Entrevista a Marcelo Sánchez Sorondo, canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias
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La visita del papa Francisco a Suecia (del 31 de octubre al 1 de noviembre) es un paso importante y no fácil en el ecumenismo. Se enmarca en la conmemoración de los 500 años de la Reforma y de los 50 años del inicio del diálogo entre católicos y luteranos.
Esta circunstancia se ubica asimismo en el camino abierto por el Concilio Ecuménico Vaticano II.
De hecho, el Papa ha definido su viaje a Suecia como “importante” porque es un itinerario “muy eclesial en el campo del ecumenismo”. Lo dijo a los periodistas que lo acompañaban en el avión con destino a Malmö este lunes 31 de octubre, informó la Oficina de Prensa del Vaticano.
“Creo que la primera pregunta que él (el Papa) se hace antes de tomar una decisión (en este caso ir a Suecia) es: ¿Qué haría Cristo en mi lugar? Él, como vicario de Cristo, ve lo que dice Cristo en el Evangelio”, dijo Marcelo Sánchez Sorondo, prelado argentino, conocedor de la historia personal y del recorrido del pontificado en perseguir la centralidad del mensaje de Jesús.
En ocasión del Simposio para Jóvenes en el Vaticano sobre Desarrollo Sostenible que ha tenido lugar en la casina Pio IV del 30 al 31 de octubre, hemos entrevistado a Sánchez Sorondo, Canciller de la Academia Pontificia de las Ciencias sobre el significado concreto del viaje del Papa a Suecia.
¿Cómo interpreta usted el tema central del ecumenismo en el marco del viaje del papa Francisco a Suecia?
El Papa insiste en un ecumenismo de no sólo pensar en una herencia común, naturalmente basada en el mensaje de Cristo -que cada uno tiene en distintas dimensiones y fundamento del ecumenismo de siempre-, sino sobre todo en la misión de llevar adelante las bienaventuranzas del Evangelio que es donde está la verdadera felicidad.
Felicidad que está en vivir sobriamente, en vivir pobremente (que significa desprendimiento profundo de las cosas) como peregrinos, en vivir con el corazón puro, vivir siendo misericordiosos, vivir buscando con hambre y sed de justicia lo que significa el bien del prójimo, vivir siendo agentes de la paz, vivir sufriendo por esa justicia, vivir por ese programa de Cristo y naturalmente saber que seremos juzgados en el amor por el Señor, que es ese gran mandamiento nuevo del Señor, y, particularmente, por el amor a los más necesitados, según el Evangelio de san Mateo, que el Papa también pone al frente (capítulo 25).
¿Cuándo lo hice Señor? Cuando lo has hecho al mas pequeño y al más necesitados de mis hermanos, cuando nosotros nos ocupemos siempre del más necesitado y el más pequeño y del más sufriente de nuestros hermanos. Ahí realmente es cuando realizamos el amor en su plenitud, que es lo que nos pide la novedad del Evangelio y del nuevo mandamiento del amor.
Usted conoce muy bien al papa Francisco. ¿De qué manera considera usted que el Pontífice va a enfrentar este viaje a Suecia a nivel personal y humano, sabiendo también las contrariedades que pueda tener por el mismo hecho del contexto conmemorativo de la Reforma?
Creo que la primera pregunta que él se hace antes de tomar una decisión es: ¿qué haría Cristo en mi lugar? Él, como vicario de Cristo, ve lo que dice Cristo en el Evangelio.
De manera que lo que él hace es una revolución de volver al centro del Evangelio. Ahora, en el centro del Evangelio están justamente las bienaventuranzas, que son el primer discurso que hace Cristo. Así que sobre esto ninguno le va a cambiar la cabeza al papa Francisco.
Porque está en esa línea y naturalmente puede haber tradiciones que no son tan centrales como esa y el Papa quiere poner en el centro eso.
Yo creo que la idea ecuménica de referirse no solo a lo que son las tradiciones comunes, esto está bien. Es como decir: los hermanos tenemos en común varias cosas porque tenemos el mismo padre.
Pero hay una cosa más importante, que es lo que el Papa resalta y es nuestra misión común: ocuparnos de llevar adelante el mensaje de Cristo y eso es una obligación para todos los que nos decimos “cristianos”, tanto de un lado como del otro. Esa es la insistencia del Papa.
Especialmente eso es dedicarnos sobre todo al más necesitado, qué él dice son las llagas de la humanidad y la llaga de Cristo, por ende, lo cual tiene un sentido humano y teológico muy profundo. Y eso es incontestable.
¿Qué piensa de los detractores del papa Francisco preocupados más por temas doctrinales y teológicos?
El Papa no es que no piense en temas doctrinales. Tampoco es eso. Pero sí uno puede decir que hay una conexión profunda entre la verdad y el bien. En filosofía decimos: los trascendentales se convierten uno en el otro. Esto quiere decir que hay una conexión profunda. Y si tú haces la justicia, haces la verdad también.
Es decir, el que hace el bien hace la verdad. Y esa verdad es justamente ocuparnos del prójimo. Eso no quiere decir, que nosotros no creamos que el centro de la Iglesia es la Eucaristía, presencia real de Cristo, en cuerpo alma y dignidad.
El Papa no niega las verdades fundamentales. Pero en lo que insiste es que todo esto hay que ponerlo en la práctica. Y eso es lo dice san Juan: ¿cómo me puedes decir que amas a tu prójimo? Si tú no amas a tu prójimo a quien ves, no amas a Dios a quien no ves realmente.
¿Y será por eso que el Papa no condena completamente a Lutero?
El Papa no se ocupa de condenar a Lutero, lo que hace es seguir lo que dijo el papa Benedicto XVI: cuánto me gustaría que todos los cristianos tuvieran la intensidad del problema religioso como lo tenía Lutero, porque hoy nos hemos olvidado del problema religioso, eso es lo que quiere decir.
Lo que el Papa reclama es la parte buena que ponía Lutero ante una Iglesia un poco principesca y de bienestar y de comodidad. Lutero quería una Iglesia más evangélica que volviera al centro de la idea de Cristo de la pobreza y naturalmente eso es una cosa positiva, lo cual no significa que no haya cometido muchos errores. Sabemos que acabó en tantas cosas que eran contrarias a sus mismos propósitos.
Pero lo que yo creo que es importante entender aquí es que en definitiva lo importante es volver al programa del Evangelio. Es decir, al programa de las bienaventuranzas. Y eso es lo que tenía como positivo la reforma luterana.
El Papa siempre se ha definido como un hijo de la Iglesia. Así que no crean todas las verdades que se afirman en los concilios en Trento, y en otros Concilios, respecto al mundo protestante.
Incluso digamos, la aceptación de la ciencia: Lutero decía que había que seguir lo que decía la Biblia, que la Tierra está firme. La ciencia prueba que las cosas no están así. De modo que acá lo importante es la idea definitiva de la común misión de evangelizar y de ocuparnos de los más pobres.