la primera vez que sentí tal emoción y sentimiento”, cuenta Swiderski, de 79 años.
“En el momento en que me empecé a odiar a mí mismo, inicié a pensar en la fe. Hasta entonces daba la espalda a la fe, a toda espiritualidad y a Dios”, dijo Swiderski, que nació en Wegorzewo, Polonia, en la “región de los lagos”.
“Cuando me ofrecieron participar en la peregrinación” a través de la Asociación, Fratello, “al principio dudé, finalmente, me inscribí”, añadió el ex militar y obrero especializado en construir barcos de madera, quien durante su paso por el ejército cayó en el alcoholismo.
Él preparó el discurso dirigido al Pontífice en nombre de las 6.000 personas que han vivido o que viven en la calle procedentes de toda Europa que estuvieron presentes ese día en el aula Pablo VI (12.11.2016).
“A medida que el día de la audiencia se acercaba, más me preocupaba, tenía miedo de que la emoción me abrumara y me impidiera leer mi testimonio”.
“Francisco llegó al aula Pablo VI, se escuchaban aplausos y la emoción llegó a mi corazón… Más tarde, el Papa se acercó a mí y me dio la mano, sentí una fuerza increíble. Fue la primera vez que sentí una emoción, un sentimiento así”.
“Cuando terminé de leer mi testimonio, Francisco se acercó a mí, incluso me dio la mano, sonrió y me bendijo”.
“Me sentí honrado de que el papa Francisco se refiriera varias veces a mis palabras”, expresó Swiderski, “orgulloso” de que la respuesta del Papa para el mundo se entrelazara con su testimonio.
“Poco a poco, vemos la gente en la calle que nos ve como seres humanos con nuestros sueños, nuestra dignidad que nadie nos puede quitar, a pesar de las varias caídas que hemos experimentado en nuestras vidas”, expresó el ex sin techo.
Swiderski trabajó en España, con la distancia se alejó de los afectos de su familia. A su regreso las cosas empeoraron, bebía cada vez más. La esposa le pidió que dejara la botella, pero el vicio, en ese momento, le llevó a perder su trabajo y hogar.
Momentos de lucidez y recaída se alternaron hasta 2015, cuando recibió ayuda de la Iglesia. Ahora trabaja como conductor de grúa. “Es un trabajo con responsabilidades, pero lo estoy haciendo muy bien y sé que en los momentos difíciles no estoy solo”.