El encuentro con Dios es siempre en la medida del anhelo, de cuánto he abierto el corazónEl Adviento es el tiempo de allanar y de limpiar el alma para Jesús. La condición para que Jesús llegue a mi vida es cambiar, allanar el camino, preparar el alma.
Me encanta la imagen del agua y del fuego. El agua limpia y purifica. Para preparar el corazón para Jesús que ya está pisando el umbral. Jesús llega con su Espíritu. Él se da a sí mismo con su fuego. No arrasa. No corta. Sólo transforma con su amor. Enciende el alma.
Jesús supera la esperanza. Pero es necesaria la esperanza. El desierto. La búsqueda. Mirar el corazón. Abrirlo. Cambiarlo. Limpiarlo. Es el paso humano. El pequeño paso de preparar el camino. De cambiar algo que no funciona en mí. De romper algún muro. De buscar. Después, cuando llegue Jesús, Él hará morada en mí tal como soy.
El Adviento es el paso humano. La llegada de Dios es el desborde de misericordia que supera totalmente lo que sueño, lo que busco, lo que me merezco.
Pienso que el encuentro con Dios es siempre en la medida del anhelo. En la medida de cuánto he abierto el corazón. En la medida de cuánto he mirado hacia dentro. Y aun así, siempre el encuentro supera mi esperanza. Lo que deseo. Lo que espero. Dios no cabe en mi esperanza, en mis manos.
La pobreza en el desierto es necesaria para encontrarme con Dios que camina conmigo, en mi pobreza. Yo lo espero todo. Dios me lo dará todo, mucho más de lo que espero.
Deseo un mundo de paz. Sin daños ni estragos. Un mundo de concordia. En el que todos se entiendan, se amen, se respeten. Miro el mundo que me rodea y me siento tan lejos de ese sueño… Yo mismo no construyo un mundo así con mis actitudes.
Un mundo de paz en el que podamos vivir los unos junto a los otros sin entrar en discusiones y peleas. Ni siquiera es posible en mi hogar, en mi familia.
Quiero que cambie todo con su paz. Con su amor tranquilizador. Quiero ese encuentro que me desborda. Pero a veces no logro entrar en mí y no dejo a Dios actuar en mi alma. Por eso no logra darme su paz.
Ese mundo que sueño, Dios lo puede hacer realidad en mí si me dejo. Puede hacerme instrumento de su paz. ¿Cómo hago para que haya paz en mi propio corazón? ¿Cómo hago para que reine la paz en mi propia familia?
Hoy viene Dios a mí a traerme su paz. Jesús ya está en el umbral de mi vida. Viene a mí, llega pronto.