Una pregunta que se inspira en la narración bíblica del Éxodo, cuando Dios se revela a Moisés
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En la Biblia encontramos a menudo la afirmación de Dios “Yo Soy” sobre todo cuando Dios llamó a Moisés en el Oreb y Moisés parecía curioso a tal punto que quiso saber si Dios tenía nombre. Pero Dios le respondió así: “Yo soy aquel que soy”. Moisés no comprendió y Dios siguió diciendo: “Yo soy el Dios de tus padres, el Dios de Abraham, Isaac y Jacob”. Mi pregunta es esta: ¿por qué Dios se manifiesta de manera invisible sin dejarse ver y sin revelar su verdadera identidad que se verá mejor con la llegada de Jesús en cuanto el “mesías” esperado pero sobre todo en cuanto Hijo de Dios?
Responde Francisco Carensi, profesor de Sagrada Escritura en la Facultad Teológica de Italia Central.
Para responder a la pregunta del lector propongo la lectura del texto del Éxodo, capítulo 3, versículos 13-14. Dice: “Contestó Moisés a Dios: “Si voy a los israelitas y les digo: “El Dios de vuestros padres me ha enviado a vosotros”; cuando me pregunten: “¿Cuál es su nombre?”, ¿qué les responderé?” Dijo Dios a Moisés: “Yo soy el que soy”.
Dios presenta su identidad de manera misteriosa. Moisés imaginaba justamente que el pueblo reaccionaría con una pregunta. Al anunciar el encargo, preguntará: “¿Cuál es su nombre?”.
La pregunta es al mismo tiempo una petición de información sobre su nombre, y de explicación de su significado. Ciertamente el pueblo quiere saber algo más sobre las verdaderas intenciones de Dios.
Al preguntarle su nombre, busca comprender el nuevo tipo de relación que Dios establece con él. En el pasado Dios se había relacionado como el Dios de los padres. ¿Qué relación tendrá ahora con Israel?
Dios da una respuesta a Moisés, que se distingue de aquella destinada al pueblo, en respuesta a su eventual petición. El hecho de de que la respuesta esté dirigida a Moisés, indica que la pregunta no es tomada de manera superficial. Ésta revela algo de Moisés y del pueblo. Dios dijo: “Yo soy aquel que soy”.
Esta expresión es paradójicamente tanto una respuesta como un rechazo a responder. Dios quiere hacerle entender a Moisés que se manifestará según su plan.
Enseguida Dios dará una respuesta a la pregunta del pueblo dado a Moisés, “Así dirás a los israelitas: Yahveh, el Dios de vuestros padres, el Dios de Abraham, el Dios de Isaac y el Dios de Jacob, me ha enviado a vosotros” (versículo 15). También el pueblo experimentará el plan de Dios que le reserva para el futuro.
Una vez explicado el significado del nombre, en una propuesta que es paralela a la del versículo 14, se le da el mismo nombre inefable: Yahveh el Dios de los padres. Es él quien ha enviado a Moisés.
La parte final del versículo 15 está dirigida nuevamente a Moisés: “Este es mi nombre para siempre, por él seré invocado de generación en generación”.
El nombre se revela no para satisfacer la curiosidad de Israel, sino para ser instrumento de una adoración continua.
Tras haber encuadrado el discurso del nombre, me gustaría concentrarme en el significado del nombre de Dios.
La frase “Yo Soy aquel que soy”, según las reglas de la gramática hebrea, significa “yo soy aquel que estaba, que está y que estará”, es decir “yo soy aquel que está siempre presente”, “yo estoy”.
Dios se revela como un Dios personal, (Dios de Abraham, Isaac, Jacob), continuamente presente en la historia junto al hombre.
El versículo 14 nos ayuda a conocer el significado del nombre de Dios con cuatro consonantes, el llamado tetragrama, yhwh, que se pronunciaba yahweh.
Por respeto al nombre sagrado los judíos de la época no lo pronunciaron, sustituyéndolo con “Adonai” que significa “Señor”, Yahweh significa, “él estaba, está y estará”, “él está presente”.
El nombre no es una definición filosófica de la esencia divina, sino más bien una descripción de su actuar en el mundo a favor del hombre, del pueblo. El nombre indica en la Biblia la identidad del Dios que actúa en la historia.
Pensemos en otro texto del Nuevo Testamento, Romanos 10,13: “Pues todo el que invoque el nombre del Señor se salvará”. En este caso se trata de Jesús resucitado que en la Resurrección fue constituido Señor, es decir, con el mismo nombre de Dios.
Dios se revela revelando su nombre. El hombre a veces pretende reducir a Dios a una imagen e introducirlo en sus propios esquemas.
En este sentido se debe recordar cómo en la antigüedad la imagen de la divinidad era considerada como una realidad mágica, poseyéndola era posible dominar al mismo Dios.
La lucha contra las imágenes de Dios es una lucha contra cualquier intento por reducir a Dios a un objeto manipulable del hombre, de hacerse un dios para su propio uso y consumo.
Por lo tanto, es un Dios que se debe escuchar antes de ver. Dios se hará visible en Jesús, en el que podemos descubrir la verdadera imagen de Dios.
Por lo tanto, Dios se revela a sí mismo sin ofrecer una imagen, pero buscando una relación con el hombre. Y en la plenitud de los tiempos se descubrirá que esta imagen asume todos los rasgos de un hombre, Jesús.