Nuevos descubrimientos señalan singularidades de la vida humana
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Oscar Wilde dijo una vez: “Todos estamos en las alcantarillas, pero algunos miramos a las estrellas”.
El fin de la reciente temporada política en Estados Unidos ha dejado a muchos con un regusto a esa misma cloaca de la que hablaba Wilde, pero con el ocaso del año 2016 un astrofísico de Harvard levanta la voz para recordar al mundo que hay razones para mirar al cielo y encontrar alegría.
“Todas las observaciones hasta ahora (…) son coherentes con la idea de que la humanidad no es en absoluto mediocre”, escribía hace poco Howard A. Smith en un artículo de opinión en The Washington Post.
“Parece que hasta podríamos servir a un papel cósmico. Así que agradezcamos a esta temporada por los increíbles dones de la vida y de la conciencia, y el reconocimiento de las contundentes pruebas que hasta la fecha demuestran que la humanidad y nuestro planeta, la Tierra, son raros y cósmicamente preciosos. Ojalá actuemos en consecuencia”.
Smith es profesor del departamento de Astronomía de la Universidad de Harvard y un experimentado astrofísico del Centro de Astrofísica Harvard-Smithsonian.
Según escribe, el péndulo cosmológico ha oscilado desde el punto de vista de que la Tierra es el centro del universo y los humanos eran “especiales” a, después de la revolución copernicana, creer que somos “cósmicamente intrascendentes”, y luego a entender de nuevo nuestra singularidad en el universo.
¿Cómo sucedió? Por la cosmología del big bang y el descubrimiento de los exoplanetas (planetas que giran en torno a otras estrellas), responde Smith. “El universo, lejos de ser un conjunto de accidentes aleatorios, parece ser extraordinariamente perfecto y en sintonía con la vida”, escribe. “
Los poderes de las cuatro fuerzas que operan en el universo —gravedad, electromagnetismo, nuclear fuerte y nuclear débil (las dos últimas operan solo a nivel atómico)— por ejemplo, tienen valores ajustados de forma crítica para la vida, y si fueran aunque fueran diferentes en un mínimo porcentaje, no estaríamos aquí”.
Y continúa Smith:
El ejemplo más extremo es la creación del big bang: hasta un cambio infinitesimal en el valor de su expansión explosiva habría descartado la vida. La habitual respuesta de los físicos ofrece una solución especulativa: un número infinito de universos… y nosotros únicamente vivimos en el que tiene el valor apropiado. En cambio, filósofos modernos como Thomas Nagel y físicos cuánticos pioneros como John Wheeler han argumentado que los seres inteligentes deben ser de alguna forma el objetivo orquestado de un cosmos tan curiosamente afinado.
Los recientes descubrimientos de agua en Marte y en otros lugares “ahí fuera” conducen a tentadores debates sobre el descubrimiento de vida extraterrestre. Pero la probabilidad de encontrar cualquier cosa que se aproxime a lo que es una “vida inteligente” es infinitesimalmente escasa, según defiende Smith. Dicho de forma simple, la inteligencia es difícil de “producir”:
El paleontólogo Peter Ward y el astrónomo Donald Brownlee resumen las múltiples limitaciones en su libro Rare Earth: Why Complex Life is Uncommon in the Universe [Extraña Tierra: por qué la vida compleja es poco común en el universo] y muestran por qué hace falta muchísimo más que agua líquida y un entorno agradable para generar vida, aunque sea vida sencilla (y mucho menos compleja). Como mínimo, es necesario un entorno estable durante miles de millones de años de evolución, además de todos los ingredientes adecuados. Biólogos desde Jacques Monod a Stephen Jay Gould han hecho hincapié en las circunstancias extraordinarias que condujeron a la inteligencia en la Tierra, al tiempo que genetistas han descubierto que el ADN probablemente fue resultado de muchos accidentes. Así que aunque el mismo proceso tuviera lugar en todas partes, algunas secuencias serían poco probables, incluso astronómicamente poco probables. La evolución de la inteligencia sería sin duda una de esas secuencias.
Incluso si fuera posible que se originara vida en exoplanetas, es fácil que encontrara problemas, explica Smith. “Muchos de estos planetas tienen órbitas marcadamente elípticas alrededor de estrellas inestables, lo que hace que la evolución durante miles de millones de años sea algo difícil, si no imposible”, escribe.
“Otros sistemas contienen planetas gigantes con órbitas desviadas, perturbadoras; y existen otras muchas propiedades inesperadas. Estos descubrimientos imprevistos están ayudando a los científicos a resolver la compleja historia de la Tierra”.
¿Conclusión? Para Smith, los sentimientos de científicos populares como Stephen Hawking, quien dijo una vez, que “la raza humana es solo una cochambre química en un planeta de tamaño medio”, son innecesariamente funestos. Las estrellas cuentan una historia diferente y más brillante.