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Argentina y Brasil: Del odio en las gradas al abrazo de los atletas

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Esteban Pittaro - publicado el 11/08/16
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“¡Somos hermanos!”, la exclamación más coherente de los primeros JJOO de Sudamérica

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Son dos países vecinos y hermanos, por historia y cultura. Pero argentinos y brasileños renovaron en las gradas de los Juegos Olímpicos una rivalidad deportiva que, con verdaderas expresiones de odio, llegó a la agresión física entre los aficionados. Y los deportistas salieron a aclarar los tantos.

Durante todo el Mundial de Fútbol 2014, argentinos fuera y dentro de los campos de juego corearon en tierra brasileña un canto en el que al ritmo de Creedence alegaban ante Brasil una supuesta paternidad futbolística. Siguieron expresiones de gozo en redes sociales y medios tradicionales ante la derrota brasileña en semifinales. Muestras similares se dieron ante la derrota argentina en la final, provenientes no sólo de Brasil, sino de otros países de la región. El marco para tolerar este clima, parecía ser el de un laxo folclore futbolístico.

Pero un día Sudamérica organizó su primer Juego Olímpico. Y atletas acostumbrados a representar a su país en competencias en lugares remotos, y a unirse a atletas latinoamericanos para compartir entrenamientos, alojamientos, y vivencias, y apoyarse mutuamente, pudieron darse el lujo de desfilar en la máxima cita juntos, con la familia cerca.

Momento soñado. Pero al momento del desfile de la delegación argentina, de las gradas del Estadio Maracaná bajó una rotunda silbatina. Lo mismo que probablemente hubiese ocurrido en el Estadio Monumental de Argentina ante el desfile de Brasil. O en el Centenario de Uruguay con ambos países, o en el Nacional de Chile.

“Esto no es fútbol”, comenzaron a repetir y pedir los distintos atletas argentinos al encontrarse durante sus desempeños con la silbatina o el apoyo desmedido a atletas contrarios. O de turistas argentinos que no paraban de cantar lo mismo que en el Mundial.

Novak Djokovic se sintió local ante Juan Martín del Potro, tenista profesional acostumbrado a disputar encuentros en contextos hostiles. Pero fue en el segundo partido de Del Potro, por la segunda ronda contra Joao Sousa, cuando el aliento visceral porque pierda el atleta del país vecino dio lugar al odio, y un brasilero y un argentino se trenzaron a golpes en las tribunas. Hubo que detener el juego.

Los atletas de más alto perfil comenzaron a calmar las aguas. Tanto Del Potro como las estrellas de la NBA comenzaron a dar señales. Manu Ginobili, orgullo latinoamericano por su desempeño internacional, como Nicolás Massu, Guga Kuerten, y tantos otros, aclaró: “Preferiría no escuchar los cánticos en contra de Brasil sino a favor nuestro. Eso es algo muy futbolero y que, realmente, no aprecio. Está bueno que la gente venga, nos apoye y aliente, porque necesitamos el respaldo. No le veo sentido al hecho de hacer tantos kilómetros para terminar cantando en contra de un equipo que ni siquiera está en la cancha”.

El sinsentido siguió acumulando llamados a la sensatez entre deportistas y dirigentes deportivos. De hecho, se realizó una reunión entre el secretario de Deporte de Alto Rendimiento de Brasil, Luiz Lima, y el subsecretario de Deporte y Alto Rendimiento de Argentina, Orlando Moccagatta.

La imagen más fuerte provino del Rugby Seven. Los representantes de ambas naciones se cruzaron en un choque por la primera rueda de un deporte que volvía a ser olímpico. Pero en vez de la tradicional foto por equipo de las alineaciones, se entrecruzaron en abrazos para hacer del momento una foto de los equipos. “Somos países hermanos y, de hecho, tenemos muchos amigos enfrente. Es un poco una rivalidad, que no tiene que dejar de ser, solamente de color, para divertirnos. Es un clásico, pero no se tiene que ir de eso”, aclaró a la prensa el rugbier argentino Gastón Revol.

En el nombre de un supuesto folclore futbolístico, Sudamérica ha dejado crecer rivalidades que han convertido cualquier tipo de acontecimiento deportivo en batallas incómodas, que de lo dialectico ya avanzan hacia lo físico. Eso no es deporte; baste con ver el comportamiento de los atletas olímpicos, o en el mismo fútbol, las maravillas que juntos hacen Messi, Neymar y Suárez.

Algo tiene que cambiar… Si entre los latinoamericanos nos apoyásemos mutuamente, quizá no habría que conformarnos con contar con los dedos de una mano las medallas doradas.

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