Háblale a Dios también de lo que sientes, no sólo hables desde tu mente…
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No quiero dejar pasar los detalles de mi vida sin dar gracias. Quiero mirar con hondura mi camino para reconocer su mano y sus pies a mi lado. Quiero acabar este curso renovando mis “síes” a la voluntad de Dios en mi vida y agradeciendo. Alabarlo en los momentos bellos y en los difíciles, porque estuvo conmigo. En la luz y en la oscuridad.
Dios está también en mi oscuridad. Me gustaría aprender de Jesús a vivir mis miedos, mis límites, mis fracasos, atado a Él. A veces en el dolor o en lo que no comprendo o me desconcierta, me alejo de Dios. Pienso que Dios sólo está cuando soy perfecto. Pero Él todo lo usa para acercarme a Él, si yo me dejo.
Una persona rezaba: “Señor enséñame a orar, con tu humildad, con tu sinceridad, con tu entrega, con tu hondura. Enséñame a orar con todo mi ser, no sólo con mi mente. Con mi voluntad. Con mi corazón. Con mis pies. Con mis silencios. No tengo que esperar el momento perfecto. Enséñame a orar en medio de lo que ahora mismo estoy viviendo. A abrirme en la oración. A dejar asomar mi fragilidad. Mi nombre. El nombre que sólo pronuncias Tú. Enséñame a pasear contigo por mi alma y conocer mis valles y mis montes, mis fuentes y mi sed, mis desiertos y mis bosques”.