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¿Cómo romper la espiral de miseria que amenaza a los niños en América Central?

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Jaime Septién - publicado el 16/10/16
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Con tres dólares, los niños de Centroamérica pueden tener un arranque parejo

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“La inequidad genera pobreza y la pobreza genera inequidad. ¿Cómo romper esa espiral de miseria que amenaza a decenas de miles de niños en América Central?”, es la pregunta central que se hacen en un estudio reciente María Deni Sánchez y Hugo Danilo Godoy, especialistas de salud del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en El Salvador y Honduras

¿La respuesta?  Sin duda es múltiple, dicen los especialistas del BID, pero quizá lo esencial sea alimentar su cerebro, como una de las medidas más eficaces para garantizar el desarrollo integral de los niños y niñas.

En efecto, durante los primeros años de vida el cerebro del niño vive un intenso proceso de formación y maduración que requiere de oxígeno y nutrientes esenciales. Una alimentación pobre en nutrientes como el hierro, el ácido fólico, la vitamina C y la vitamina A se traduce, entre otras patologías, en anemia que impide el transporte de oxigeno al cerebro del pequeño por insuficiencia de glóbulos rojos.

Esto genera que el niño tenga menor capacidad intelectual, menor capacidad de trabajo y menor habilidad para romper la espiral de pobreza y subdesarrollo de su comunidad. “Por lo tanto, será un niño con mayor probabilidad de ser pobre”, afirman en su estudio los investigadores del BID.

Espiral de pobreza

Los datos sobre los niños en la región de Centroamérica no dejan lugar a dudas de por dónde habría que comenzar un proyecto de rehabilitación de los cerebros de los pequeños, para perfilar condiciones de desarrollo con justicia.

Según el informe del BID, en el año 2011, 73,6 por ciento de los niños entre seis y 23 meses que vivían en las poblaciones más pobres de Panamá sufrían anemia; en Guatemala esta cifra era de 68,8 por ciento; en Nicaragua de 53,9 por ciento; en El Salvador de 46,5 por ciento; en la región de Chiapas, México, de 39,4 por ciento y en Honduras de 35,3 por ciento.

“Todos esos niños tendrían un desarrollo limitado debido a deficiencias nutricionales. En el 2009, se estimó que al menos 2,5 millones de niños menores de cinco años en América Central están en riesgo de tener limitada su capacidad intelectual”, alertan los investigadores en temas de salud del BID.

Creado en 1959, el Banco Interamericano de Desarrollo (BID) es la principal fuente de financiación multilateral de América Latina y el Caribe. Tiene como miembros a 48 países, 2.000 empleados y su principal misión es reducir la pobreza en la región a través del apoyo de proyectos de desarrollo económico, social e institucional, en forma de préstamos, donaciones y asistencia técnica.

Chispitas

Dada la gravedad del problema y la importancia del desarrollo del potencial intelectual de los niños de América Central para el desarrollo de la región, en el 2011 la Iniciativa Salud Mesoamérica se puso en marcha con el objetivo de mejorar la salud infantil en la región centroamericana.

Una de sus principales retos es trabajar junto con los gobiernos para reducir la anemia y contribuir así al desarrollo intelectual de los niños más pobres.

De acuerdo con el informe, en los últimos cinco años, los países de la región se han acogido a un programa, destinado a distribuir entre las familias que habitan en el 20 por ciento más pobre de su población, unos pequeños sobres llamados *Chispitas*.

Estos sobres contienen vitaminas y minerales que se añaden diariamente a la comida habitual de los niños menores de dos años. A partir de los seis meses de edad, los niños reciben un total de 180 sobres que tienen un coste total de tres dólares. Esta estrategia ha demostrado no solo ser barata sino que reduce la anemia en los niños.

Desafíos

El Gobierno de El Salvador, con el apoyo de la Iniciativa Salud Mesoamérica, ha invertido, desde julio de 2015, 150.000 dólares en implementar las *Chispitas* (también conocidas como *Prodipitas*) para prevenir la anemia en 27.000 niños menores de dos años que habitan en las áreas más pobres del país.

Desde julio 2012 al año 2014, la inversión de este país en este producto ascendió a 171.778 dólares. El compromiso es reducir la tasa de anemia de 46 por ciento a 36,5 por ciento para el final de 2017. En Honduras, por su parte, la inversión desde mayo de 2016, es de 110.000 dólares destinados a la compra de micronutrientes para 33.271 niños.

Sin embargo, la implementación de esta iniciativa no resulta sencilla; hay desafíos de compra, distribución, desarrollo de capacidades de trabajadores de salud para su prescripción y distribución. Dicho esto, el principal reto estriba en que los niños que las necesitan la tomen en forma consistente.

La falta de información y de conocimiento por parte de los padres, la no identificación de la anemia como un problema grave, temas culturales y factores de cambio de comportamiento y falta de tiempo son algunos de los motivos que impiden aún que los padres y cuidadores puedan asegurarse de que sus hijos consumen su sobre de manera regular.

Saber comunicar

Un estudio reciente en Honduras demuestra que solo 34,5 por ciento de las madres que recibían los sobres de micronutrientes recordaba haber dado a sus hijos las dosis adecuadas en los últimos seis meses. En El Salvador esta cifra se encuentra en 15 por ciento.

Los gobiernos de la región están trabajando para mejorar estas cifras de uso de las *Chispitas*. Por eso, además de lo que corresponde hacer a los servicios de salud, se están implementando intensas campañas de educación, sensibilización, acompañamiento y comunicación destinadas a concienciar a la población –especialmente los que tiene más problemas de acceso a los servicios- acerca de la importancia de nutrir de manera correcta a sus niños pequeños.

“Saber transmitir y explicar de manera eficaz la relación entre la nutrición correcta y el desarrollo intelectual y social del niño es uno de los principales retos que afrontan los programas de desarrollo para lograr completar el ciclo entre la disponibilidad de nutrientes y su uso y así lograr que los niños que viven en zonas vulnerables puedan crecer y desarrollar su máximo potencial”.

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