La película de Giuseppe Tornatore tira de las leyes más elementales de la astrofísica para emocionarnos
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Giuseppe Tornatore es conocido por todo el mundo por su película Cinema Paradiso y constantemente sus admiradores estamos esperando que vuelva a hacer otra película igual.
Sin embargo el director de Malena hace tiempo que superó aquella cinta. En el fondo habría sido un síntoma de estancamiento hacer una y otra vez la misma película.
No obstante, es cierto que Tornatore en todos sus proyectos suele desprender una sensibilidad muy similar a aquella célebre cinta de 1988.
Y no solo esto, el cineasta italiano ha demostrado una sobrada madurez abordando temas que, en principio, nunca habríamos pensado firmaría Tornatore.
Buena muestra de esto fue su anterior película, La mejor oferta, un laberíntico thriller pasado por el filtro del director de La desconocida que no dejó indiferente a nadie.
Su último largometraje es La correspondencia, una historia de amor más allá de la muerte.
Para construir el relato que nos propone Tornatore, el director y guionista ha articulado su historia alrededor de dos astrofísicos, un profesor casado y una joven estudiante.
La complicada relación entre ambos funciona a base de mails, mensajes de móvil y video-conferencias. No están juntos demasiado tiempo aunque la película no va de esto.
La correspondencia tira de una de las leyes más elementales de la astronomía para contar una historia de amor más allá de la muerte.
Es bien sabido que cuando miramos a las estrellas estamos viendo luces de algunos astros que puede que ya no existan. La luz que desprendieron sigue allí porque tiene que recorrer millones de kilómetros sin embargo hay muchas estrellas que murieron hacer siglos aunque nosotros todavía las veamos allí.
Esta es una de las paradojas consecuencia de la conocida ley de la relatividad.
Pues bien, lo que propone el film de Tornatore es algo parecido solo que entre dos amantes. Uno de ellos ya no está pero organizó las cosas de tal forma que aun después de muerto seguirá enviando mensajes de todo tipo al otro.
El film en realidad se acerca a esta inverosímil propuesta con la templanza y la sensibilidad propia de Tornatore.
La correspondencia es una balsa de aceite. Transcurre con total calma y mantiene el interés lo suficiente como para sobrellevar sus cerca de dos horas de metraje sin demasiados esfuerzos.
No es la mejor película de Tornatore pero es curiosa. El director, que tanto busca el plano perfecto en el decorado perfecto al son de la música perfecta rebaja aquí sus pretensiones idealistas para conformar un relato que sin dejar de ser bello, resulta mucho más sutil y también mucho más profundo.
De igual que la partitura de Ennio Morricone apenas se advierte en la película, apenas se vislumbra la mano de un director que aun así, sigue muy preocupado por esa imagen idílica que también encajaría en una cinta como esta, al final también idílica.