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Papa Francisco: No seas juez de nadie… ni de los que están en la cárcel

sacerdote en la cárcel

© DR

Sacerdote junto con un hombre en la prisión

Ary Waldir Ramos Díaz - publicado el 09/11/16

El Pontífice aseguró que una sonrisa, una caricia, un apretón de manos hacen la diferencia ante quien ha perdido la libertad o yace en una cama de hospital

¡Cuántas lágrimas que he visto caer en las mejillas de los encarcelados que tal vez nunca en su vida habían llorado; y esto sólo porque se sienten acogidos y amados!”, expresó el papa Francisco durante la audiencia general dedica a la Misericordia este miércoles 9 de noviembre de 2016 en la plaza de San Pedro.

En la catequesis en italiano, el Papa, centró su mensaje en “visitar a los enfermos y los presos” (Mc 1, 30-34). En este sentido, enseñó que visitar a enfermos y encarcelados nos hace tanto bien. Un bien que produce alegría en quien recibe la atención y vence sobre la soledad  y enardece el corazón de quien hace un gesto sencillo de misericordia.

Igualmente, recordó que Jesús y los apóstoles san Pedro y san Pablo también sintieron las privaciones, el frío, el olvido de una cárcel. En el caso de Pedro, la angustia de tener un familiar enfermo; su suegra.

Visitar a los prisioneros

“Por la misma razón, pienso en los que están encerrados en la cárcel. Jesús ni siquiera se olvida de ellos”, abundó.

El Sucesor de Pedro invitó, en primer lugar, “a no ser jueces de nadie”.

“Por supuesto, si uno está en la cárcel es porque se ha equivocado”. “Pero cualquier cosa que haya hecho un preso, él sigue siendo amado por Dios”, recordó.

“Es demasiado fácil lavarse las manos diciendo que él se había equivocado”

Por otro lado, confirmó que “el deterioro de las condiciones (en las cárceles)” a menudo expone a los presos a estar “desprovistos de humanidad” debido a las condiciones en las que están obligados a vivir.

Entonces, sostuvo es cuando un cristiano está provocado “a hacer todo lo posible para restaurar” la dignidad de los presos.

Visitar a los enfermos

Francisco rememoró que en los relatos de los evangelios, Jesús “fue especialmente cercano a los enfermos, a los que consoló y curó de sus enfermedades y dolencias”.

Por ello, no podía faltar entre las obras de misericordiael visitar a los enfermos y a los encarcelados”.

“¡Una visita puede hacer sentir menos sola a la persona enferma y un poco de compañía ‘es una buena medicina!

Una sonrisa, una caricia, un apretón de manos son simples gestos, pero muy importantes para los que se sienten abandonados”, sostuvo.

El Papa recordó que Jesús también hizo los mismo dejando todos sus compromisos y corriendo a visitar a la suegra de Pedro.

“Como cristianos estamos llamados a convertirnos en instrumentos de la misericordia de Dios, siendo cercanos y sin juzgar a nadie, para que nadie se sienta abandonado a su suerte ni tampoco acusado, sino que todos, sin exclusión, se sientan amados por Dios mediante gestos que expresen solidaridad y respeto”, expresó.

Francisco que considera los gestos como una forma concreta de evangelizar aseguró que estos actos “cuando son hechos en nombre de Dios, se convierten en auténticos signos elocuentes y eficaces” de misericordia.

El Papa recibe la visita especial de un grupo de presos

Al margen de las hojas de su catequesis, el Obispo de Roma contó el episodio reciente de una visita que recibió en la residencia donde vive, Santa Marta, después del pasado Jubileo de los Presos.

“En la tarde (del pasado domingo), vinieron a visitarme un grupo de presos de una cárcel de Padua (Italia) y yo les pregunté: ¿Qué van a hacer el día siguiente, antes de regresar a Padua? Ellos dijeron: ‘Iremos a la Cárcel Mamertina, para compartir la experiencia de San Paolo’. Escuchar esto me hizo muy bien. Estos presos querían encontrar a Paolo, prisionero también.

También Jesús fue muy cercano a los encarcelados; “a los privados de libertad, les brindó la nueva y verdadera libertad que nace del encuentro personal con él y que da un sentido nuevo a la vida”.

Sean valientes, instrumentos de misericordia

El Papa dirigió un saludo especial a las peregrinos de América Latina y España.

Asimismo, los animó a que “sean valientes y abran el corazón a Dios y a los hermanos, de modo que sean instrumentos de la misericordia y ternura de Dios, que restituye la alegría y la dignidad a quienes la han perdido”.

La audiencia general terminó con el canto del Padrenuestro y la bendición apostólica del Obispo de Roma.

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Texto completo de la audiencia general

¡Queridos hermanos y hermanas, buenos días!

La vida de Jesús, sobre todo en los tres años de su ministerio público, fue un incesante encuentro con las personas. Entre ellos, un lugar especial han tenido los enfermos. ¡Numerosas son las páginas de los Evangelios que cuentan estas reuniones! Los cojos, los ciegos, los leprosos, los poseídos, el epiléptico, e innumerables enfermos de todo tipo … Jesús se acercó a cada uno de ellos y los sanó con su presencia y el poder de su fuerza curativa. Por lo tanto, no puede faltar entre las obras de misericordia, la de visitar y asistir a los enfermos.

Junto con esta obra, también podemos añadir la de estar cerca de las personas que están en prisión. De hecho, tanto los presos como los enfermos viven una condición que limita su libertad. ¡Y justo cuando nos falta, nos damos cuenta de lo importante que es! Jesús nos ha donado la oportunidad de ser libres a pesar de los limites de la enfermedad y de las restricciones. Él nos da la libertad que nace del encuentro con él y del nuevo sentido que esta reunión lleva a nuestra situación personal.

Con estas obras de misericordia el Señor nos invita a un gesto de gran humanidad: compartir. El que está enfermo, a menudo se siente solo. No podemos ocultar que, sobre todo en nuestros días, precisamente en la enfermedad se hace más profunda la experiencia de la soledad que atraviesa gran parte de la vida. ¡Una visita puede hacer sentir menos sola a la persona enferma y un poco de compañía ‘es una buena medicina! Una sonrisa, una caricia, un apretón de manos son simples gestos, pero muy importantes para los que se sienten abandonados. ¡Cuántas personas se dedican a visitar a los enfermos en los hospitales o en sus hogares! Es una obra de voluntariado que no tiene precio. Cuando se realiza en el nombre del Señor, entonces también se convierte en la expresión elocuente y eficaz de la misericordia. ¡No dejemos solas a las personas enfermas! No se les impida de encontrar alivio, y a nosotros de ser enriquecidos de la proximidad de los que sufren. Los hospitales son hoy verdaderas “catedrales” del dolor, donde, sin embargo, se hace evidente también la fuerza de la caridad que apoya y siente compasión.

Por la misma razón, pienso en los que están encerrados en la cárcel. Jesús ni siquiera se olvida de ellos. Poniendo la visita a los prisioneros entre las obras de misericordia, quería invitar, en primer lugar, a no ser jueces de nadie. Por supuesto, si uno está en la cárcel es porque se ha equivocado, no ha cumplido con la ley y la convivencia civil. Así, en la prisión, él está cumpliendo su condena. Pero cualquier cosa que haya hecho un preso, él sigue siendo amado por Dios. ¿Quién puede entrar en lo más profundo de su conciencia para entender qué siente? ¿Quién puede entender el dolor y el remordimiento? Es demasiado fácil lavarse las manos diciendo que se había equivocado.Un cristiano es llamado, en cambio, a hacerse cargo, para que quien comete un error comprenda el mal realizado y vuelva en sí mismo. La falta de libertad es, sin duda, una de las mayores dificultades para el ser humano. Si a esto se añade el deterioro de las condiciones a menudo desprovistos de humanidad en la que estas personas se encuentran viviendo, entonces es de hecho el caso en el que un cristiano se siente provocado a hacer todo lo posible para restaurar su dignidad.

Visitar a las personas en prisión es una obra de misericordia que, sobre todo hoy en día es de particular valor por las diversas formas de justicialismo a la que estamos sometidos. Así que nadie señale con el dedo contra alguien. Todos, en cambio, seamos instrumentos de misericordia, con actitudes de compartir y de respeto.

A menudo pienso en los que están en prisión. Los llevo en el corazón. Me pregunto qué los ha llevado a cometer un crimen y cómo hemos podido sucumbir a diferentes formas del mal.

Sin embargo, junto con estos pensamientos, siento que todos ellos requieren cercanía y ternura porque la misericordia de Dios hace maravillas. ¡Cuántas lágrimas que he visto caer en las mejillas de los encarcelados que tal vez nunca en su vida habían llorado; y esto sólo porque se sienten acogidos y amados!

Y no se olvide de que Jesús y los apóstoles han tenido la experiencia de la prisión. En los relatos de la pasión conocemos los sufrimientos a los que el Señor ha sido sometido: capturado, arrastrado como un criminal, escarnecido, flagelado, coronado de espinas … ¡Él, el único inocente! Y San Pedro y San Paolo han estado en prisión (Hch 12,5; Filipenses 1.12 a 17).

El domingo pasado hemos vivido el Jubileo de los presos. En la tarde, vinieron a visitarme un grupo de presos de una cárcel de Padua (Italia) y yo les pregunté: ¿Qué va a hacer el día sucesivo, antes de regresar a Padua? Ellos han respondido: ‘Iremos a la Cárcel Mamertina, para compartir la experiencia de San Paolo’. Escuchar esto me hizo muy bien. Estos presos querían encontrar a Paolo, prisionero también.

E incluso allí, en la cárcel, Pedro y Pablo oraron y predicaron. Es conmovedora las páginas en los Hechos de los Apóstoles en el que se narran el encarcelamiento de Pablo, que se sentía solo y deseaba que alguno de sus amigos lo visitara. Al grande Paolo, los amigos lo habían dejado solo (cf. 2 Tm 4.9 a 15).

Estas obras de misericordia, como vemos, son antiguas, sin embargo, son siempre actuales. Jesús ha dejado lo que estaba haciendo para visitar a la suegra (enferma) de Pedro, una obra de caridad antigua. No caigamos en la indiferencia, si no que seamos instrumentos de la misericordia de Dios, todos nosotros podemos ser instrumentos de la caridad de Dios y esto nos hará mejor a nosotros que a los demás porque la misericordia pasa a través de un gesto, una palabra, una visita. La misericordia es un gesto para restituir la dignidad a quien la había perdido.

[Texto original: italiano – traducción: AWR]

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