¿Estamos dispuestos a ceder nuestra libertad con tal de estar protegidos?
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Universal Studios es la distribuidora responsable de llevar a las salas españolas este 29 de julio Jason Bourne, quinta entrega de la saga sobre el espía americano desmemoriado, en la que su protagonista, el oscarizado Matt Damon, interviene por cuarta vez y en la que también ejerce de productor. Dirige con soltura y eficiencia el camaleónico cineasta irlandés Paul Greengrass (Capitán Phillips, 2013).
El filme sigue los pasos de Jason Bourne (Matt Damon), que ha recuperado su memoria, pero eso no significa que el más letal agente de los cuerpos de élite de la CIA lo sepa todo.
Han pasado doce años desde la última vez que Bourne estuviera operando en las sombras. ¿Qué ha ocurrido desde entonces? Todavía le quedan muchas preguntas por hacer.
En medio de un mundo convulso, azotado por la crisis económica y el colapso financiero, la guerra cibernética, y en el que varias organizaciones secretas luchan por el poder, Jason Bourne vuelve a surgir, de forma inesperada, en un momento en que el mundo se enfrenta a una inestabilidad sin precedentes.
Desde un lugar oscuro y torturado, Bourne reanudará la búsqueda de respuestas sobre su pasado.
Jason Bourne es una película que no va a dejar indiferente al respetable, bien sea porque es la cinta más violenta de la saga, bien sea porque Matt Damon tiene sólo 25 frases de diálogo en la película, en la que está bien acompañado por el veterano actor estadounidense y oscarizado Tommy Lee Jones, la oscarizada actriz sueca Alicia Vikander y por el polifacético actor francés Vincent Cassel, o bien sea porque regresa al cine un héroe contemporáneo, de mundo, creíble, y que, de nuevo, insiste en conocer qué le ocurrió para verse envuelto en tantos enredos. Otra cosa es que el filme guste.
Y es que Jason Bourne tiene a su favor la actualidad del conflicto, que le da a la saga un aire fresco, a pesar de que la forma del filme ofrece pocas novedades respecto a sus predecesoras en cuanto a que despliega un ritmo trepidante, sobre todo en el primer acto: apenas hay tiempo para respirar a causa de las intensas persecuciones a pie o en moto en medio de una manifestación en una recreada plaza Sintagma de Atenas (se filmó en Tenerife) con más de 170 coches reventados.
Sin embargo, lo más grato de su contenido es el planteamiento de las nuevas tecnologías y las implicaciones de poder, así como ver cuántas partes de nuestras vidas digitales se comparten con el gobierno y qué significa todo eso para nuestra libertad, es decir, si estamos dispuestos a ceder con tal de estar protegidos.
La primera historia sobre la franquicia fue El caso Bourne (Doug Liman, 2002). Dos años después se estrenó El mito de Bourne (Paul Greengrass) y en 2007 llegaría la mejor entrega, El ultimátum de Bourne (Paul Greengrass).
Tras la salida de Damon, la saga resucitó sin su protagonista original con El legado de Bourne (2012), thriller dirigido por Tony Gilroy -guionista de anteriores entregas de la saga- y protagonizado por Jeremy Renner que encarnó a Aaron Cross, el nuevo agente creado por ‘el programa’. La película resultó un fiasco a todos los niveles.
Y para este nuevo viaje, Matt Damon rueda con convicción a sus 45 años. Teniendo en cuenta que arrancó en la saga con 29, se ha podido comprobar que el actor ha crecido bien dramáticamente y se ajusta a los tiempos actuales sin sorpresas, a sabiendas de que el esfuerzo físico sí ha sido mayor y más intenso en la preparación de su personaje.
Queda, pues, una historia muy eficiente en el apartado visual y en su contexto de acuerdo a los tiempos modernos, pero no sé hasta qué punto resulta original redundar en el origen del yo tras cinco películas o si es mejor o peor que los filmes de 007. Poco fuelle.