Los orígenes de la veneración de Santiago Apóstol, en el norte de la Península Ibérica, se hunden en el temprano siglo IX. En el año 813 comienza a correr en Galicia la leyenda de que el apóstol, después de evangelizar en España, había sido enterrado en esas mismas tierras, después de haber sido condenado a muerte y decapitado en Jerusalén durante el reinado de Herodes Agripa I, cerca del año 44, de acuerdo al libro de los Hechos de los Apóstoles.
Los restos del apóstol habrían sido transportados por sus seguidores, desde Jerusalén, de vuelta a España, donde la devoción por “Sanctus Iacobus” se extendería rápidamente. Tanto, que “Sanctus Iacobus” –es decir, “San Jacobo”- pasó a ser, en la lengua cotidiana, “Sanct Iaco”. Esto es, simplemente, Santiago.
Un ermitaño, de nombre Pelayo, dijo haber visto una lluvia de estrellas (o unos resplandores en el cielo, o a ras de tierra, según otras versiones) sobre el bosque de Libredón, dando a Compostela su nombre: “campus stellae”, “el campo de las estrellas”. Algunas otras tradiciones, un tanto más escépticas, señalan que el nombre de Compostela procede más bien del latín “compositum”, cementerio, debido a que el lugar era ya un antiguo cementerio romano.
En este bosque, continúa la leyenda, se hallaron tres sepulcros de piedra, correspondientes a los de Santiago (que contenía un cadáver con la cabeza bajo el brazo, en consonancia con lo narrado en el libro de los Hechos) y a sus dos discípulos más cercanos.
Hecho milagroso
Tras reconocer el hecho como milagroso, el obispo Teodomiro envió una comunicación al rey Alfonso II de Asturias y Galicia, quien mandó edificar una capilla en el lugar que inmediatamente se convertiría en un importante centro de peregrinaje.
Durante el reinado de Alfonso III, en 899, esta capilla fue convertida en un templo románico. Sin embargo no sería sino hasta 1075, durante el reinado de Alfonso VI, cuando la catedral de Santiago de Compostela que conocemos hoy comenzaría definitivamente a edificarse.
Pero si Santiago murió decapitado en Jerusalén ¿cómo llegó su cadáver de vuelta a Galicia? La leyenda señala que sus discípulos le llevaron de vuelta cruzando el Mediterráneo y bordeando el Atlántico en una barca de piedra.
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