Una forma de contener niños y jóvenes que no pueden seguir sus estudios en aulas convencionales
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Lápiz en mano y hojas alrededor de la mesa. Juan no está haciendo las tareas escolares, sino que está recibiendo clases en su casa. Juan es un adolescente ecuatoriano de 15 años con cáncer y es por eso que el aula se trasladó a su hogar.
Su madre, Fresia Torres, cuenta a El Comercio de Quito, sentada en un amplio sillón y con un cuadro de la Divina Misericordia de fondo, que su hijo ya tiene el apoyo pedagógico y psicológico necesario.
Juan no está hospitalizado, pero debido a su enfermedad debe permanecer en su casa. Es uno de los tantos niños ecuatorianos que forman parte del Programa de Atención Educativa Hospitalaria implementado por el Ministerio de Educación de Ecuador desde 2006 y de alguna manera garantiza que los niños puedan continuar con sus estudios.
En el caso de Juan, el programa cuenta con el apoyo de la Fundación Camila Salomé, que tiene como objetivo dar educación domiciliaria a niños y adolescentes con cáncer, tal cual confirmó la presidenta de la fundación, Rocío Zapata.
En ese sentido, la metodología de trabajo cambia por un tema de rutinas, tiempos y condicione de los chicos, pero el objetivo sigue siendo el mismo.
La Fundación Camila Salomé nace como iniciativa de los padres de esta niña que la perdieron cuando tenía 13 años a causa de un cáncer muy agresivo como el giloma cerebral. Tal cual cuentan sus mismos padres, el mayor deseo de Camila era seguir con sus estudios, pero algunas instituciones educativas la rechazaban a causa de su condición.
Su propia madre tuvo que convertirse en su maestra para cumplirle su sueño.
“En homenaje a nuestra hija inolvidable nace la Fundación “Camila Salomé” para ayudar a niños, niñas y adolescentes con cáncer. Fue su sueño y ella desde el cielo estará pendiente de que lo cumplamos y será para su regocijo, paz y tranquilidad”, destaca la web.
El aula en los hospitales
“El objetivo principal es sacarles el estrés hospitalario en el cual ellos se encuentran”, expresa Martha Carvajal, una de las docentes vinculadas al programa.
Esta iniciativa ayuda a que los niños que están hospitalizados puedan continuar sus cursos de acuerdo a los niveles en los que estaban al momento de no poder seguir acudiendo a clases.
“Les están dando bastante ayuda, ayudando en sus deberes, ayudando en las tareas que no puede entender. Me gusta mucho el trato a mi hijo”, comenta la madre de uno de los adolescentes hospitalizados.
De momento, casi 4.000 niños se beneficiaron este año con este programa. En cuanto a las aulas hospitalarias actualmente hay 29, además de 29 psicólogos educativos y 59 docentes.
Pero en todo este proceso educativo es fundamental, además del acompañamiento de los docentes y especialistas, la presencia de los padres. La flexibilidad, reducción de horarios y ambiental una sala de hospital tal cual se estuviera en un salón forma parte de los condimentos que hacen especial a este programa.
Para fines del año se espera tener 25 aulas en más para ayudar a 38.000 estudiantes. Para 2017 la meta es seguir redoblando los esfuerzos.