Las no sorprendentes historias de fe que llegan de Rio 2016
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“La competición atlética desarrolla algunas de las cualidades y talentos más nobles en las personas. Tienen que aprender el secreto de sus propios cuerpos, sus fortalezas y debilidades, sus luchas y sus límites” – Juan Pablo II
Justo hace unos días, Katy Perry publicó el video de su canción olímpica “Rise.” Himno a la superación y la obtención de la victoria, la canción también tiene metáforas espirituales en su contenido.
Y no es sorprendente; las metáforas atléticas son tan viejas como el cristianismo. En el Nuevo Testamento somos llamados a seguir la carrera con perseverancia (Heb 12, 1) y a luchar la buena batalla (2 Tim 4, 7).
Pero lo atlético va más allá de la metáfora, y se convierte en una herramienta adecuada para enseñar la fe. La Iglesia siempre ha reconocido el valor de los deportes, particularmente en la formación de la persona humana y en el trabajo por la paz.
Juan Pablo II, él mismo un atleta, estaba particularmente interesado en el tema: ““La competición atlética desarrolla algunas de las cualidades y talentos más nobles en las personas. Tienen que aprender el secreto de sus propios cuerpos, sus fortalezas y debilidades, sus luchas y sus límites. Tienen que desarrollar la capacidad de concentración y el habito de la autodisciplina mediante largas horas de ejercicio y fatiga conforme consideran sus propias fuerzas. También tienen que aprender a ahorrar energía para el momento final, cuando la victoria dependerá de una aceleración final o de un último esfuerzo”.
Por eso no sorprenden ver historias en nuestros telediarios sobre la fuerte fe católica de algunos destacados atletas olímpicos: Simone Biles, la gimnasta estadounidense que dice que va a misa (… ¡y reza el rosario, también!); y Katie Ledecky, considerada por algunos la mejor nadadora del planeta, que reza el Avemaría antes de cada competición y que dice que la fe la ayuda a “poner las cosas en perspectiva”.
Estos atletas tienen una gran tarea ante ellos, dentro y fuera del campo, torneo, carrera y donde quiera que les lleven sus deportes, y por ello rezamos con las palabras de Juan Pablo II:
“Señor Jesucristo, ayudar a estos atletas a ser tus amigos y testigos de su amor. Ayudarles a poner el mismo esfuerzo en la ascesis personal que lo hacen en el deporte; ayudarles a lograr una unidad armoniosa y coherente de cuerpo y alma… Que sean modelos dignos de imitar para todos los que los admiran. Ayudarles a tener siempre el espíritu de los atletas, para ganar tu premio inestimable; una corona incorruptible que dura para siempre”.
Cecilia Team