La familia Razzouk ha estado tatuando a los peregrinos que llegan a Tierra Santa desde hace aproximadamente 700 años
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La llamada “Ciudad Vieja” de Jerusalén fue, hasta mediados del siglo XIX, la totalidad del área urbana de la ciudad santa. Hoy, la “Ciudad Vieja” ocupa un sector de menos de un kilómetro en Jerusalén Este, pero sigue siendo el hogar de varios de los más importantes sitios religiosos para judíos, cristianos y musulmanes: allí se encuentran el Monte del Templo, el Muro de las Lamentaciones, el Santo Sepulcro y la Cúpula de la Roca, por ejemplo.
También allí, al cruzar la Puerta de Jaffa, al pasar la siempre repleta de gente plaza principal, se encuentra la tienda de tatuajes de la familia Razzouk, una familia copta egipcia. Un letrero en la puerta, como se ve en la imagen, deja leer “tatuaje con tradición, desde 1300”.
De acuerdo a la nota en Atlas Obscura, la tradición cristiana del tatuaje tiene más de mil años. Los primeros en tatuarse fueron, precisamente, los cristianos nacidos en Tierra Santa en el siglo VI, de acuerdo a los testimonios de Procopio de Gaza, quizá uno de los rétores griegos cristianos más importantes de la Segunda Sofística. Estos peregrinos se tatuaban cruces y el nombre de Cristo, y llevaron la práctica a Egipto, donde los cristianos coptos la adoptaron como propia. Al poco tiempo, los cristianos que hacían el peregrinaje a Tierra Santa también se tatuaban, para que quedara evidencia no sólo de su devoción, sino de haber hecho el viaje.
Wassim Razzouk es el actual tatuador de la familia, heredero de la tradición, y de muchos de los utensilios originales con los que la familia ha ejercido el oficio, incluidos varios moldes de madera que se entintan y luego se aplican sobre la piel para que sirvan de guía para el tatuaje definitivo. Varios de estos moldes, que incluyen motivos de la Resurrección de Cristo, la Crucifixión, la Cruz de Jerusalén o de San Jorge, datan del 1700, y varias otras familias de tatuadores en Tierra Santa (armenios, sobre todo) tenían los suyos propios, que pasaban de generación en generación. Sin embargo, hoy día los de la familia Razzouk son los únicos moldes originales de este tipo restantes en todo el mundo. Y los peregrinos siguen acudiendo a su tienda, en busca de un recuerdo perdurable de su viaje a la Tierra Santa, tal y como muchos lo han hecho desde el siglo VI.