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¿Sabes cuál es la diferencia entre un jefe y un líder?

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Orfa Astorga - publicado el 15/11/16

Mi padre no tenía estudios, pero lo que me enseñó no se aprende en la Universidad

Mi padre creció en una familia pobre pero muy unida entre abuelos, tíos, primos, por lo que habiendo trabajado desde su infancia para ayudarla, siempre tuvo un fuerte sentido de pertenencia a la misma, que le dio una firme personalidad para enfrentarse al mundo vendiendo tortas, lavando coches y un haciendo un sinfín de trabajos, mientras terminaba la escuela primaria.

Con enormes deseos de superación, en algunos años ahorró y emprendió un pequeño negocio que poco a poco se convirtió en una modesta pero formal empresa, hasta prosperar y expandirse en sucursales.

Con orgullo decía que sus padres le habían dado las lecciones más importantes de su vida: cumplir primero con Dios, luego cuidar de la familia y en tercer lugar trabajar con ahínco. Siempre afirmó que nada de lo que logró hubiera sido posible sin ese orden y sin el apoyo de mi madre, como su socia principal.

Mi padre, con su gran vocación por la empresa, nos educó basándose en las diferencias entre un jefe y el papel de líder y maestro que se esforzaba en asumir.

Decía que en el trabajo la autoridad del jefe es prestada y se ampara en la jerarquía de los puestos de mando, mientras que la autoridad de un líder y maestro se debe a su sólida formación, que le hace estar seguro de su modo de trabajar. Mi padre le daba la misma importancia a los conocimientos que a las habilidades para hacer las cosas, y a eso le llamaba verdadera experiencia.

Aunque teníamos ayuda doméstica, mi padre siempre que podía ayudaba en las labores de la casa y hacía reparaciones en la misma, disfrutando de hacer cosas con sus propias manos. Sin prisa y sin pausa, acababa a la perfección todo lo que emprendía hasta en los menores detalles.

Nos explicaba que el líder es un maestro capaz de sacar de sus subordinados el mejor trabajo, mientras que el que se ocupa solo por ser jefe no promueve el crecimiento.

En sistema abierto, mi padre ya adulto hizo la preparatoria y universidad, acompañándonos siempre que podía como asesor en las tareas, ayudándonos y exigiéndonos a dar lo mejor posible, celebrando el esfuerzo más que los resultados.

Decía que el maestro líder se satisface cuando sus inferiores en la jerarquía le rebasan en algún saber o habilidad, mientras que el simple jefe ve con recelo ese crecimiento, y si se llega a dar, le acarrea inseguridad defendiéndose con la autoafirmación.

Mi padre era feliz al ver que desarrollábamos nuestras capacidades. Nos preguntaba, se dejaba ayudar y era consciente de que algunos de nosotros por vocación, heredaríamos su empresa para hacernos responsables de todo, principalmente de las personas que habían colaborado muchos años con él.

Nos enseñó que un maestro líder trasmite ilusión; por eso conforma equipos de trabajo y suele hacer escuela, mientras que el que se preocupa solo por dar órdenes y ser obedecido, se rodea de personas que no estén unidas entre sí, ni con él, para que no le hagan sombra.

Mi padre fomentó la unión, la libertad y la responsabilidad en la familia reconociendo las diferencias individuales. Se daba siempre el tiempo para estar con cada uno, dialogar, intimar, compartir y acompañarnos siempre con un amor incondicional.

Fue muy congruente cuando nos dijo que el maestro líder corrige en proporción a la falta, razonadamente y no de manera humillante, mientras que el mal jefe suele corregir con pérdida del control, humillando, despidiendo, fomentando un clima de chismorrería y maledicencia.

Cuando cometíamos una falta, mi padre al sentirse disgustado esperaba siempre al día siguiente, y ya sereno, en privado, no dejaba de corregirnos, decía que era mejor un reclamo fuerte, respetuoso, inteligente, que tres horas de pelea.

Mi padre nunca buscó su propio encumbramiento y nunca le vimos una actitud agresiva o defensiva respecto de los demás. No utilizó nunca su status en su vida de relación, siempre fue asequible, sencillo, cordial, comprendía y disculpaba, era amigo de todos principalmente de sus trabajadores, de quienes siempre dijo les debía todo.

Su principal legado fue dejar claro que es pobre el que no saca partido de sus capacidades, de modo que tanto los que la sociedad llama ricos, como los que denomina pobres, pueden encuadrarse dentro de un estado lamentable de miseria humana, si esas personas no dan de sí lo que pueden y deben dar.

Mi padre fue un afortunado en la pobreza y a través del orden Dios, familia y trabajo, evitó que todos termináramos como pobres ricos.


Por Orfa Astorga de Lira, 
Máster en matrimonio y familia, Universidad de Navarra.

Escríbenos a: consultorio@aleteia.org

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