A pesar de su apariencia y de su tono ligero tanto el tema como el modo de tocarlo son estrictamente para adultos
No, no es una película para niños.
Sí, hay animación por ordenador y vemos alimentos antropomorfizados hablar y expresarse con gestos animados y muecas exageradas, las voces son divertidas y por momentos, cuando se ve un retazo del trailer, parece una versión supermercado de “Toy Story” en la que los juguetes mutan en cualquier producto de alimentación que pugna por terminar en la bolsa del cliente, soñando que con ello se accede a un destino mayor, a una fiesta suprema.
Es más que probable que, de hecho, la premisa argumental para esta película surgiera de aquel momento en la primera entrega de “Toy Story” en la que descubríamos cómo adoraban al gancho que los sacaba de su encierro unos muñequitos verdes que habitaban la típica máquina en la que, mediante el manejo del mentado gancho, hay que atrapar uno de los objetos del interior para poder llevárselo a casa como trofeo.
La diferencia es que el marcianito verde de plástico probablemente era tratado con cariño por el infante que lograba extraerlo (no sin previo esfuerzo y derroche de monedas) mientras que todos sabemos lo que sucede con la comida del supermercado una vez llegamos a casa: la pelamos, la cortamos, la partimos, la batimos, la picamos, la freímos en aceite candente, la tostamos a la brasa o a la plancha, la metemos al horno hasta que se dora y se queda… en fin, no sigamos con esta bárbara descripción del destino que, horriblemente, descubrirán que es lo que realmente les esperaba en casa del cliente todos esos alimentos que al inicio de “La fiesta de las salchichas” ignoraban su función.
Hasta ahí la película probablemente no traumatizaría demasiado a los niños (aunque algunos puede que no vuelvan a probar jamás ningún alimento de los que aparecen en la película) y hasta podría ser relativamente educativa. El problema… bueno, en realidad no es un problema sino una circunstancia, es que “La fiesta de las salchichas” no es una película para niños. En absoluto. A pesar de su apariencia y de su tono ligero tanto el tema como el modo de tocarlo pero especialmente las situaciones y no digamos el lenguaje es estrictamente para adultos.
Hay palabras soeces, maldiciones de diverso pelaje, situaciones que pertenecen propiamente al mundo de las relaciones entre adultos por más que en la pantalla aparezcan protagonizadas por una salchicha y un panecillo para perritos calientes (sí, no se caracterizan precisamente por ser sutiles los guionistas).
Es “La fiesta de las salchichas”, en suma, un divertimento gamberro, desprejuiciado, irreverente, políticamente incorrecto y bastante descerebrado… y que no deberían verlo menores de edad (especialmente los menores de 10 años) porque pueden salir los pobres medio traumatizados por no comprender nada y sus padres completamente escandalizados por “las películas que hacen ahora para niños”.
No, queridos padres, esta película, en el fondo, es para aquellos de vosotros más gamberretes y con más ganas de reír con situaciones disparatadas y ocasionales tacos (la función humorística de la palabra soez queda pendiente de análisis en otra ocasión). No es una película para niños pero sí es una película para adultos que todavía llevan un niño en su interior, aunque un niño algo gamberrete y malhablado y sobre todo capaz de tomarse con humor las comparaciones sobre lo que nos espera después de esta vida terrenal.
Por si no ha quedado suficientemente claro: “La fiesta de las salchichas” no es una película para niños. Repitan conmigo…