Hacer silencio exterior es más fácil que encontrar el silencio interior...
Para hacer una oración provechosa hay que favorecer el silencio. Es una condición indispensable para escuchar y encontrarnos con Dios.
Y más que propiciar un silencio exterior hay que propiciar el interior; hay que ELIMINAR TODOS LOS RUIDOS que intervienen negativamente en la oración, ruidos que distraen o, incluso, impiden realizar la oración.
El silencio exterior
“Tú, en cambio, cuando vayas a orar, entra en tu aposento y, después de CERRAR LA PUERTA, ora a tu Padre que está allí, en lo secreto…” (Mt 6, 6).
Muy difícilmente escucharemos a Dios si estamos sumergidos en un contexto caótico lleno agitación, de palabrería y de dispersión. Es importante el silencio de la lengua, de los medios de comunicación, de cosas y de personas.
Este silencio es el más fácil, basta con internarse en un bosque, estar en la cima de una montaña, entrar en una capilla solitaria, etc.
El silencio interior
El encuentro con Dios se da en el silencio del alma. Es importante conocer los ruidos que también podríamos llamar “interiores” para superarlos en la serenidad.
Estos son ruidos tremendos que no nos permiten el encuentro con Dios en la oración, ya sea comunitaria (verbal, litúrgica) o –con mayor razón- personal (oración mental: contemplación, meditación).
Son ruidos silenciosos que, aunque no salgan a flote, anidan en la profundidad de la persona. Son ruidos que, incluso, a la larga nos van enfermando. Recordemos algunos:
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