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Escuadrón Suicida: esto es lo que pasa cuando los malos son los buenos

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Antonio Rentero - publicado el 05/08/16
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Una cinta que recuerda mucho al esquema de “Los Doce del Patíbulo”

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No están teniendo suerte los aficionados al cómic cuyas preferencias gravitan del lado de la editorial DC (Superman, Batman, Linterna Verde…) si confrontamos sus comparecencias en la pantalla grande con el así denominado Universo Cinematográfico Marvel (IronMan, Capitán América, Los Vengadores…).

Excepción hecha de la trilogía de Batman obra de Christopher Nolan (con esa monumental “The Dark Kinght” como cumbre del género) los intentos por edificar un ecosistema propio al estilo de lo que ha conseguido la competencia no está saliendo como sin duda todos (productores y aficionados) desearían.

Teóricamente “El hombre de acero” (Zack Snyder, 2013), “Batman vs. Superman: el amanecer de la Justicia” (Zack Snyder, 2016) y la próxima “La Liga de la Justicia” (Zack Snyder, 2017) transcurren en el mismo universo, contexto y línea temporal que el estreno de esta semana, pero el ingrediente diferenciador es quién protagoniza la historia.

Si en todas las citadas y dirigidas por Snyder son los habituales superhéroes (Superman, Batman, Wonder Woman…) quienes llevan el peso de la trama en esta ocasión el Escuadrón Suicida del título cuenta entre sus filas con un extenso (quizá demasiado) elenco de lo que en la terminología clásica recibe la denominación de supervillanos. Sí, en esta ocasión los héroes son los malos.

El esquema responde, de forma poco innovadora, a un mecanismo que ya hemos visto anteriormente en ambientes como la IIª Guerra Mundial, con un pelotón de indeseables reclutados por alguien aún más duro que ellos que consigue aunar sus esfuerzos para la búsqueda de un bien común. Esa destreza requiere en este caso de un esfuerzo mayor de suspensión de incredulidad por parte del espectador cuando comienza a comprobar la partida de elementos reunidos, capaces de desmantelar un país pequeño en un fin de semana de farra. Tienes que esforzarte un poco para creerte que una vez abran la caja de Pandora los vientos van a poder ser medianamente controlables.

Y se consigue no sin dificultad, pero la reunión de los más malos del Universo DC para (atentos, que vienen curvas) encargarles unas misiones suicidas con la promesa de que sus condiciones cambiarán si se portan bien y cumplen la tarea casi sería digna de ternura. Pero la cuestión es que consiguen hacerles pasar por el aro.

Estos ocho del patíbulo (el referente a la película “Doce del patíbulo” dirigida en 1967 por Robert Aldrich es demasiado evidente) consiguen durante poco más de dos horas tener al espectador entretenido, pero el resultado final es muy irregular. Desde personajes que piden a gritos película propia como el Joker de Jared Leto (brillante creando su propia versión de un papel que en el cine ha pasado por Jack Nicholson y por el tristemente desaparecido Heath Ledger) o la Harley Quinn de Margot Robbie (y al parecer en la sala de montaje se ha quedado bastante del metraje que llegaron a rodar) hasta otros demasiado desdibujados como el Deadshot de Will Smith, un villano habitualmente despiadado a quien aquí se quiere dotar de un trasfondo personal que chirría ostensiblemente.

El propósito del director David Ayer (“Dueños de la calle”, “Sin tregua”, “Corazones de acero”) de querer encumbrar el gamberrismo de los habituales malos de la función para que el público empatice por una vez con el tiburón que se come a los bañistas o el serial killer que acaba con los campistas no ha triunfado pero porque la película no consigue ser una obra redonda sino que mantiene diversas aristas fruto de la compleja tarea de acomodar a tantos personajes y además de tratar de que los malos sean buenos y los espectadores sientan simpatía por unos malos que parece que al final no lo son tanto.

El resultado final es de asistir a un entretenido batiburrillo de momentos espectaculares, personajes novedosos en el cine de superhéroes, preocupantes caídas de ritmo y un reto saldado de forma poco airosa pero al menos meritorio al permitir echar un vistazo al lado sombrío del callejón por el que pululan los superhéroes.

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